Doug Barron se convirtió en noviembre del año 2010 en el primer golfista suspendido por la política antidroga del PGA Tour tras dar positivo en un control regular del circuito. Las sustancias que provocaron la alarma fueron, en su caso, betabloqueantes y testosterona. Barron tenía cuarenta años y quería disputar al final de aquella temporada la escuela de clasificación, aunque no pudo hacerlo a pesar de llevar su caso a un tribunal de Memphis. Casi dos años después, Charlie Beljan consiguió la victoria en el Children’s Miracle Network Hospitals Classic a pesar de sufrir un severo ataque de ansiedad durante su vuelta del viernes, donde llegó a sentir que no sería capaz de sobrevivir a algo que realiza con cotidianidad: jugar 18 hoyos.
Beljan declaró que visitaría a varios médicos en Arizona, donde reside habitualmente, para encontrar un tratamiento adecuado y prevenir problemas similares en el futuro. Sin embargo, es consciente de que no podrá tomar ciertas sustancias en mitad de una competición sin solicitar antes una autorización para su uso terapéutico, lo que requiere la revisión de un grupo de doctores independientes. Los betabloqueantes han vuelto a ponerse en el ojo del huracán y se debate si su uso, realmente, mejora el rendimiento de los golfistas.
Básicamente se trata de unas pastillas que reducen la presión sanguínea, mejorando la posibilidad de rendir a buen nivel bajo presión. Se dice que, en pequeñas dosis, son menos dañinas para el cuerpo humano que los esteroides (otra de las sustancias adquiridas por atletas a lo largo de la historia) aunque sí se reconoce un riesgo de que la persona que las ingiera se vuelva psicológicamente dependiente. Aunque el mundo del golf se relacione desde hace bien poco con los betabloqueantes, su influencia entre otros ámbitos igualmente exigentes es amplia, empezando por la música. El alcohol o la cocaína han sido también requeridos por grandes intérpretes a lo largo de la historia, así como la heroína. Desde Charlie Parker pasando por John Coltrane y llegando a Jimi Hendrix; todos ellos recurrieron a alguna de ellas e incluso murieron por los efectos perjudiciales que provoca su abuso en el organismo. Pero los betabloqueantes son la nueva panacea para muchos otros, especialmente aquellos dedicados a la música clásica, donde una nota mal ejecutada puede provocar el tambaleo de toda una carrera profesional. Mientras unos lo ven como una ayuda para potenciar el talento, otros lo contemplan como un engaño.
Es por ello que el PGA Tour se adelantó a la Agencia Antidoping de Estados Unidos y a la Agencia Mundial Antidopaje, añadiendo los betabloqueantes a su lista de sustancias prohibidas (PDF). La decisión tiene sentido desde un punto de vista deportivo, dado que el talento en el golf está muy relacionado con el “sentido kinestético”, o la habilidad de controlar el cuerpo humano y extensiones artificiales a través de un sistema complejo de tareas a una altísima velocidad. Ya lo tratamos al hablar de qué tenían en común Jack Nicklaus, Tiger Woods o Rory McIlroy. Sin embargo, el problema no ha quedado zanjado del todo puesto que a parte del Circuito Americano existen muchos otros, como los mini-tours. Doug Barron se apuntó a jugar un pequeño circuito en Carolina del Norte (eGolf Professional Tour) una vez conoció la decisión del tribunal, y Stewart Moore, director ejecutivo del mismo, declaró lo siguiente al respecto: “Somos un circuito de desarrollo. Es lo que hacemos, desarrollamos jugadores para que eventualmente lleguen allí (en el PGA Tour). No es nuestro lugar retenerles. No tenemos nada implementado para prevenirlo y no vamos a hacer nada basado en lo que hagan en Ponte Vedra”. Y estamos hablando de un circuito en el que el ganador de la lista de ganancias, Drew Weaver, ha acumulado más de 120 mil dólares este año.
Una prohibición total de los betabloqueantes por parte de todos los circuitos profesionales condenaría a aquellos jugadores que sufren de ataques de ansiedad en situaciones de presión, mientras que si se permitieran existiría una disyuntiva importante con el Comité Olímpico Internacional, que impide claramente el uso de sustancias que mejoren el rendimiento de los atletas (quedan aproximadamente tres años para los Juegos Olímpicos). La cuestión lleva un tiempo sobre la mesa y todavía nadie ha levantado la voz apostando por una tolerancia cero, dejando un panorama algo incierto de cara al futuro. ¿Puede un jugador que sufre habitualmente de ansiedad jugar al golf? Sustancias que mejoran el rendimiento en un mundo que demanda la perfección. Del mismo modo que el arquero se enfrenta a un blanco diminuto, el golfista puede variar en un grado la trayectoria de un putt y perder un torneo.
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