Vivimos tiempos de enormes convulsiones económicas, tiempos de recesión, bancarrotas, rescates y severos recortes que amenazan prestaciones, servicios y derechos que teníamos asumidos como propios y naturales. Con el debido respeto y guardando las precisas distancias, la ciudad de St. Andrews vivió una época de similar oscuridad económica que hizo peligrar el mismísimo Old Course, que solo se salvó gracias a la generosidad de un potentado de la ciudad.
Aunque nunca se reconoció como capital de Escocia, St. Andrews fue de facto la capital cultural y religiosa de Escocia durante siglos. Cuenta la tradición que San Regulo huía para salvar las reliquias del apóstol San Andrés cuando su barco naufragó frente al pueblo de Kilrymont, actual St. Andrews. San Régulo se estableció en Kilrymont y construyó una iglesia para albergar las reliquias que a partir de 1158 se transformaría en catedral, la más grande de su tiempo. La catedral y las reliquias hicieron de St. Andrews el principal centro de peregrinación católica en las islas y alcanzó el status de capital eclesiástica de Escocia.
Los peregrinos trajeron dinero y éste una prosperidad que posibilitó la fundación de la tercera universidad en tierras británicas después de las de Oxford y Cambridge. A finales del siglo XV, St. Andrews era una ciudad cosmopolita con una vasta influencia política y económica en toda Europa.
La llegada del siglo XVI marcó el principio del fin de su periodo de esplendor. Primero la Reforma Escocesa de John Knox en 1559, que borró al catolicismo del mapa, y la Guerra de los Tres Reinos el siglo siguiente, supusieron la pérdida de su situación preeminente y un cambio en las influencias políticas, al ganar peso Inglaterra con respecto a Francia. La ciudad entró en declive y comenzó a tener dificultades económicas que llegaron hasta el punto de amenazar la permanencia de la universidad a finales del siglo XVII en favor de la más próspera Perth.
A las dificultades económicas se le sumó una serie de gobernantes locales especialmente ineptos y manirrotos, muy dados a celebrar cualquier ocasión y acuerdo, por nimio que fuera, con gran aparato y profusión de viandas. El resultado fue que en 1797 St. Andrews estaba en bancarrota. Ese año, el ayuntamiento de St. Andrews hipoteca el links a dos caballeros locales, Robert Gourlay y John Gunn, a cambio de 2080 libras, pero con una cláusula que les facultaba a subastarlo, en todo o en parte, antes de ese noviembre. Gourlay y Gunn no perdieron el tiempo y en octubre vendieron parte del links a Thomas Eskine de Cambo por 805 libras.
Dos años después, un 4 de diciembre, los copropietarios decidieron la venta de todo el terreno situado entre el mar y el Swilcan Burn, (que incluía todo el Old Course actual salvo el tee del 1, el green del 18 y su calle compartida) a dos comerciantes locales, padre e hijo, llamados Charles y Cathcart Dempster. La venta del links a los Dempster dio inicio a más de veinte años de litigios y luchas entre los Dempster, los jugadores de golf y el propio pueblo de St. Andrews.
Los Dempster eran comerciantes con un amplio abanico de intereses en St. Andrews y vieron en el links la oportunidad de abrir nuevas líneas de negocio. Para ello decidieron usar el links para la cría de conejos, como fuente de carne y pieles. Los conejos que se soltaron hicieron honor a su fama reproductora y en poco tiempo todo el links quedó convertido en una inmensa conejera, a la vez que se arruinaba la zona dedicada al golf.
Una de las condiciones de venta del links a Gourlay y Gunn establecía que “no se le hará ningún daño de ese modo al campo de golf, ni podrán sus propietarios arar ninguna parte de dicho links de Pilmour en tiempos venideros, puesto que se reserva completamente como ha sido en el pasado para el uso y disfrute de los habitantes y de aquellos que a él recurran para disfrutarlo”. A esa clausula apelaron los miembros de Society of St. Andrews Golfers (precursor inmediato del Royal & Ancient) y otros jugadores locales para tratar de invalidar la venta.
En octubre de 1801, el entonces capitán de la Society of St. Andrews Golfers, George Cheape, se quejó al ayuntamiento de la destrucción del campo de golf y dos años después inició una recogida de fondos para costear la apelación al Tribunal Superior de Justicia. Llegaron contribuciones de todo el mundo, desde la India a las Antillas, consiguiendo reunir unas impresionantes 1000 libras en breve espacio de tiempo. En 1806, el ayuntamiento se unió a la causa y llevaron el caso a la corte suprema, defendiendo el derecho de los jugadores de golf y los habitantes de St. Andrews a matar los conejos, derecho que les fue reconocido. Por su parte, y desde el punto de vista normativo, la Society of St. Andrews Golfers emitió una regla local que permitía el alivio sin penalización cuando una bola reposaba en una zona dañada por los conejos, regla que ha permanecido hasta nuestros días de una u otra forma.
Como era de esperar, los Dempster no quedaron conformes y apelaron a la Cámara de los Lores argumentando que de las 113 hectáreas de terreno, solo 4 estaban dedicadas al golf y que por tanto no podía impedírseles que desarrollaran sus legítimas actividades empresariales. Los Lores apreciaron los razonamientos de los Dempster y decidieron que el caso volviera al Tribunal Superior de Justicia. Mientras tanto, la guerra de los conejos seguía, con los jugadores locales y los miembros de la Society of St. Andrews Golfers matando conejos y peleándose con los aparceros de los Dempster.
El conflicto acabó en 1821, no por una resolución de la justicia, sino por la intervención de James Cheape, de Strathtyrum, que compró los derechos del links a los Dempster por una cantidad de 42 libras anuales. En la cena de anual de la Society of St. Andrews Golfers, Cheape dijo: “Haciendo esto, estoy seguro de que al poner fin a cualquier litigio futuro, estoy prestando servicio a mis sucesores y también a la Sociedad. Caballeros, he salvado el links para el golf”. Dos años después moría James, siendo sucedido por su hermano George, que liquidó la deuda en 1848 y cedió el campo a la ciudad.
La decisiva intervención de la familia Cheape queda reconocida al darle su nombre a un gran bunker situado en el hoyo dos cerca del codo que forma el Old Course Hotel y que también influye en el golpe de salida del hoyo 17. Puede que para algunos un bunker sea poco homenaje, pero para un jugador poco honor puede ser mayor que tener su nombre indisolublemente unido al Old Course.
2 comentarios a “La guerra de los conejos”
Interesante y entretenida historia. Gracias!
Buen trabajo esta recopilación de los hitos en la historia de Saint Andrews.
Es una pena el estado ruinoso de la catedral de que hablas. Lo he conocido y con un poco de imaginación se puede llegar a ver el esplendor de dicha edificación.
Interesante e instructivo.
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