Si pudiesen definir el sonido del toque de su putter con la bola, ¿cómo sería? Dependerá del material con el que se fabrique, de la zona donde se golpee e incluso de la bola que se use. Dicho sonido fue determinante en 1959 cuando Karsten Solheim, un ingeniero estadounidense de origen noruego, se afanó en su garaje para conseguir un putter que le ayudase en su juego. La prueba le resultó satisfactoria y la nota emitida por esta nueva herramienta dio nombre a una de las marcas más famosas del mundo del golf. El revolucionario Ping 1A, diseñado inicialmente para su uso particular, mejoraría no solo el juego de este ingeniero escandinavo sino también el de miles de golfistas en los años posteriores.
El nombre de Ping está indisolublemente ligado a Karsten Solheim y el mundo del golf ha evolucionado gracias a esta vinculación. Desde su garaje, transformó el golf con un putter donde aparecía una cavidad trasera y el peso se desplazaba del centro de la cara del palo a los extremos (talón y punta), generando así un mayor punto dulce para golpear la bola y, por tanto, una mayor tolerancia en el golpe. Estos dos avances serían fundamentales en la innovación golfística de los años posteriores.
La llegada de este genio de la ingeniería llegó en un momento inmejorable, ya que el golf vivía en un profundo letargo tecnológico. Lo que debía ser un palo para el disfrute del propio Solheim se convirtió rápidamente en el putter usado por muchos profesionales del circuito americano que vieron en la nueva herramienta una forma de mejorar sus resultados. Y esta mejoría no tardó en llegar para el profesional estadounidense John Barnum, que se adjudicaría el Cajun Classic Open de 1962 con el nuevo Ping 1A en su bolsa, la primera de muchas victorias profesionales para los putters de Karsten.
La fama que le estaba dando su invento le convenció para montar un pequeño taller en su nuevo domicilio de Phoenix en 1961, donde se había desplazado para continuar su trabajo en la prestigiosa General Electrics. Pero el establecimiento se quedaría diminuto a partir de la victoria de Barnum y un famoso artículo en la revista Sports Illustrated que dispararon la popularidad del noruego. Tanto furor causó el novedoso putter que muchos profesionales no dudaron en usarlo para la Copa del Mundo de 1965 celebrada en Japón y que contó con una importante cobertura televisiva, el salto definitivo al estrellato.
Pero si puede parecer curioso que un invento de tal impacto nazca en un simple garaje de California, más sorprende la ingeniosa hoja de notas que Solheim usó para plasmar su obra maestra. La llegada imprevista de la inspiración es tan inusual como meter un putt de 20 metros en el hoyo 18 y, si hablamos de putts, Karsten Solheim, era el mejor. Por eso, el noruego esbozó el diseño del famoso Ping Anser (contracción de la palabra inglesa “answer”, respuesta) en la funda de un disco de 78 RPM, lo único que tenía a mano en ese momento. Menos mal que Solheim no esperó a encontrar un material más adecuado, pues de aquel bosquejo salió el putter con más victorias profesionales en la historia del golf.
Este genuino diseño le reportó importantes ganancias y le convenció para dejar su notable puesto en la General Electrics y lanzarse a la aventura de fundar su propia empresa. Nace así Karsten Manufacturing, conocida en la actualidad como Ping Golf. A partir de entonces dedicaría todo su tiempo a pensar en el golf, a diseñar para evolucionar este deporte y para generar un legado de numerosos avances tecnológicos. Por lo pronto, el fruto de su ingenio no dejaba de lograr victorias (la primera a cargo de Julius Boros en el Open de Phoenix de 1967) y el Anser no tardó el otorgar el primer grande a Ping al ayudar a George Archer a enfundarse la chaqueta verde de 1969.
Pero si sus ideas con respecto al putter fueron sorprendentes e innovadoras, no hay que desdeñar su eficaz trabajo con su primer juego de hierros. Basándose en el brillante concepto del reparto del peso del palo por los extremos y la nueva cavidad posterior, Solheim diseñó los Ping K1apoyándose en una nueva forma de fundir el material, un conjunto de novedades que generaron unos hierros con el mayor margen de error de la época.
Fue a partir de 1969 cuando Karsten Solheim se lanza a conquistar el mercado golfístico mundial. Dedicando todo su tiempo a la emergente empresa familiar, el ingeniero noruego pronto desarrollaría las primeras maderas de la marca Ping que llevarían su nombre: Karsten1. No obstante, lo que destacaría a su marca en el futuro frente a las competidoras nacería en el año 1972. Debido al importante avance en la fundición de las cabezas de los nuevos hierros, al diseño planteado y a las medidas tomadas por Solheim, desarrolló una base de datos que clasificaba a los jugadores según sus características físicas. Esta serviría para dividir sus palos por puntos de colores que servirían para identificar a un grupo de jugadores con unas determinadas cualidades. Así, todos los clientes obtenían el palo Ping que más se ajustara a su juego. Nacían, en este punto, los palos “a medida” para la mayoría de los jugadores.
En la década de los 70, Ping vivió un afianzamiento notable. Su buque insignia, el putter Ping Anser, acumulaba victorias en los circuitos profesionales y se convertía en 1979 en el palo más usado por los profesionales que jugaron los grandes de aquel año. En su continua expansión, la empresa escuchó la llamada del floreciente mercado golfístico que suponía Europa en aquella época y creó Karsten United Kingdom. Además, en una genial maniobra publicitaria y consciente del éxito de sus palos, Solheim propuso fabricar dos palos de oro para conmemorar cada victoria lograda con uno de sus putters: uno para el campeón y el otro para guardarlo en la sede de la empresa en Phoenix, en la llamada “cámara de los putters de oro”, que ya alberga más de 2.500 ejemplares.
El desarrollo tecnológico posterior se orientó a conseguir unos hierros influyentes en el panorama mundial y en 1978 nacen los Ping Eye, unos palos con un lie más elevado y con un ojo dibujado en la parte posterior de la cara. Pero no sería hasta 1982 cuando el noruego dio con la clave de los hierros de golf al evolucionar el modelo mencionado anteriormente para obtener una obra maestra, los Ping Eye2. Los hierros más utilizados en la década de los 80 fueron los mismos que elevaron a la gloria en 1986 a Bob Tway, que ganó el PGA Championship de aquel año con una espectacular sacada de búnker en el 18 del Inverness Club.
Esta segunda década de existencia de Ping Golf sería la más controvertida, con numerosos logros y con una demanda contra la USGA. Los años 80 destacarían como los de mayor esplendor de la historia de la empresa, con la invención de los wedge de 61º o la consecución de 20 victorias en grandes con putters Ping. Con el récord histórico de ser la primera marca que lograba el Grand Slam en 1988, la compañía se situaba al frente de la industria y Karsten Solheim veía reconocidos sus méritos al ser premiado con el ‘E Award’ concedido por la Casa Blanca a los principales exportadores estadounidenses,.
Sin embargo, esta década Ping volvió a chocar con la USGA cuando esta institución consideró que las estrías de los Ping Eye 2 transmitían demasiado efecto a la bola por su forma en U. Al final, este supuesto inconveniente sería clave para el futuro de la compañía, pues su presidente salió reforzado al ganar el pleito a uno de los organismos golfísticos más poderosos del mundo.
Los años siguientes estarían repletos de reconocimientos, que vendrían acompañados de un cambio de aires en la compañía. En 1990 nacía la Solheim Cup, homólogo femenino de la famosa Ryder Cup, un nuevo evento para el calendario profesional que se celebraría cada dos años y que contaría con la participación de las mejores jugadoras de golf de los Estados Unidos y del viejo continente. La iniciativa para poner en marcha esta competición surgió del ingeniero noruego y se reconoció su labor bautizándola con su apellido.
Más adelante, en el año 1995, se produciría un relevo en la presidencia de la compañía y John Solheim, hijo menor de Karsten, pasaría a dirigir Ping Golf. Desde su nuevo puesto, John ideó una serie de pautas con el fin de mejorar su compañía para seguir creciendo. Por un lado, desarrolló una nueva política de marketing para establecer acuerdos de patrocinio con una serie de profesionales que ahora cobraban de forma fija y no por cada victoria conseguida como en el pasado. Por otro, buscó la modernización en sus materiales y la adecuación de su marca para lanzar todo tipo de productos para la práctica del golf.
Durante años, Ping Golf se apoyó en un sistema presidencialista, basado en las grandes ideas de su fundador y con poca autonomía para el resto del escalafón. Por ello, se dudaba de la trayectoria de la empresa cuando Karsten Solheim dejara el puesto. Sin embargo, su sucesor planteó una serie de cambios en la compañía para darle frescura y alejarla de la imagen tan ligada a la figura de Solheim padre. Gracias a esta nueva forma de concebir el material en 1996 nacen los hierros ISI, primeros en fabricarse utilizando níquel, y en 1998 se comercializa el driver Ping TiSI, como avanzadilla en la creación de este tipo de palos; y se desarrolla un importante sistema de fitting en 2001, basado en la idea primigenia de los puntos de colores.
Posteriormente, el cambio más significativo en cuanto a material fue la aparición de los hierros Ping I3, un nuevo modelo que rompe con todo lo anterior. El diseño varía y la forma de realizar los palos, también. A partir de estos nuevos hierros, la compañía optará por un nuevo modelo para sus creaciones ya este avance en cuanto a materiales se le unen las buenas noticias habituales de su línea de putters, que en el año 2002 sumaba 2000 victorias en los principales circuitos profesionales del mundo.
La noticia negativa, no solo para la compañía sino para todo el mundo del golf, llegaría con el cambio de siglo. El 16 de febrero de 2000 fallecía el elogiado ingeniero noruego en Phoenix. La noticia cayó como un jarro de agua fría sobreel mundo del golf, pero lejos de lo que podrían esperar algunos agoreros su empresa siguió avanzando bajo la batuta de su hijo y hoy sigue siendo una de las principales marcas del mundo del golf.
En las dos últimas décadas la empresa ha seguido introduciendo novedades y logrando éxitos pese a su cambio de orientación. A modo de ejemplo, su driver Rapture consiguió alzarse con el título del Open Británico masculino y femenino de 2007 y la marca ha obtenido numerosos reconocimientos en la prensa especializada y sus productos han acaparado galardones en las listas de premios más prestigiosas (como la “Hot list” de la versión estadounidense de Golf Digest).
La nueva política de marketing que John planteó a su llegada ha aportado importantes beneficios a la compañía. Centrados en patrocinar a grandes figuras o a profesionales rentables, su intención siempre ha sido apoyar a pocos jugadores pero con un porcentaje alto de aciertos. Nombres como Lorena Ochoa, Miguel Ángel Jiménez, Lee Westwood, Ángel Cabrera o Azahara Muñoz suponen un claro referente en sus países de origen. En el caso de la mexicana, Ping obtuvo un importante incremento de ventas entre los amantes al golf del sur de Estados Unidos y el país natal de la exnúmero uno del mundo. No es la primera vez que grandes nombres del golf se alinean del lado de Ping, ya que en el pasado usaron sus putters nombres de la talla de Jack Nicklaus, Gary Player o John Daly, aunque la forma de financiación de entonces, como ya se ha mencionado, difería de la nueva propuesta de Solheim.
Tampoco hay que pasar por alto el guiño que Ping Golf hace a los aficionados latinoamericanos. Al patrocinio de importantes figuras de habla hispana se le une la web oficial de la empresa, la única de las grandes marcas de golf que dispone de dicha herramienta en castellano. Además, su afán por proporcionar un eficaz sistema de prueba de palos ayuda a reforzar vínculos entre los proveedores y los clientes potenciales.
Está claro que Ping Golf ha sido una referencia ineludible en los últimos 50 años y que las ideas de su fundador han sido fundamentales en la evolución tecnológica de los palos de golf al desarrollar hierros, wedges y maderas más fáciles de usar para los jugadores de cualquier nivel. Por otro lado sus putters son auténticos iconos de este deporte, un status que seguramente le debamos al mágico soniquete musical que emitía aquel primer putt, un sonido que cambió para siempre la historia del golf.
3 comentarios a “La historia del golf cambió en un garaje de California”
Muy buen artículo !
La Solheim Cup se fundó precisamente con la indemnización obtenida por el pleito ganado a la USGA en una muestra totalmente desinteresada de devolver al golf lo que las instituciones habían intentado quitarle a la marca. En una muestra de total humildad la familia no quiso utilizar el nombre comercial PING y en su lugar la nombro tras el apellido familiar en honor a su fundador Karsten Solheim.
Hi. Good one. It’s really true??.
Amazing, I’d never thought about my putter sounds.
Whatever, I love it.
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