Por encima de su historia, su tradición o sus organizadores, lo que define un torneo Grande es su carácter; aquello que lo distingue y lo separa del resto, aquello que lo hace único. En cada Grande se sabe qué tipo de juego y qué planteamientos se verán, sabiendo además que ni ese tipo de juego ni esos planteamientos podrán verse en ningún otro torneo. Si el Open Championship representa la eterna vuelta a las raíces y el Masters el espectáculo de un campo irrepetible, el US Open se define por su dureza. La USGA prepara campos ya de por sí difíciles, llevándolos al extremo para que los mejores jugadores del mundo se enfrenten a retos inverosímiles. Ese precisamente es el lema que preside la página web del US Open: “Golf’s toughest test”.
La exigencia del US Open no es tanto técnica y física como mental. El jugador de primer nivel está acostumbrado a verse por debajo del par, a que a bola frene en green y a recuperar con bastante éxito desde un bunker o desde el rough. En el US Open todo eso no ocurre y el golfista tiene que saber adaptarse a unas situaciones con las que habitualmente no se enfrenta: a verse con un resultado muy posiblemente por encima del par, a que la bola ruede sin fin por el green o a que las recuperaciones sean casi imposibles. Si no es capaz de llevar a cabo esa adaptación, perderá toda oportunidad de ganar el US Open.
Muchos han sido los US Open de especial dureza, pero solo uno pasó a la historia con nombre propio. En 1974, el periodista y escritor Dick Schaap escribió un libro que relataba minuto a minuto lo que ocurrió en Winged Foot en junio de aquel año. Su título pasó pronto de ser tan solo el título de un libro a convertirse en el apelativo con que se conocería ese US Open: La masacre de Winged Foot.
Winged Foot es un club privado fundado en 1921 en Mamaroneck, a unos 30 km al norte de Manhattan. Sus dos campos, este y oeste, fueron diseñados por A. W. Tillinghast (el diseñador favorito de la USGA por el número de sus campos en que se ha disputado un US Open), y ha servido como sede del US Open en cinco ocasiones, la última en 2006 ganada Geoff Ogilvy con un monumental descalabro de Phil Mickelson en el último hoyo.
En 1973 el US Open se había disputado en Oakmont, otro de los campos fetiche de la USGA. En la última jornada, Johnny Miller salía a 6 golpes del líder. La lluvia dulcificó las severas condiciones con que la USGA había preparado el campo y ayudó a que Miller firmara la mejor vuelta de la historia del US Open hasta ese momento, con 63 golpes, y la segunda mayor remontada para acabar ganando el torneo por un golpe de ventaja sobre John Schlee. Se dice que los 63 golpes de Miller no hicieron gracia a los rectores del US Open y se extendió el convencimiento, negado hasta la saciedad por la USGA, de que se preparaba una represalia. El propio Miller lo reconocía:
“Un montón de gente me culpa de lo ocurrido en Winged Foot y no puedo decir que esté en desacuerdo. No creo que ellos [la USGA] estuvieran muy contentos después de hacer 63 en Oakmont”.
Sea por el motivo que fuere, los jugadores que acudieron al campo oeste de Winged Foot en 1974 quedaron paralizados al ver lo que se había preparado “como ciervos deslumbrados por los faros de un coche”, dijo Hale Irwin. El campo tenía una longitud de 6961 yardas, una distancia formidable en los tiempos de las bolas de balata y las maderas de palosanto, las calles superaban por poco los 20 metros de ancho y estaban rodeadas de un rough consistente y uniforme de 15 a 20 cm de altura. El profesional jefe del campo era Claude Harmon, ganador del Masters en 1948 y padre de Butch Harmon. Al ver el rough cruzó varias apuestas a que nadie era capaz de bajar del par y para asegurar aún más su dinero hizo que subieran la altura de las cuchillas de las segadoras, de forma que al final del campeonato el rough probablemente superaba los 20 cm.
Los greenes de Winged Foot son unos de los más movidos y con mayores pendientes de todos los Estados Unidos, a pesar de lo cual la USGA los preparó para que dieran velocidad de más de 12 pies con el stimpmeter. Una leyenda dice que un coche pasó la noche del jueves por el green del 1 sin dejar ninguna marca apreciable, de lo seco y duro que estaba.
La dificultad del campo se reveló desde las rondas de entrenamiento. Steve Melnyk tuvo que acabar la suya prematuramente después de jugar siete hoyos porque había perdido en el rough las seis bolas con las que había salido. El impulsivo Bert Yancey exclamó entre aspavientos “¿Dónde coño están los de la USGA?” después de ver que su bola no paraba de rodar en el green del 1.
Los temores de los días previos se tornaron en pánico cuando Jack Nicklaus empezó su primera vuelta. En el hoyo 1 Nicklaus había dejado su bola de dos en green a unos 10 metros de bandera, en ligera cuesta abajo. Golpeó y la bola se pasó de bandera otros 10 metros saliéndose del green. A ese bogey le siguieron otros tres más de forma consecutiva como adelanto de lo que sería la primera ronda para todos los jugadores. Nadie pudo bajar del par del campo y Gary Player fue el único capaz de igualarlo. De los 150 jugadores que iniciaron el torneo, solo 23 pudieron hacer menos de +5 el primer día.
La segunda vuelta vio mejores resultados. Cuatro jugadores bajaron del par y otros tantos lo igualaron. La parte de arriba de la clasificación tras el segundo día estaba colmada de grandes estrellas: Gary Player, Ray Floyd y Hale Irwin compartían primer puesto con un resucitado Arnold Palmer, cuya última victoria en un Grande había sido diez años atrás. A un golpe se situaba un Tom Watson en su tercer año como profesional, sin ninguna victoria todavía y debutante en un Grande. Jugadores de la talla de Trevino, Billy Casper, Ken Venturi, Tony Jacklin o Tommy Aaron fallaron el corte fijado en +13.
La tercera ronda tuvo a Tom Watson como absoluto protagonista. Con 69 golpes, uno bajo, hizo una de las dos únicas vueltas por debajo del par del tercer día, con un juego que anunciaba la grandeza que estaba por venir años después. Hale Irwin le seguía a un golpe y Arnold Palmer a dos, mientras que Floyd y Player empezaban a descolgarse.
El último día Tom Watson hizo honor a la fama que tuvo en sus primeros años de ser un jugador incapaz de cerrar un torneo. En los primeros nueve hoyos perdió toda su ventaja y empezó los nueve últimos un golpe por detrás de Irwin. Un 41 en estos segundos le dejaba en quinto puesto, empatado con Arnold Palmer. Mientras, un desconocido y oscuro jugador llamado Forrest Fezler, que había empezado el domingo a seis golpes del líder, comenzaba una remontada que le llegó a dejar a un solo golpe de la cabeza. En el 16 y el 17 había salvado el par embocando dos milagrosos putts desde 8 y 10 metros, pero su suerte se acabó en el implacable 18. Su drive fue a parar al rough desde donde solo pudo hacer el bogey, quedando a dos golpes de Irwin.
Hale Irwin se dedicó a agarrarse al campo como había hecho desde el primer día, con un juego de supervivencia más pensado en evitar grandes batacazos que en un resultado espectacular. Los primeros 9 hoyos los acabó uno arriba para un total de +5, mientras que en los segundos se puso pronto con +7. A falta de dos hoyos llevaba una ventaja de dos golpes, más que cómoda en cualquier torneo del mundo, menos en Winged Foot. En el 17 su bola se fue al rough, que solo le dio la opción de avanzar 90metros con un wedge. Un soberbio tiro a green le dejó un putt de 3 metros que embocó. Un drive, un hierro dos y dos putts en el último hoyo le hicieron firmar una última vuelta de 73 golpes, para un total de 287, 7 por encima del par, y ganar el primero de sus tres US Open.
Irwin declaró que Winged Foot era el campo más difícil que había jugado nunca y que no pensaba que hubiera jugado mejor que el resto, que simplemente se había arremangado y aguantado el chaparrón, tal y como aprendió en sus años jóvenes como jugador de fútbol americano.
Las críticas y quejas tanto de jugadores como de los medios por las condiciones del campo arreciaron, pero la USGA las toreó impasible. Sandy Tatum, presidente del Comité del Campeonato de 1974 y posterior presidente de la USGA, pronunció entonces unas palabras que pasaron a la historia y que siguen siendo uno de los mantras de la USGA: “No pretendemos avergonzar a los mejores jugadores del mundo, pretendemos identificarlos”. De puertas adentro, los responsables de la preparación de Winged Foot se mostraban satisfechos con el resultado, aunque pasado el tiempo hayan reconocido tácitamente su error. Jim Hand, presidente de la USGA entre 1984 y 1985, declaraba: “En 1974 las condiciones se pueden considerar muy penalizadoras y no fue completamente justo. Cuando tienes a los mejores jugadores del mundo y ninguno puede hacer menos de siete sobre par, hay que sospechar que se puso demasiado difícil”.
Los 287 golpes de Hale Irwin no ha sido el resultado absoluto más alto del ganador de un US Open, como tampoco lo ha sido el +7, ni se produjo en Winged Foot el mayor número de vueltas por encima del par, ni el de menor número de vueltas por debajo, ni se dio el corte más alto. Para cada uno de esos resultados se puede encontrar algún antecedente que lo supere, incluso en épocas alejadas de las anecdóticas primeras ediciones, pero sí es cierto que Winged Foot acumuló cuasirécords en cada uno de esos aspectos, convirtiéndose por derecho propio en la edición más brutal del US Open.
Hace 42 años llovió en Oakmont cuando Miller hizo su histórico 63. En el siguiente US Open los jugadores se enfrentaron a un campo inhumano. Hace ahora tres años, los jugadores pasaban como cosacos por Congressional. Veinte de ellos acabaron por debajo del par y Rory McIlroy ganaba el US Open batiendo 11 récords de anotación. Hace ahora tres años también llovía en Bethesda.
A. W. Tillinghast Arnold Palmer Asian Tour Bert Yancey Claude Harmon Congressional Country Club Dick Schaap Especial US Open 2012 en Crónica Golf European Tour Forrest Fezler Gary Player Hale Irwin Jack Nicklaus Johnny Miller Oakmont PGA Tour Ray Floyd Rory McIlroy Steve Melnyk Tom Watson US Open US Open 2012 USGA Winged Foot
Deja un comentario