The Mines Golf Club estaba siendo atacado por todos los flancos. Robert Garrigus había logrados dos 64 consecutivos para liderar el torneo, Tiger Woods bajaba dos veces de los 70 impactos y era quinto, mientras que Trevor Immelman, en un delirio descontrolado de birdies, firmaba un 63 en la segunda jornada. A pesar de requerir el buen uso de todos los palos de la bolsa, este recorrido cimentado sobre una antigua mina de estaño era tan vulnerable como un campo para principiantes. Los mejores jugadores del PGA Tour pueden dejar esa impresión en los escenarios más insospechados.
Después de dos jornadas del festival bajo par, Bo Van Pelt llevó a un nivel más alto los requisitos necesarios para ganar el CIMB Classic. El torneo en este punto ya no trata de conseguir restar golpes al par en la medida de lo posible, sino que los mismos pares desechan las oportunidades de victoria. La culpa es solo suya tras registrar en casa club un 62 que tiene rasgos de bombardeo indiscriminado sobre la clasificación, una avalancha de puntos rojos en su tarjeta. No parece posible que el golf fuera concebido para conseguir seis birdies en sus primeros nueve hoyos, u otros cinco por los segundos en lo que hubiera supuesto un salvaje menos once al final del día. El número mágico que parpadea de vez en cuando en algún campo del globo, el 59, sacaba su señal de alerta máxima en la tercera jornada disputada en Kuala Lumpur.
Por momentos Van Pelt parecía capaz de decidir un torneo con una vuelta antológica, a falta de 18 hoyos por disputar. Se plantó en el hoyo 18 de The Mines con un planteamiento aparentemente sencillo: el birdie era un 59, el par 60. Pocas cosas por perder en una situación tan favorable. Pero fue en ese punto donde el estadounidense, ganador la pasada semana en Australia, pudo sentir algo que ni había soñado en 17 hoyos jugados. Las dudas hicieron que terminara el 18 con un doble bogey, estropeando una tarjeta impoluta como quien mancha una cuadro perfecto a falta del último brochazo. En el momento definitivo Van Pelt no fue capaz de firmar su obra.
No es el mejor modo de afrontar la última jornada de un torneo como líder, con ese borrón anclado en la memoria. Consiguió alcanzar a Garrigus en primera posición y compartirán partida en los hoyos en que, a priori, se decidirá el destino de la competición. A su favor, el poderoso combustible de la victoria en el ISPS Handa Perth Invitational, con un bonito duelo frente a Jason Dufner incluido. En su contra, las dudas que genera el golf en cualquier mortal que lo practique, y que él ha conseguido evadir durante seis vueltas y 17 hoyos. Los rivales acechan y todo parece girar en torno a Van Pelt, que deberá coger las riendas o verse atrapado.
A solo un impacto de los líderes surgió Robert Kirk, que alcanzó los 63 impactos para subir ocho puestos en la general. Fuera del dominio norteamericano aparecen Brendan de Jonge y Jbe Kruger, con un espectacular y por ahora, insuficiente, global de menos catorce en tres días de golf. A partir de aquí la tabla es más confusa y alborotada, con hasta trece jugadores en un margen de cuatro golpes. Está Nick Watney con menos doce o Jeff Overton, Tiger Woods y Ben Crane con un golpe más. No es conveniente hacer apuestas con tantos candidatos en la plataforma de lanzamiento porque, como demostró Van Pelt al tercer día o cualquiera de los diez primeros en la tabla, el ataque final se plantea inminente. Puede ser cualquiera de ellos.
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