Triunfo histórico, récord, trampolín, punto de inflexión, puesta de largo… Muchos son los términos o expresiones que se han utilizado para describir la reciente victoria del equipo europeo en la Solheim Cup disputada en el Colorado Golf Club. Dada su trascendencia, se ha trazado un acertado paralelismo histórico con la Ryder Cup que se jugó en 1987 en Muirfield Village, primera vez que el combinado europeo masculino se hacía con la copa al otro lado del charco.
Pero el futuro del golf femenino europeo, cuya mayoría de edad se vio traducida en un contundente 18-10 en el marcador de la Solheim Cup, pasa porque el Ladies European Tour aproveche la oportunidad que se le presenta con este triunfo.
A su favor, el impacto global del resultado y el tirón de las nuevas generaciones de golfistas continentales, que aúnan calidad y “potencial de marketing”. En contra, el desarraigo de estas mismas jugadoras y la subordinación del Ladies European Tour ante el LPGA Tour en el panorama golfístico internacional. No hay que olvidar que once de las doce jugadoras europeas están radicadas en el LPGA Tour estadounidense y la duodécima, la estrella adolescente Charley Hull, ya ha pedido permiso para jugar la segunda fase de la escuela antes de cumplir 18 años. De las doce jugadoras europeas, solo Carlota Ciganda, actual número uno de la orden de mérito, juega en esta orilla del Atlántico con cierta regularidad.
A estos inconvenientes hay que sumar las dificultades que tuvo el Ladies European Tour para “vender” la Solheim Cup de 2015 después del gran triunfo del conjunto europeo en Irlanda en 2011. Después de un proceso confuso, con demasiados plazos incumplidos y frentes abiertos, la edición de 2015 acababa en Alemania y se transmitía cierta imagen de improvisación, seguramente potenciada por la difícil coyuntura socioeconómica del Viejo Continente.
La victoria de Killeen Castle llegó y se fue sin que tuviera un efecto palpable sobre el día a día del Ladies European Tour, algo que los rectores de este circuito no pueden permitirse en esta ocasión.
Una vez escenificado el cambio de guardia en la jefatura del circuito femenino europeo, todas las miradas se centran en el nuevo director ejecutivo, Ivan Khodabashkh, que deberá sacar el máximo partido al éxito de la Solheim para reforzar el organismo que dirige y evitar que se anquilose en su papel de mero escalón de promoción hacia el LPGA Tour.
De momento, se ven ciertos “brotes verdes” en su gestión, como el reforzamiento del LET Access Series, “segunda division” del LET ideada por el equipo de Alexandra Armas, anterior gestora del circuito. En poco más de tres años se ha conseguido crear un calendario más que respetable que ofrece una vía de escape competitiva a aquellas golfistas que aún no tienen tarjeta y que están huérfanas de torneos (más si cabe después de la desaparición de competiciones nacionales como el Banesto Tour español).
Por otro lado, la vinculación del LET a ISPS, el proyecto del filántropo japonés Haruhisa Handa, y la creación del ISPS Handa Ladies Masters, torneo que pretende convertirse en el buque insignia del golf femenino europeo (a imagen del The Players del PGA Tour, o del BMW PGA Championship del European Tour), son pasos interesantes para avanzar hacia la meta de la independencia empresarial y deportiva, pero la principal baza de reconocimiento global sigue siendo la Solheim Cup.
“Hay grandes empresas que afirman que quieren respaldar el golf femenino. El éxito de la Solheim nos ayuda”, declaraba hace escasas fechas Ivan Khodabakhsh a Iain Carter, corresponsal de golf de la BBC. “También nos ayudará a llevar nuestro producto a la televisión. En ocasiones los prejuicios dificultan la venta del golf femenino”.
El nuevo jefe del LET afronta un notable reto, pero se le fichó justamente para eso: para otorgar visibilidad, conseguir estabilidad y garantizar la viabilidad de un circuito que ahora mismo está lejos de competir en igualdad de condiciones con su homólogo estadounidense. Khodabakhsh quiere que en el calendario del Ladies European Tour haya diez o doce pruebas al año que sirvan para atraer a las “europeas-americanas”, todo un desafío económico y deportivo. La Solheim Cup y la proyección de las jugadoras europeas deberían ser sus principales activos.
“Todas mostraron una capacidad competitiva increíble y tenemos que llevarlo al gran público. Tenemos que llevárselo a los aficionados al deporte, no solo a los aficionados al golf”. Un objetivo encomiable, una oportunidad que no se puede dejar pasar.
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