US Open 2015

La USGA, lo difícil y lo injusto

José Ramón Rodríguez | 21 de junio de 2015

Ben Hogan y Jack Fleck, protagonistas del mítico US Open de 1955

El US Open de 1955 merece ser recordado por dos motivos. El primero, el más evidente, porque fue acaso la derrota más dolorosa de Ben Hogan, que partía como gran favorito y contaba con el apoyo de todos los aficionados para conseguir su quinto US Open, algo nunca logrado. Hogan acabó su última ronda con dos golpes de ventaja; la televisión dejó de emitir el torneo una hora antes de que acabara el último jugador dando a Hogan por seguro vencedor, pero entonces apareció una cenicienta inoportuna llamada Jack Fleck que consiguió hacer dos birdies en los cuatro últimos hoyos del recorrido Lake del Olympic Club de San Francisco. De esa forma Jack Fleck forzaba un play-off en el que venció con unos palos marca Ben Hogan y un prodigioso juego de putt.

El US Open de 1955 fue el canto de cisne de Hogan, que nunca volvió a tener tan cerca la victoria en un Grande y que solo ganó un torneo más en su carrera, el Colonial de 1956. Por su parte, la victoria dio a Fleck un trofeo, los 6000 $ del premio, una cantidad 10 veces superior en concepto de patrocinios, invitaciones y exhibiciones, y cierta fama. Fleck visitó los programas más importantes de la televisión americana y se entrevistó con el presidente Eisenhower. Jack Fleck lo tenía todo para convertirse en un nuevo héroe popular al encarnar, una vez más, el mito de David contra Goliath tan del gusto americano, pero había cometido un error imperdonable. Le había arrebatado un récord al mejor jugador del momento, al Halcón, al jugador del swing perfecto que había escrito una historia de superación recuperándose de un accidente de coche y de los ominosos pronósticos médicos para ganar seis Grandes en los cuatro años siguientes, al hombre cuya vida se había llevado al cine en 1951. La prensa fue especialmente feroz con Fleck. Simplemente no les interesaba.

Fleck ganó dos torneos más en su carrera y estuvo muy cerca de matar a otro ídolo cuando quedó a tres golpes de Arnold Palmer en el US Open de 1960, la única victoria de Palmer en el abierto americano. Según Fleck, en 1960 solo le faltó un poco de suerte.

El segundo motivo por el que hay que recordar el US Open de 1955 es porque a partir de ese año la USGA asumió el control total sobre la preparación del campo donde se iba a celebrar su torneo, para enfrentar a los jugadores con “la prueba de golf definitiva”. La dureza propia y característica de un US Open no es gratuita. La USGA es consciente de que la preparación atlética y técnica de los jugadores ha mejorado con los años y de que disponen de un material cada vez de mejor calidad que convierten a los campos normales en juguetes rotos y a jugar por debajo del par del campo en algo casi trival. Por eso, la USGA necesita enfrentar a estos jugadores con un reto acorde a sus capacidades.

Pero crear ese reto es un reto en sí mismo. Para el US Open se eligen campos difíciles a los que la USGA da una vuelta de tuerca, añadiendo distancia, modificando el par a algunos hoyos, endureciendo el rough o planteando banderas difíciles en unos greenes velocísimos. Con esa preparación, la USGA se ha movido con frecuencia en el filo de la navaja que separa lo difícil de lo injusto y ha sido criticada con frecuencia por ello. Mike Davis, director ejecutivo de la USGA lo reconocía con cierta sorna recientemente:

“No sería un US Open si no hubiera algo de runrún. Lo aceptamos. De hecho, puertas adentro decimos que si no hay nadie que se queje es que algo estamos haciendo mal”.

A pesar de todo, la USGA suele salir triunfante con sus planteamientos, pero en ocasiones cruza la línea roja. La más famosa de todas esas ocasiones fue la tormenta perfecta orquestada en Winged Foot en 1974, pero hay otras, más recientes, menos conocidas y puede que más sorprendentes.

El árbol de Hinkle
Lon Hinkle desafió a la USGA con una nueva ruta en el US Open de 1979

Lon Hinkle desafió a la USGA con una nueva ruta en el US Open de 1979

El atajo de Hinkle

El atajo de Hinkle

La USGA ha sido la única organización que ha alterado el diseño de un campo entre dos rondas de una competición. Fue en el US Open de 1979 disputado en Inverness, Ohio. El partido de Lon Hinkle y Chi Chi Rodriguez esperaba su turno para jugar en el tee del 8, un par 5. Como había tiempo, Hinkle miró los alrededores y encontró un glitch en Matrix en forma de hueco entre los árboles que rodeaban el tee y que permitían jugar el hoyo por la calle del 17, acortando considerablemente el camino hasta el green del 8. Hinkle lo consultó con su caddie y decidieron probar: hierro dos, hierro dos y dos puts, birdie. Chi Chi siguió entusiasmado la nueva vía.

La USGA reaccionó expeditivamente plantando con rapidez un falso abeto de cinco metros de alto para tapar el hueco esa misma noche. El árbol pasó a ser conocido desde entonces como el árbol de Hinkle y constituye uno de los dos grandes hitos del club junto con un reloj que los jugadores regalaron al club durante el US Open de 1920.

Greenes como mesas de billar
Payne Stewart no podía creerse lo que le acababa de ocurrir en Olympic Club

Payne Stewart no podía creerse lo que le acababa de ocurrir en Olympic Club

Los greenes son uno de los instrumentos de tortura preferidos por la USGA. A posiciones de bandera extremas se le une una velocidad fuera de lo común en el stimpmeter para transformar los greenes en verdaderas mesas de billar. Si hay una imagen que resuma un green USGA es la de Payne Stewart con los brazos cruzados y sujetando el putter mientras veía como un putt para birdie de menos de tres metros rodaba imparable hasta detenerse a más de ocho en el green del 18 del Olympic Club durante la segunda ronda del US Open de 1998. La USGA había colocado la bandera en el vértice de un nervio, de modo que los jugadores que se pasaban con el putt cuesta arriba se enfrentaban con un putt de vuelta aún más largo. Kirk Triplett no tuvo la paciencia de Stewart y, sabiéndose fuera del corte y cansado de ver rodar su bola, la paró con el putter y acabó el hoyo, asumiendo la correspondiente penalización.

Con esa bandera la USGA pasó claramente la línea roja, aunque lejos de reconocerlo se deshizo en excusas y eufemismos para justificarla. Incluso David Fay, exdirector ejecutivo de la USGA, se tomó a broma la acción de Triplett cuando declaró que había que concederle una exención para el año siguiente por lo original de su protesta.

Los greenes fueron los protagonistas de nuevo en el US Open de 2001 disputado en Southern Hills. La combinación de pendientes pronunciadas y altas velocidades de green convirtieron a los greenes de los hoyos 9 y 18 en imposibles, hasta el punto de que los tres líderes del campeonato, Stewart Cink, Retief Goosen y Mark Brooks, acabaron haciendo tres putts en el último hoyo, los dos primeros jugando desde cinco y tres metros respectivamente. La USGA solo reconoció parcialmente el error: la preparación del green del 18 había sido culpa suya, los malos resultados en el 9, de los jugadores por no saber entender la forma de jugarlo.

El último desmán con los greenes ocurrió en Shinnecock Hills en 2004. Deseosa de que el campo estuviera más rápido y firme, la USGA decidió cerrar el grifo del agua para las dos últimas rondas. Llegado el domingo el campo estaba tan seco que se tomó la decisión sin precedentes de refrescar los greenes entre partidos, especialmente el del hoyo 7 que había quedado injugable. El espectáculo fue bochornoso, según se reconoció desde la USGA, y solo sirvió para explicar que ese fuera el segundo US Open con la media de golpes más alta (78,7) y solo dos jugadores por debajo del par.

Bethpage
El selvático rough de Bethpage en 2002

El selvático rough de Bethpage en 2002

El rough y la distancia son dos de los elementos que la USGA utiliza en su cruzada para salvaguardar el par. Hoyos pares 5 degradados a pares 4, pares 4 de más de 450 metros y colosales pares 3 como el 8 de Oakmont en 2007 con 264 metros o el 3 de Merion en 2013 de 235 metros cuesta arriba. Y para que la potencia se acompañe de precisión esos hoyos se enmarcan con un rough endiablado, de altura progresiva para graduar la severidad de la penalización según sea sea de grande el fallo desde el tee. Para la USGA un jugador que vaya al rough debe perder medio golpe.

El hoyo 10 de Bethpage en 2002, el primer campo público que albergaba un US Open, fue el ejemplo perfecto de la capacidad punitiva de la unión ilegítima de esos dos conceptos. En 2002 los jugadores se enfrentaron a ese par 4 alargado hasta los 450 metros, teniendo que sobrevolar desde el tee casi 250 metros de un rough dejado crecer hasta las rodillas para alcanzar la calle. Si se suma la lluvia y algo de viento de cara no es extraño que cerca de la mitad de los jugadores no fueran capaces de hacerlo, según dijo Mike Weir. Esa es la gran paradoja de añadir distancia a los hoyos de forma irracional: intentando luchar contra los pegadores se acaba por seleccionarlos al perjudicar a aquellos que no van tan largo.

Chambers Bay es un campo estéticamente atípico para el US Open, celebrado habitualmente en parklands clásicos americanos, pero tiene el ADN que la USGA le pide a una de sus sedes. A todas las modificaciones que introduce habitualmente la USGA en un campo, Chambers Bay permite una dificultad adicional no probada hasta ahora. Los tees de algunos hoyos están ligeramente inclinados, de manera que la mejor zona para pinchar la bola estratégicamente hablando, puede que no sea la más llana. Los jugadores siempre podrán encontrar un sitio plano, pero no será el que más les conviene.

La elección de la sede de este año y su preparación, especialmente los greenes, no ha dejado indiferente a nadie. Ahí tiene la USGA el runrún que le sirve como la prueba de las cosas están bien hechas.

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