No despierta ninguna sorpresa decir que Tiger Woods es capaz de ganar como lo hacía en sus mejores tiempos. A su temprana victoria en Pebble Beach, en la que demostró el poderío de antaño, se sumó hace unos días el triunfo en Doral, donde no solo venció a base de golpes sino imponiendo también sus ideas. Era Woods en un estado de control, intenso y seguro, evitando los fallos a base de aplicar una estrategia digna de un general y, sobre todo, haciendo ver a sus rivales que no iba a cometerlos. Hacía tiempo que no le veíamos alcanzar este estado, que definió Jack Nicklaus a la perfección al finalizar el Masters del año 2002. “Tiger no hizo nada en los últimos nueve hoyos, excepto mantenerse fuera de peligro. Nadie le retó. Fue fácil. Yo lo hice una docena de veces. Fue emocionante ver a un jugador maduro e inteligente, alguien con tanto control de sí mismo y de lo que hacía”.
El siguiente paso, evidentemente, es llevar ese repertorio técnico y mental al Masters de Augusta. Pero desgraciadamente para Woods solo existen cuatro semanas al año señaladas en rojo y es posible que, como en sus días dorados, algo no funcione a la perfección y no consiga vencer en un major. Hay un delicado equilibrio entre hacer todo lo posible para ganarlos y las circunstancias que rodeen a esas citas, desde la intensidad con la que sople el viento o la sensibilidad que tenga en las manos a la hora de patear. A veces es imposible hacer que coincida todo; por eso eso son tan difíciles y por eso se llaman grandes. Sin embargo, en los días de Tiger, existió algo que caracterizó el dominio que impuso en el golf mejor aún que sus grandes triunfos. Fue la continuidad, su insaciable apetito. En dos ocasiones distintas, Woods fue capaz de sumar seis triunfos seguidos. ¡Seis triunfos seguidos! Era algo que no se veía desde tiempos remotos y que incluso estuvo a punto de trasladar la certeza a las casas de apuestas. La novedad y lo extraño no era que ganara un rookie o un jugador en el ocaso de su carrera, sino que simplemente no ganara Tiger Woods.
No parece una casualidad que pueda volver al número uno del Ranking Mundial con una victoria en el Arnold Palmer Invitational. La prueba que afronta Woods esta semana no es la de un torneo que sirva como preparación para el Masters, sino más bien la que reafirme su capacidad para competir siempre cerca de su mejor nivel, algo que no consiguió durante 2012. Sería la octava vez que triunfa en Bay Hill pero, ante todo, sería la victoria del dominio, que enviaría un mensaje muy claro al resto de contendientes: “Si quieres ganar este año, primero tendrás que vencerme a mí”.
Ese resto de jugadores no son unos cualquiera. Jason Dufner, Lee Westwood, Justin Rose, Ian Poulter, Keegan Bradley, Phil Mickelson, Graeme McDowell, Branden Grace, Jason Day, Brandt Snedeker, Hunter Mahan, Bubba Watson o Webb Simpson han visto todo lo que ha sufrido Tiger y han crecido como deportistas durante los últimos años. Ellos también buscarán su oportunidad en Florida y si muestran su mejor versión no solo podrían optar a la victoria, sino que puede que nadie sea capaz de arrebatársela.
Sergio García podría ser uno de ellos. Desde hace unos meses lleva hablando el mismo idioma que comprenden los majors, basado en la regularidad y la constante búsqueda de opciones de victoria, no de arrebatos de talento. Ocho top 10 en las últimas trece pruebas que ha disputado hablan de un jugador más maduro que, por diversas circunstancias, se ha visto obligado a ser más paciente de lo que le hubiera gustado. Sus objetivos van de semana o semana, sin pensar en Augusta, Merion, Oak Hill o Muirfield. Y hace bien, porque si echa un vistazo a la biografía de Ben Hogan comprobará que el primero de sus nueve grandes llegó cuando tenía 34 años, justo uno más que los que cuenta el castellonense.
Gonzalo Fernández-Castaño también tomará salida el jueves en Bay Hill, en un nuevo intento de hacerse con la tarjeta del PGA Tour. Antes del Masters, jugará también el Valero Texas Open y los presagios son positivos: ha sido su mejor comienzo de temporada de los últimos años. Aún puede recordar con todo tipo de detalles el top 10 del Accenture Match Play y cómo no estuvo demasiado lejos de terminar algo más alto. En muy pocas semanas comprobará si de verdad está preparado para ello, es decir, ganar ante los mejores, y si juega como sabe podríamos encontrarnos dentro de unas semanas hablando de un deportista que ha sido capaz de liberar todo su potencial.
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