Las tablas del suelo de la casa club crujen al paso de los socios. Se ven ajadas y picadas de viruela por las incontables marcas dejadas por los antiguos clavos metálicos de los zapatos. Pero nadie piensa en pedir que se cambie el suelo. Quien lo hace recibe una respuesta destemplada: “Algunas de esas marcas las hizo Bobby Jones”. Ese es el nivel de culto a la tradición que se tiene en Merion, un club que solo permite jugar andando, que no admite ningún tipo de medidor de distancia, a pesar de no haber marcadores de distancia en el recorrido, en el que los teléfonos móviles están absolutamente vetados, que cuenta con un rígido código de vestimenta que obliga a estar descubierto dentro de la casa club y que no permitió jugar en pantalón corto hasta hace pocos años. En palabras de Fred Austin, profesional del club durante 19 años, “Antes doy una clase en calzoncillos que salir a campo sin la camisa y la pajarita adecuada”.
La importancia de su historia y la tradición en Merion se muestra en su enorme archivo documental, el mayor y más extenso de cualquier club de golf, que conserva todas las actas del club desde 1865, cientos de miles de documentos, fotografías, planos y tarjetas de resultados. Es ese archivo el que sirve de fuente para desmentir ciertas leyendas de su historia.
Merion se funda a las afueras de Filadelfia como club deportivo de cricket y tenis en 1865, uno de los primeros del país. La fiebre por el golf que asuela Estados Unidos a finales del XIX ataca a Merion en 1896, construyendo un campo de golf para disfrute de unos cuantos socios que se habían contagiado de la nueva moda. La empresa deja al club en la bancarrota de la que solo pueden salir haciendo, de mala gana, una ampliación del número de socios. Sin embargo, ese primer campo tendrá una vida breve porque queda rápidamente obsoleto con la llegada de la bola Haskell.
Hacia finales de la primera década del siglo XX, el club decide construir un nuevo campo que sustituya al antiguo y para ello adquieren un terreno a la Havenford Development Company y le encargan el diseño a Hugh Wilson, inmigrante escocés de 32 años, licenciado en Princeton, director de un empresa de seguros y gran jugador de golf, pero sin ninguna experiencia como arquitecto de golf. La leyenda dice que el club envió a Wilson a Escocia e Inglaterra en 1910 durante siete meses para estudiar y copiar el diseño de los campos europeos, como era costumbre en la época, pero lo cierto es que no hay ningún registro documental de ese viaje. Se han examinado todos los pasajes de viajes transatlánticos sin encontrar ninguno a nombre de Hugh Wilson y tampoco figura ningún asiento de tal viaje en la contabilidad del club.
Sí es cierto que Wilson hizo un viaje a las islas británicas en 1912, pero para ese momento el campo ya estaba diseñado, preparado y sembrado desde el otoño de 1911. El viaje de 1912 quizás sirvió para dar los últimos retoques al campo, pero nunca pudo servir como fuente de inspiración de todo el proyecto. Este viaje cuenta con una serendipia como estrambote: Wilson tenía un pasaje reservado en el Titanic para volver a Estados Unidos, pero lo anuló porque decidió alargar su estancia unos días. El 12 de septiembre de 1912 el viejo campo se cerró oficialmente, aunque permaneció en uso durante un año, y dos días después se inauguraba el que ahora conocemos como Campo Este.
Es un misterio cómo un simple jugador fue capaz de meter en un terreno con forma de V de poco más de 50 hectáreas (muy poco espacio incluso para los estándares de la época) uno de los campos más brillantes del mundo. Merion es un campo ecléctico y memorable en el que cada hoyo tiene un carácter propio. Solo con diseño meditado, hábil y meticuloso pudo Wilson sacar hoyos extraordinarios donde otros no hubieran conseguido más que vulgaridades. La capacidad de Hugh Wilson no quedó plasmada solo en Merion. Años después diseñó los cuatro últimos hoyos que quedaron por construir de Pine Valley, otra de las joyas del golf mundial, tras la prematura muerte de George Crump, su diseñador e impulsor.
Las posibles carencias como arquitecto Wilson las suplió con ingenio. Para colocar los bunkers del campo simuló su localización con grandes telas blancas que unos operarios iban desplazando para poder visualizar el efecto del bunker antes de excavarlos en su emplazamiento definitivo. Los bunkers de Merion son uno de sus características distintivas. Son bunkers de aspecto natural y salvaje, con un talud muy pronunciado y rodeados de largas barbas de hierba ensortijada (“cejas” las llaman los locales) que dificultan aún más el juego. La altura e inclinación del talud hacen que el jugador tenga la sensación de que lo están mirando de frente, intimidándolo. Esas son las caras blancas de Merion, como las bautizó Chick Evans en 1916.
El Campo Este de Merion ha permanecido casi inalterado en sus más de cien años de historia. Solo el hoyo 1 ha cambiado sustancialmente, para alejarlo de una carretera con la que lindaba. El personal y la dirección del campo se esfuerzan en mantenerlo tal cual fue creado y en condiciones de campeonato nacional, con una velocidad en los greens de alrededor de 13 pies.
Merion ha albergado más campeonatos regidos por la USGA que cualquier otro campo estadounidense, entre ellos cinco US Open y seis US Amateur. De Merion se ha dicho que no es que sea grande por que allí se ha hecho historia, sino que se ha hecho historia porque Merion es grande.
Uno de esos momentos históricos ocurrió el sábado 10 de julio de 1950. En la segunda vez que Merion acogía el US Open, Ben Hogan volvía a jugarlo después de 16 meses del accidente de coche que casi le cuesta la vida. Una mañana de febrero de 1949, Hogan estrelló frontalmente su Cadillac contra un autobús de la compañía Greyhound en un puente cubierto por la niebla a las afueras de Van Horn, Texas. Muchos le dieron por muerto y bien pudo haber sido así; al abalanzarse sobre el asiento del copiloto para proteger a su mujer con su cuerpo, se libró de clavarse la columna de la dirección en el pecho. A cambio se fracturó la pelvis, la clavícula, varias costillas y el tobillo izquierdo. En los primeros días sufrió fenómenos tromboembólicos que amenazaron su vida. Pocos eran los que pensaban que podría volver a andar, por no decir jugar al golf. Sin embargo, poco más de un año después quedaba cuarto en el Masters.
Hogan se mantuvo durante todo aquel US Open en los puestos de arriba, a pesar de jugar con intensos dolores en las piernas, una secuela que le acompañaría hasta el final de sus días. El último día, en el colosal hoyo 18 necesitaba hacer el par para forzar el play off. Sacó el hierro uno y dejó la bola a unos 12 metros del hoyo desde donde hizo dos putts. En el play off del domingo derrotó a George Fazio y Lloyd Mangrum por cuatro y seis golpes de ventaja respectivamente. Esta victoria de Hogan no fue solo un fugaz arresto de genialidad, sino un decidido gesto de autoafirmación. A partir de ese momento, Hogan ganó cinco de los siete siguientes Grandes en los que participó.
El finish de Hogan en el 18 de Merion fue inmortalizado por el fotógrafo Hy Peskin, de la revista Life , produciendo uno de los iconos del la historia del golf. El hierro 1 usado por Hogan estuvo perdido, pero años después fue hallado y hoy se guarda en las vitrinas del museo de la USGA.
Hogan dejó una impronta indeleble en Merion pero nada comparable con la dejada por Bobby Jones. En 1916 Merion debutaba como sede de un torneo masculino de la USGA acogiendo el US Amateur. En esa edición, ganada por Chick Evans, debutaba también Bobby Jones en un torneo nacional. Con tan solo catorce años llegó hasta cuartos de final.
Ocho años después el US Amateur volvía a Merion, y con él Bobby Jones, ganador del US Open del año previo. Bobby Jones literalmente barrió a su contrincante George Von Elm en la final por 9&8. El circulo que se había abierto en el año 24 se cerró el 27 de septiembre de 1930, cuando Jones ganó su quinto US Amateur a Eugene Homans por 8&7. Conseguía de esa forma el Gran Slam y ponía punto final a su carrera de jugador de competición para dedicarse a sus estudios y hacer realidad Augusta National. El estrecho vínculo de Bobby Jones con Merion parece suficiente motivo para no cambiar el suelo de madera de la casa club.
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