Las cadenas de televisión están en éxtasis y los comentaristas dan botes en sus asientos. Quedan poco más de diez días para el Masters y Tiger se parece mucho al jugador que dominó el golf durante una década, de hecho, con tan solo tres victorias este año ha hecho que las audiencias se multipliquen como los panes y los peces. ¿Qué es lo mejor que podría pasarles ahora? Que Rory McIlroy, nuevo número dos del mundo, encontrara en competición lo mismo que demostró poseer desde que barriera a cualquier pobre aspirante en el pasado PGA Championship. Esto es, por si lo habíamos olvidado, un juego de tee a green tan descarado como preciso y la capacidad para meter putts importantes al final de los torneos.
La siguiente prueba que tiene por delante es el Shell Houston Open y será la última que dispute antes de acudir a Augusta. Las expectativas están por las nubes. Un jugador que no ha contado con opciones de victoria a lo largo de 2013, que se retiró de un torneo abrumado por su mala forma, es favorito para la victoria. Incluso el mismo Tiger, tras ganar el Arnold Palmer Invitational, le envió un mensaje tan claro y contundente que parecía indicar que el joven Rory es capaz de vencer si de verdad lo desea con fuerza. “Me dijo que me sacara el dedo del culo y ganara esta semana”, dijo en rueda de prensa. En efecto, se trata de un jugador distinto. Y si es capaz de vencer como le dice su amigo y rival el golf podría encontrarse con un regalo inesperado, a las treinta y siete primaveras del número uno. Podría ser el duelo que tanto tiempo ha estado esperando.
“Me siento bastante bien”, comentó McIlroy en Humble, Texas. “La última vuelta competitiva que jugué fue la última jornada en Doral e hice 65 golpes. Sentí muchas cosas buenas allí. Los entrenamientos han ido bien y obviamente es muy distinto a la competición, pero definitivamente vi cosas buenas en Doral y estoy deseando volver esta semana”. Llevar las horas de prácticas a buenos resultados en el campo no es una tarea sencilla, y son legión los profesionales campeones en la cancha de prácticas que colapsan cuando ven su nombre en la clasificación. Rory, sin embargo, ha sido capaz de mostrar una facilidad inaudita para volver a su mejor forma en tiempos récord. Del mismo modo que Woods es capaz de mantener el control de lo que ocurre en las últimas jornadas, el norirlandés también tiene su propio superpoder; una clase de exención de ciertas leyes físicas que poseen todos los grandes atletas. Ocurrió por primera vez entre el Masters de 2011 y el siguiente U.S. Open. McIlroy se recupera a la velocidad de la luz.
“No pienso en ello demasiado”, dijo sobre el inminente duelo por el número uno del Ranking Mundial. “Quiero volver a ser competitivo en los torneos e intentar ganar. Creo que es una buena semana para intentarlo, con el Masters tan cerca. Estoy muy centrado en esta semana en Houston, en intentar jugar bien”. El Redstone Golf Club cuenta con una preparación muy similar a la del Augusta National y muchos otros grandes jugadores han optado por viajar allí, en un intento de adaptarse a un rough con una altura muy similar a la del primer grande del año. Es el caso de Louis Oosthuizen, Lee Westwood, Hunter Mahan, Phil Mickelson, Keegan Bradley o Brandt Snedeker, que han provocado que el número de puntos en juego para el Ranking podrían ascender de nuevo a McIlroy a lo más alto con una victoria.
Hay más de mil kilómetros de distancia entre Houston y Augusta, pero esta semana parecen estar unidos de algún modo a través de un chico de veintitrés años. ¿Será capaz Rory de volver a recuperarse milagrosamente? ¿Volverá a presentar lo mejor de sí mismo o seguirá la evolución natural que siguen el resto de jugadores? “Siento que voy en la dirección correcta”, dijo en la última pregunta que le formularon antes del torneo. La respuesta definitiva, en el campo durante los próximos cuatro días.
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