A estas horas el debate corre como la pólvora por las redes sobre si Tiger es efectivamente víctima de los temidos yips o no. Particularmente creo que no tenemos la más remota forma de saberlo sin hacerle las debidas pruebas o sin usar electromiografía para conocer el nivel de actividad muscular durante el swing de chip y pitch. También he de confesar que pongo todo mi corazoncito en que los agoreros, con Hank Haney a la cabeza, estén equivocados y confío en que lo que Tiger haya atravesado en los últimos meses no sea más que una combinación de falta de entrenamientos, falta de competición y niveles disparados de ansiedad.
En cualquier caso, no creo que sea de recibo atribuir la responsabilidad de los problemas a aspectos técnicos. Y es aquí donde entramos en materia. Tiger es un jugador con unas capacidades probablemente innatas y unas habilidades y competencias adquiridas muy superiores a las de los demás mortales. ¡Es absolutamente demencial pensar que Tiger no puede hacer funcionar con efectividad cualquier estilo o variante técnica que a él se le antoje, hasta el punto de ser incapaz de mover la bola del sitio más de metro y medio! Leo a compañeros y analistas que analizan si la posición de bola está demasiado retrasada o adelantada, si sube con la cara del palo cerrada, si la suelta es demasiado vertical. Yo creo que hay un punto en el que la histeria colectiva se apodera de nosotros. Estamos hablando de un jugador del calibre de Tiger Woods. Si sólo le permitiésemos usar un brazo, le pusiéramos a la pata coja y le vendáramos los ojos, aún, a la inmensa mayoría de practicantes de este deporte, nos daría una paliza de escándalo. Incluso si el palo que le diésemos fuese de zurdos y tuviera que jugar con la punta dada la vuelta estaríamos en serios apuros. Y ahora resulta que se volea los greenes en golpes de 15 metros porque la bola está 5 cm demasiado retrasada en el stance. Se nos ha olvidado ya, por desgracia, que Seve sacaba bolas de bunker entre las piernas y hasta con un rastrillo.
La cuestión es si Tiger se ha convertido en algún momento en presa de todo esto. El golf no es un deporte que plantee un solo problema y, por tanto, exija una única solución. Muy al contrario, el golf plantea un problema distinto en cada golpe (lie, distancia al objetivo, condiciones del green, peligros cercanos), lo cual exige soluciones distintas. Por tanto, la flexibilidad y la capacidad de adaptación son cualidades inherentes al golfista funcional.
Lo que Tiger me transmite, sin embargo, desde la lejanía cuando habla de las ya legendarias «reps» o repeticiones que necesita para grabar la técnica que persigue es que se abandona a una única solución y que, además, se convence de que debe ser perfecta para ser funcional. Y además esa, exactamente esa y no otra. El grado de exigencia (que yo quizás llamaría angustia) al que se somete es enorme. Y encima, luego el golf le golpea con problemas diferentes, sobre todo en competición, y después de miles de «reps» le asaltan dudas. Nuevas cuestiones que no es el momento de resolver con procesos conscientes. Es el momento de la verdad, esos deberes deberían estar hechos ya y el jugador debe estar en una posición en que su habilidad para reaccionar a situaciones externas cambiantes de forma casi inconsciente debe resolverle el problema. Y cuando los ajustes son conscientes, en momentos de presión, después de haberse sometido a miles de tensas y exigentes «reps»… Espero haber sido capaz de transmitir que el estado mental no va a ser el idóneo. En el momento en que el jugador debe estar pensando qué golpe crear, qué trayectoria, cómo va a reaccionar la bola en el green; lo que tiene en mente es si le vale esa técnica, si resolverá ese problema con esa mecánica. Esas dudas son el germen de los yips.
El jueves empieza el Masters. Durante las sesiones de prácticas se ha visto a un Tiger funcional y fluido. Sinceramente, espero que haya utilizado este tiempo apartado de la competición para entrenar de forma sabia, combinando los aspectos mecánicos que quiera mejorar con la práctica variada, reactiva, emulando situaciones reales, incluso apostando para incluir tensión en los entrenamientos. Si es así, la capacidad de Tiger de generar excelencia está desde hace mucho fuera de toda duda.
Durante la práctica hay un par de palabras que considero claves para el desarrollo de las habilidades que un jugador necesita para aumentar su rendimiento:
• El entrenamiento debe ser simultáneo. No hay tiempo que perder, no espere a ser mecánicamente excelente para empezar a exponerse a situaciones aleatorias o jugarse una cerveza en el putting green con sus amigos. La exposición a esas situaciones va a despertar su instinto, el atleta que lleva dentro. Ese proceso va a ayudarle a forjar soluciones mecánicas viables. Recuerde que las escuderías de F1 no afrontan las carreras solo con lo que los ingenieros aportan fruto de sus modelizaciones. Hacen largas sesiones de pruebas, muchos kilómetros en los que el piloto da un feedback fundamental para mejorar el coche. Su golf no es muy diferente.
• Diseñe estrategias para la transferencia. El trabajo mecánico es fundamental cuando hay limitaciones persistentes. Pero esas nuevas mecánicas hay que incorporarlas a su naturalidad y eso no sucede porque sí. Diseñe ejercicios con situaciones aleatorias a través de rutinas que le ayuden a incorporar esos cambios al principio como parte del plan del golpe que quiere ejecutar, para que luego puedan ir poco a poco desapareciendo de nuestra mente consciente.
• Deje tiempo para practicar la habilidad de reaccionar ante un estímulo externo. La parte instintiva es la más importante y se puede entrenar. Igual que los mejores jugadores de fútbol no necesitan 45 segundos y tres intentos sin balón para resolver una situación de juego, dar un pase medido o chutar a puerta por toda la escuadra. Igual que usted cuando conduce no se plantea la presión que ejerce sobre el pedal de freno para parar en un semáforo. No debería necesitar una rutina completa, swings de prueba, diez pensamientos sobre backswing y bajada y contar los metros con un láser para jugar un golpe medianamente decente. Al menos esa debería ser su aspiración (sobre todo alrededor del green). Durante la práctica, con frecuencia, acótese los tiempos, cambie aleatoriamente de objetivos y oblíguese a reaccionar, sin correr, pero sin tiempo para más que mirar, sentir y ejecutar. Seguro que si me sitúo a 10 metros de usted y le pido que me lance una bola de su mano a la mía, no falla. Ese tipo de conexión es la que usted aspira a desarrollar en golf y si nunca la practica no va aparecer por sí sola.
Este es Tiger en su máxima expresión, el que todos queremos ver esta semana. No creo que tuviese ni un segundo para pensar en si la cara del palo estaba aquí o allá, si la suelta era vertical u horizontal. Visualiza, diseña y reacciona. Sabe lo que quiere hacer y sabe cómo hacerlo a un nivel que no requiere de su atención consciente. Excelencia mecánica al servicio de una capacidad reactiva forjada por horas de exposición a todo tipo de situaciones en todo el mundo. Un número uno en acción.
Daniel Colomar es jugador profesional de golf y entrenador. Trabaja en Madrid en las escuelas de golf de Moon Masters y es copropietario y director técnico de la academia de golf NC en Alhaurín Golf.
Deja un comentario