Una maldición parece acompañar el Hyundai Tournament of Champions. La temporada ha comenzado, otra vez, sin el número total de jugadores previstos. Lucas Glover, ganador del pasado Wells Fargo Championship, sufrió un esguince en su rodilla derecha mientras practicaba paddleboarding, un variante del surf típica de la zona. Este accidente, sumado a otras ausencias notables por motivos de calendario, ha hecho que el número total de participantes (veintisiete) sea el menor desde 1999.
No es el único. Geoff Ogilvy, campeón del torneo en 2009 y 2010, no pudo jugar la temporada pasada después de producirse un corte en un dedo con uno de los arrecifes de coral cercanos a la isla. Recibió doce puntos y tampoco pudo jugar el Sony Open, que se celebraba en Honolulu la semana siguiente. Son algunos de los peligros a los que se enfrentan los golfistas profesionales en su tiempo libre. Intentando desconectar del verde de los campos de golf, terminan perdiendo parte de la temporada y en algunos casos, la repercusión es mayor.
Martin Kaymer corrió la misma suerte en el año 2009. Mientras se divertía en unos karts en Scottsdale (Arizona), chocó contra otro coche y se rompió tres dedos del pie, quedando fuera de la competición durante casi dos meses. Pero el mayor historial de accidentes lo tiene Paul Casey. Durante la temporada pasada sufrió una lesión en el pie denominada “turf toe” en inglés, un dolor en la articulación de la primera falange metatarsiana del dedo gordo del pie que le hizo rendir a bajo nivel durante casi todo el año. Una vez recuperado, afrontaba con ilusión el comienzo de 2012 hasta que se dislocó el hombro el pasado día de Navidad en Colorado, mientras practicaba snowboarding. Se prevé su reaparición en unas semanas, dado que no necesitará cirugía y ya ha comenzado su rehabilitación.
El cuerpo es el mayor activo de estos jugadores y cualquier accidente, por pequeño que parezca, es trascendental en su nivel de juego. Un corte como el de Ogilvy no hubiera tenido consecuencias en un deporte de contacto tan agresivo como el rugby, pero resultó definitivo para jugar al golf. El peor de los resultados es una pérdida importante del nivel de juego durante varios meses, como le sucedió a Ernie Els en el año 2005 al desgarrarse el ligamento cruzado anterior. Fue una lesión imprevisible, mientras disfrutaba de sus vacaciones en el mar Mediterráneo, pero tuvo que operarse la rodilla y pasar cinco meses en rehabilitación. Su rodilla estuvo inflamada durante seis más.
Es muy difícil lesionarse jugando al golf de manera esporádica pero cualquier molestia puede convertirse en un gran problema si se quiere mantener un nivel competitivo. Muchos de los músculos implicados son muy pequeños (por ejemplo, los de las manos) pero totalmente relevantes en el movimiento. Toda precaución es poca.
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