La espalda de Tiger, el hombro de Justin Rose o los problemas de Oosthuizen o Mickelson durante el comienzo de temporada. El Cadillac Championship tenía a varios de sus principales contendientes señalados con un interrogante para el comienzo del campeonato, pero finalmente fue Jason Day quien se quedara fuera. Una lesión en el pulgar izquierdo dejó al vigente campeón del Accenture y número cuatro del mundo, uno de los hombres más en forma del momento, viendo el torneo desde casa. Fue la primera sorpresa de un evento que no ha hecho más que anunciar su transformación desde que se celebrara hace doce meses, pero que ayer se presentó con un rostro totalmente distinto. Y es más fiero, más fuerte e impone un respeto reverencial.
Ayer Doral enseñó los colmillos, y fueron muy pocos los que consiguieron sacar de sus calles buenas noticias. En primer lugar por el viento, unas rachas que influenciaron sobremanera la forma de plantear una estrategia efectiva y eludir los peligros que Gil Hanse ha planteado en los aledaños del Blue Monster. No es que antes no los tuviera, sino que ahora las preguntas se suceden en cada hoyo; es inevitable asumir riesgos. Echen un vistazo a la clasificación y se darán cuenta de quién sobrevive mejor a todas estas preguntas: Jason Dufner, Hunter Mahan, Francesco Molinari, Russell Henley, Matt Kuchar… Sí. Son esos mismos que sacamos a colación en ocasiones para hablar de regularidad, los que impactan mejor a la bola con más frecuencia. Hoy los llaman ball strikers.
Y si a esas rachas sumamos un campo duro, lleno de bunkers que entran constantemente en juego, y unos greenes que poco tienen que ver con los que viéramos en la victoria de Woods en 2013, nos encontramos con un escenario exigente como el que más. “Este solía ser un recorrido donde cogías el driver en cada hoyo, le pegabas tan fuerte como podías y jugabas desde allí”, declaró Dufner. “Ya no puedes hacer eso en Doral”. Más contundente fue Harris English: “Mr. Trump quería un examen duro para el Blue Monster. Y creo que es lo que ha conseguido”. Hay algo todavía de familiar en el Monstruo Azul, pero la forma de tratar con él es diametralmente distinta, como si acabara de llegar de una guerra.
Por si fuera poco, y por si las dificultades eran asequibles, una tormenta decidió pasearse por la zona para imponer una suspensión que paralizó el juego de dos a cinco de la tarde, convirtiendo una dura prueba en un caos de horarios, traslados, público y cámaras. Solo English consiguió firmar su tarjeta con dieciocho números, y su resultado fue incluso mayor de los que se obtienen en el Augusta National durante el mes de abril: menos tres. Ahí va su progresión a lo largo del día: cinco birdies entre el uno y el doce; dos bogeys, en el dieciséis y el dieciocho. “Se puso oscuro muy, muy rápido, pero quería terminar el hoyo”, declaró. “Cambia completamente la forma en que afrontas la jornada, despertándote, jugando un hoyo a las ocho de la mañana y luego esperando durante tres o cuatro horas para volver a salir. Es duro”.
Pero también lo fue para el resto, incluso más si tenemos en cuenta que ninguno consiguió superarle en la clasificación. Dufner, Mahan, Molinari y Reed se quedaron con varias pruebas pendientes para mañana y le acompañan en el menos tres, mientras que Henley, Dustin Johnson, Schwartzel, Kuchar, Zach Johnson, Oosthuizen y Adam Scott tampoco pudieron finalizar y esperan desde el menos dos. El australiano, con el número uno del Ranking Mundial entre ceja y ceja, fue la demostración empírica de que para hacer pocas en este campo hace falta pegar a la bola como nunca, aunando potencia y precisión. Ayer cogió el ochenta por ciento de greenes, hizo dos birdies y no cometió un solo error en diez hoyos.
Y mientras él presentaba argumentos poderosos, McIlroy se mostró más similar al domingo pasado en el Honda Classic: subidas y bajadas, buenos golpes seguidos de otros mediocres. A pesar de ello y de sus cuatro bogeys, como nos está comenzando a acostumbrar, sigue en la brecha: menos uno, empatado con Bradley, Moore, Gallacher, Walker, Jiménez y García. Sí, fue un buen día para los dos españoles. En el caso del primero porque recuperó alrededor de los greenes con una agresividad juvenil; en el del segundo porque sigue pasando por unos días estupendos en todo lo que se refiere al juego largo. Marchan en el dieciséis y el once, respectivamente, mientras que Gonzalo Fernández-Castaño, con más tres, se quedó con siete pruebas pendientes.
Trump quería hacer de este torneo uno de los más emblemáticos de la temporada y decidió, para ello, afilarle los colmillos al monstruo. A juzgar por lo que hemos visto en estos primeros compases, y como decía English, lo ha conseguido. El Doral que vimos hace doce meses ya no existe, se ha marchado y ha dejado la firma de Gil Hanse estampada por todo el recorrido. Eso sí: ni siquiera él todopoderoso Trump es capaz de controlar –todavía– las tormentas.
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