Como el insigne Abraracurcix, jefe de la irreductible aldea gala, temía Sergio García que el cielo acabara desplomándose sobre su cabeza. El de Borriol andaba desconfiado en este PGA Championship y así lo venía avisando: sin buenas sensaciones, iba sacando las vueltas adelante (con solvencia, todo sea dicho) gracias a su buen toque con el putter. Por desgracia, cuando un jugador anda metido en el pantano de las dudas, sus palabras se convierten en profecías ineluctables.
En la tercera jornada, y en un Oak Hill endurecido por el buen tiempo, Sergio García sufrió el varapalo que venía barruntando desde las vueltas de prácticas con un +5 que podría haber sido más abultado si el español llega a bajar los brazos. Porque podremos estar en desacuerdo o no con su repertorio gestual, que parece barnizar de inevitabilidad todo lo que le sucede al castellonense, pero García no dejó de intentarlo nunca y así salieron dos birdies postreros que no servirán para lavar la herida, pero sí para afrontar la cuarta jornada mirando hacia arriba.
Horas antes, Rafael Cabrera-Bello firmaba una magnífica vuelta de -1 que le permitía ganar más de veinte plazas en el tablero clasificatorio, un esfuerzo ímprobo en un recorrido transformado por el sol. Como él mismo indicaba, había demostrado cómo era capaz de jugar y ya solo le falta repetirlo en la última vuelta. Su ordenadísima vuelta, la segunda bajo par de la semana, le permite soñar, por qué no, con un top ten que no está tan lejos.
Por último, Miguel Ángel Jiménez claudicó ante Oak Hill en el tramo final, encadenando cuatro bogeys en los cinco últimos hoyos y encajando un castigo excesivo para los méritos del jugador de Churriana. Su 75 final le deja quincuagésimo segundo con +5.
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