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Zona Pro

Marcel Siem se cuela en el funeral de Levy

Enrique Soto | 02 de noviembre de 2014

Cuatro golpes de ventaja y dieciocho hoyos por delante. Lo hemos visto tantas y tantas veces a lo largo de la historia del golf que no debería sorprendernos lo más mínimo: cerrar un torneo no depende tanto de esos impactos de renta, sino de la actitud. Alexander Levy llevaba flotando por Lake Malaren, sede del BMW Masters, durante tres jornadas. Y digo flotando porque sus vueltas de 65, 66 y 63 golpes habían sido facilísimas. Solo un bogey en 54 hoyos.

Hoy tenía que cerrar el campeonato. Con esos cuatro golpes sobre Jamie Donaldson, segundo, no tenía que hacer demasiado, sobre todo teniendo en cuenta de que hoy el recorrido se envolvió con fuertes rachas de viento. La estrategia era clara: contemporizar, dejar que los pares fueran cayendo en la tarjeta, no arriesgar lo más mínimo, fallar siempre al lado bueno… Todo este tipo de acciones, recogidas en el manual del buen golfista estratega, son bien conocidas por todos. Levy también era consciente al comenzar el día. La presión, sin embargo, es un enemigo poderoso.

El francés marchaba con más uno en el hoyo 11, en lo que bien podría definirse como seguir los planes del día a rajatabla. Fue en el 13, sin embargo, donde perdió el control por completo. Un par 5, donde a priori se hace prioritario atacar, finalizó en un doble bogey. Mas tres. Otro trío de errores hasta el 18 le terminaron de sentenciar la tarjeta, en este caso la peor de sus pesadillas: más seis. 78 impactos. En un día en que tenía que hacer pares y marcharse a casa club mordiendo un trofeo, Levy se dejó llevar por el vértigo al que solo aspiran los ganadores. Fue la presión, sin ningún tipo de duda, su peor contrincante en Shanghai.

Mientras las cámaras de televisión atendían pavorosas al funeral, un jugador alemán agresivo hasta más no poder, con un carácter muy alejado de lo que suele ofrecer el golf, se peleaba por mantener sus opciones. Marcel Siem no había ofrecido el despliegue de talento de Alexander durante los tres primeros días, pero marchaba con opciones de victoria con cinco hoyos por jugar. Sus rivales iban cayéndose y él caminaba con menos dos por el campo. Ni tres bogeys le impidieron igualar a Levy en el menos dieciséis. Solo un putt de dos metros le impidió llevarse el triunfo en su último hoyo en regulación. Había sufrido pero también aguantado con un 73, justo lo que hubiera deseado el líder.

El invitado sorpresa al playoff se llamaba Ross Fisher, ganador del Tshwane Open esta temporada tras otras tantas sumido en el olvido y las dificultades. El inglés ya vuelve a generar el tipo de golf que le llevó a una Ryder y hoy, ante las condiciones más difíciles de toda la semana, generó su mejor vuelta. En sus primeros siete hoyos de viento Ross se colocó con menos cinco y se las apañó para apretar ese resultado hasta el final del día. 67 impactos, el mejor de todos el domingo.

Así quedó dispuesto el funeral de Levy, con Siem y Fisher en la recámara. El playoff se jugaría en el hoyo 18, el mismo que había impedido que Justin Rose y Jamie Donaldson atendieran también al evento. Agua, un bunker enorme protegiendo la bandera, una salida incómoda… Aquel par 4 se parecía bastante al Blue Monster con ese viento protegiendo los birdies. Un golpe a mitad de green era bueno. Siem, todo ímpetu y rabia, apuntó un poco más hacia la bandera.

El golf es un deporte de detalles y aquel golpe del alemán, mientras que Levy o Fisher optaron por algo más conservador, aguantó en el collarín de green. ¿Qué hizo? Pedir al caddie que levantara el trapo, apuntar al hoyo y, mientras su bola se dirigía certera al agujero, dejar que saliera toda la tensión acumulada a lo largo del día. Su grito se escuchó por todo el campo. Fisher se mantuvo callado porque, seguramente, no era la primera vez que se lo hacían. Levy, por su parte, se estaría muriendo por dentro. “Tenía que haber ganado esto”, que dijo un día Jason Day en el 18 de Augusta.

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