«La potencia sin control no sirve de nada». El slogan de aquella marca de neumáticos viene al pelo al hablar de Maurice Allen, bombardero dedicado a los concursos de larga distancia que ha hecho una llamativa incursión en el golf «estándar» gracias a una invitación que le giraron en el Dominican Republic Open, torneo del NEC Series – PGA Tour Latinoamérica que se juega esta semana en Punta Cana.
Después de iniciar su participación con un abultado 100, en la segunda vuelta Allen pulverizó (por decirlo de algún modo) su marca y acabó con 115 golpes, 43 por encima del par y +71 en los dos días. Su tarjeta, que figura en la cabecera de este artículo, es lo suficientemente elocuente como para que nos paremos a analizarla.
Huelga decir que las críticas no tardaron en llegar, encabezadas por Juan Pablo Álvarez, comentarista de Golf Channel Latin America, que dijo no entender cómo estaba jugando el torneo, y poco después el paraguayo Marco Ruiz, habitual del European Tour y del Challenge Tour, declaró que él había pedido una invitación y que la organización ni siquiera se había dignado en responder.
Siendo justos, pese a los estereotipos de los concursos de larga distancia, hay que reconocer que entre los habituales de esta disciplina también hay jugadores muy capaces. Sin ir más lejos, Gerard Pera tuvo una apreciable carrera como profesional en el circuito nacional antes de dedicarse a esta disciplina, o Jamie Sadlowski, doble campeón del mundo, hizo sus pinitos en el Nationwide Tour 2011 y fue autor de un gran 66 que le permitió superar el corte en el Albertsons Boise Open, el único torneo que jugó en la segunda división del golf estadounidense.
No parece ser el mismo caso de Allen, que en enero de 2011 batió el récord del mundo a la mayor velocidad de palo en el PGA Merchandise Show, y que en este Dominican Republic Open ha batido un récord mucho más triste y que tardará mucho más en desaparecer de los libros.
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