Ya rueda la bola en el Old White TPC, sede de un The Greenbrier Classic adelantado más de veinte días con respecto al año pasado para hacerlo coincidir con la semana del patriótico 4 de julio y centro de atención de las miradas de todo el mundo gracias a la presencia de Tiger Woods, ganador la semana pasada y en rumbo de colisión hacia el número 1 del mundo.
En The Greenbrier Resort, uno de los enclaves de ocio más lujosos de los Estados Unidos situado en la localidad de White Sulphur Springs de Virginia Occidental, Woods llega después de hacerse con alcanzar la cota de las 100 victorias profesionales en el AT&T National y a punto de franquear otra barrera similar: la de los 100 millones de dólares en ganancias. Sus 74 títulos en el PGA Tour ya solo le dejan por detrás del legendario Sam Snead, profesional del resort de Greenbrier durante 29 años, después de haber superado la marca de Jack Nicklaus… su objetivo en cuanto a majors se refiere.
El Old White TPC ha mostrado dos caras muy distintas en las dos primeras ediciones: de ser maltratado por los jugadores en 2010, con 46 jugadores bajando de 70 en sus cuatro vueltas y Stuart Appleby desmelenándose con su 59 final, a la media de 70,593 del año pasado, dos golpes por encima del promedio de 2010, cuando Scott Stallings se sumó al pelotón de novatos ganadores en el PGA Tour 2011 después de imponerse en el primer hoyo de desempate a sus compatriotas Bill Haas y Bob Estes.
Con los europeos de primera fila ya en el viejo continente, jugando el Open de France o entrenando de cara al Open Championship, la atención del público se centrará en la potente escuadra estadounidense encabezada por Tiger Woods (que debuta en el torneo), Phil Mickelson, Webb Simpson (reciente campeón del US Open), Steve Stricker, Dustin Johnson, Keegan Bradley y Bill Haas.
Junto a ellos dos veteranos de lujo, Kenny Perry y Tom Watson, nombrado profesional emérito de The Greenbrier en 2005 y que el año pasado faltó al US Senior Open para honrar la palabra que había dado a Jim Justice, dueño de The Greenbrier Resort y creador del The Greenbrier Classic, con quien se había comprometido meses antes de conocer la malhadada coincidencia de fechas. Sin duda, una muestra de integridad extraña en un mundo que en ocasiones está demasiado mediatizado por el dinero.
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