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Ping-pong o tenis de mesa

Javier Pinedo | 18 de julio de 2014

José María Olazábal, sonriente (foto © Ernst & Young / Matthew Harris / TGPL)

Cualquier tiempo pasado no fue mejor. Diferente sí, pero no se puede decir que mejor pues cada momento es el que tenemos que vivir y saber disfrutar. Pero dicho esto, no es menos cierto que si echas la vista atrás es habitual verter unas lagrimitas ante situaciones que no volverán a producirse y que añoras, aunque ya no sea el momento de vivirlas.

Este largo y filosófico preámbulo me sirve para decir que muchas veces echo de menos las retransmisiones que hacía al principio de mi etapa en Canal+ junto a Sergio Gómez, el manager/amigo de José María Olazábal. La verdad es que lo pasábamos muy bien y que gracias a él pude vivir algunas de las mejores situaciones de mi carrera profesional, como por ejemplo la que les voy a contar hoy, que nos sucedió en 1993. Por aquel entonces el Plus sólo emitía dos horas todos los días y por tal eso el jueves y el viernes grabábamos Sergio y yo todos los golpes que salían de los españoles para que en Madrid los pudiesen montar para así poder en las dos horas asignadas incluir lo que habían hecho los nuestros. Esto nos obligaba a grandes estancias en nuestra cabina, aunque siempre había momentos largos, según los horarios de salida, que aprovechábamos para otras actividades. José María Olazábal con Sergio Gómez y su mujer Maite habían alquilado una casa que estaba justo enfrente de nuestra cabina, con lo que al constatar que teníamos por lo menos cuatro horas libres, Sergio me ofreció ir a comer a su casa.

Da la casualidad que esa mañana José Marí no había tenido su mejor día y era más que previsible que la comida no fuera a estar bañada por la alegría y los chistes. Aunque es cierto que al principio el silencio imperó, poco a poco el ambiente se fue distendiendo al ver Olazábal que no ejercía de periodista plasta y sí de invitado agradecido, hasta que me informaron que en la casa había una mesa de ping pong. En ese momento aproveché para contarles que en mi adolescencia había practicado el tenis de mesa de competición con un club en el que militaba un campeón de Europa francés. Al ver mi físico, a José María Olazábal le fue difícil imaginarme como deportista de cierto nivel y, por lo tanto, no me quedo más remedio que retarle… Faroles que se tira uno de vez en cuando, pues hacía muchísimos años que ya no jugaba y, sobre todo, no tenía ni idea de cómo jugaba mi adversario.

Lo cierto es que la tarde resulto la mar de entretenida, pues para mi sorpresa José Mari era muy bueno y yo, pese a los kilos de más, recupere rápido sensaciones pasadas y nuestros partidos era muy tensos y competidos ante la sonrisa de Sergio, sorprendido por el nivel de los dos. No haré la pelota hasta ese punto y he de reconocer que gané muchos más partidos de los que perdí, algún set suelto, aunque lo más importante fue que a medida que el sudor se apoderaba de nosotros, José Marí iba mejorando su humor, hasta el punto que su mala vuelta del día era ya historia cuando estábamos a punto de dejarlo, pues Sergio y yo teníamos que volver a nuestra cabina.

“Te espero cuando terminéis”, me dijo José María, que se había quedado con ganas de más. Y así fue. Al terminar, regresé con Sergio a su casa donde me esperaba otro partido tenso con un José María Olazábal que ya había practicado y que, efectivamente, había enterrado por completo sus malas sensaciones. Ese Open estuvo marcado por esos partidos de tenis de mesa, ya no era ping-pong, que jugábamos todos los días José María Olazábal y yo, y espero que no hagan como mis compañeros periodistas, que cada noche intentaban sacarme qué habíamos hablado y yo siempre les contestaba que de golf ni una palabra, que bastante tenía con mantenerme concentrado para intentar competir. Nos reímos mucho, pero de golf ni una sola palabra. Aun así, es uno de los mejores recuerdos que me queda de mi vida profesional muy relacionado con el Open Británico. Desde entonces no he vuelto a jugar con José María al tenis de mesa, pero añoro esos partidos de aquellos días y no porque cualquier tiempo pasado sea mejor.

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25 años

Javier Pinedo es la voz del golf en nuestro país. Este periodista especializado atesora un currículum inigualable y lleva en el «zurrón» innumerables majors, Ryder Cups y competiciones de primer nivel. Gracias a su experiencia y conocimientos, se ha convertido en una referencia ineludible tanto en las retransmisiones televisivas de Canal+ Golf como en su columna mensual en la revista Golf Digest. Esta semana Javier Pinedo nos acompañará con una serie de columnas acerca de sus recuerdos asociados al Open Championship.

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