En la primera mitad del siglo XIX había en el Reino Unido unos 30 clubes de golf, la mayoría en Escocia. El perfil de los jugadores estaba netamente dividido en dos estratos, interrelacionados pero inmiscibles. Por un lado estaban los jugadores amateur, que eran los miembros de los clubes, todos caballeros pertenecientes a la clase alta, todos poseedores de grandes fortunas y buena parte de ellos nobles. En el extremo opuesto estaban los caddies o cracks como se les llamaba entonces despectivamente.
Los caddies eran de la más baja extracción social, la mayoría iletrados, con escasa educación, deslenguados y dados a los excesos especialmente con el alcohol. Su nivel de juego era de lo más diverso. La mayoría no tenía por el golf más interés que el que les permitía ganarse unas pocas monedas con las que subsistir. Solo los pocos que eran buenos jugadores podían aspirar a una vida digna basada en el golf. En ocasiones se convertían en el caddie habitual de algún miembro del club, a veces incluso en su pareja de juego. De esta elite salían los keeper of the green de cada club y los fabricantes de palos y bolas de cada ciudad.
Pero ni siquiera esta elite se libraba de las rígidas normas que gobernaban las relaciones sociales. Los caddies no eran más que sirvientes sin derechos de los caballeros miembros de los clubes, a los que debían un respeto reverencial y podían ser castigados duramente en caso de no atender a las normas. Si un caddie no inclinaba la cabeza y se quitaba la gorra al paso de un caballero o si un amateur consideraba haber recibido un mal consejo de su caddie o si creía detectar cierta holgazanería, podía negarse a pagar al caddie o castigarlo con un varillazo en las costillas.
De esa elite, hijo y nieto de caddies de St. Andrews, surgió Allan Robertson, jugador de primera línea, keeper of the green en un St. Andrews que reformó ampliando los greenes, clubmaker y fabricante de las mejores featheries con las que dominó el mercado e hizo fortuna.
Allan Robertson alcanzó la cima de su status como jugador y se convirtió en el héroe local de St. Andrews en 1843 cuando se enfrentó a Willie Dunn, el gran pegador de Musselburgh. Este partido era una nueva idea que iba más allá de los previsibles partidos exclusivamente locales que siempre ganaba un mismo jugador cuya calidad no encontraba rival en la propia ciudad. Allan Robertson liquidó a Dunn en un partido programado a 20 rondas de 18 hoyos que se jugó a lo largo de 10 días. El golf profesional había comenzado y pronto suscitó el interés de corredores de apuestas, periódicos y miles de ciudadanos de a pie.
Tres años después se disputó una revancha entre las dos capitales del golf, Musselburgh y St. Andrews. Tres partidos de 36 hoyos bajo el formato foursome que tendrían como sedes Musselburgh, St. Andrews y North Berwick. Por Musselburgh jugaron los gemelos Dunn, Willie y Jamie, y por St. Andrews Allan Robertson y Tom Morris, a la sazón su aprendiz en el taller de bolas. Cada bando de seguidores aportó 200 £, de las que los ganadores se llevarían un 10%, más las innumerables apuestas que se cruzaron y en las que los propios jugadores eran parte. Las cifras que se manejaban catalizaron una reacción que se retroalimentaba y que llevó el partido a ser tema de conversación durante semanas antes de disputarse. La calidad de los jugadores y la cantidad de dinero en juego hizo que el encuentro pasara a ser conocido como “el foursome fabuloso”.
Jamie Dunn era buen jugador, pero no llegaba al extraordinario nivel de su hermano Willie. Allan comentó a Morris, medio en broma medio en serio, que se fijara bien o si no Willie jugaría todos los golpes. Para evitar suspicacias y facilitar el seguimiento del partido, los gemelos Dunn usaron el mismo traje con diferente corbata, azul la de Willie y gris la de Jamie, para distinguirse.
El primer asalto en Musselburgh fue un paseo militar para los Dunn que ganaron 13&12. La derrota fue durísima para el bando de St. Andrews y sus efectos se dejaron sentir en los primeros hoyos del segundo encuentro. Solo en la última parte del partido consiguieron remontar y terminaron ganado el último hoyo para acabar uno arriba. El encuentro definitivo en North Berwick comenzó como los anteriores con el dominio de los Dunn. Solo una serie de afortunadas casualidades dejaron el partido empatado con tan solo dos hoyos por jugar, dos hoyos que valían 400 £.
En el penúltimo hoyo, una mala salida y una recuperación imposible dejaron a Robertson y Morris de cuatro en un bunker de green, mientras que los Dunn estaban de dos a unas veinte yardas de ellos. Sin embrago su bola reposaba contra un adoquín del camino que bordeaba el green. Los hermanos Dunn pretendían quitar el adoquín y mandaron que alguien trajera una pala, pero el árbitro del partido, sir David Baird, decidió en contra razonando que el adoquín era algo fijo que estaba fuera del campo. Los gemelos necesitaron tres golpes para sacar la bola, concediendo el hoyo al equipo de St. Andrews que ganó además el último hoyo.
Debido a profundas desavenencias sobre el tipo de bola con que se jugaba al golf, en cuyo fondo no había más que intereses económicos, Allan Robertson expulsó a Tom Morris de su taller en 1850. El año siguiente Morris se muda a Prestwick, donde un grupo de jugadores le encarga el diseño y cuidado del campo de su recién fundado club. A pesar de la distancia y del enfrentamiento que había causado inicialmente la separación, Morris y Robertson siguieron jugando juntos durante buena parte de 1850, ganando partidos a los mejores jugadores de St. Andrews, Prestwick, Perth, Musselburgh y otras tantas ciudades escocesas, lo que les valió el sobrenombre de “Los Invencibles”.
En 1851 Willie Dunn se mudó a Londres para entrar al servicio de Royal Blackheath, dejando a Morris y Robertson como los mejores jugadores de Escocia, conocidos con el título oficioso de “King of Clubs”, un título que reclamaban con vehemencia los partidarios de uno y otro jugador. Robertson siempre presumió de no haber perdido nunca un partido individual, cosa que no era cierta puesto que había perdido en alguna ocasión con Morris, pero se escudaba en que habían sido encuentros informales en los que no se había empleado a fondo dado su carácter.
A propósito de una de esas derrotas de Allan Robertson, el periódico The Ayr Observer publicaba: “La palma de la victoria, que ha permanecido largo tiempo quiescente a la sombra de la silueta de San Régulo [torre de la catedral de St Andrews], ondea grácilmente con las brisas de la costa oeste”. A lo que el Fifeshire Journal respondía: “¿Puede haber alguien mínimamente entendido en los usos del golf que se le ocurra algo tan ridículo como tratar de aprovechar un enfrentamiento insignificante para dilucidar el campeón?”. El Observer denunció a continuación los “comentarios desleales” del Journal, afirmando que “Tom Morris es el Rey de Escocia y demuestra su gran agradecimiento a Prestwick”. Como contestación el Journal publicó: “La colonia de Prestwick está en abierta rebeldía contra el dueño y señor de los jugadores del golf, el King of Clubs de buena ley, Allan”.
A pesar de que hubo repetidos desafíos por parte de Tom Morris, respaldado y animado por los miembros del Club de Prestwick, Allan Robertson los declinó todos. Con el tiempo ambos jugadores olvidaron el asunto, que solo quedaba vivo en la prensa y en los comentarios de los aficionados. La desgana de ambos jugadores dejó al incipiente golf profesional en un inestable equilibrio polarizado entre Prestwick y St. Andrews hasta la irrupción de una nueva y arrolladora figura en Musselburgh que puso todo patas arriba.
William Park había nacido en Musselburgh en 1833, hijo de un agricultor que trabajaba empujando el arado para un terrateniente. Pronto dominó el golf en Musselburgh con un juego espectacular y una potencia descomunal que provenía de un peculiar swing en forma de lazo muy al estilo Furyk. Park supo ver que el futuro se encontraba en derrotar a los grandes de St. Andrews y para ello se pasó buena parte de 1854 lanzando retos a Allan Robertson que solo recibieron el silencio como respuesta. Para forzar una contestación, Willie Park se desplazó a St. Andrews donde hizo una demostración de sus habilidades en las mismas barbas de Robertson. El juego de Park levantó tal revuelo que Allan Robertson no tuvo más remedio que hacer caso al retador, pero puso como condición que antes debía batirse con otro profesional de St. Andrews. Estando Tom Morris en Prestwick, el deber de defender el honor de St. Andrews recayó en su hermano George, un buen jugador pero sin la calidad necesaria para enfrentarse a la fuerza desatada de Willie Park, que lo humilló barriéndolo del campo. Cuentan que durante el partido George Morris suplicó: “¡Por el amor de Dios, déjame empatar algún hoyo!”. Su triunfo no consiguió el prometido partido con Allan Robertson, pero dio origen a una larga rivalidad que fue la base del futuro Open Championship.
Tom Morris entendió la derrota de su hermano como una afrenta contra su familia y aceptó enfrentarse a Willie Park en St. Andrews, North Berwick y Musselburgh con una enorme bolsa en juego en forma de apuestas. Willie Park volvió a ganar a un Morris, una victoria que lejos de calmar sus instintos los espoleó. El 4 de noviembre de 1854 los lectores del Edinburgh News se encontraron con una noticia que resultó ser un reto en sí misma. Decía:
UN GRAN PARTIDO de GOLF se disputó en el links de St Andrews el 19 de octubre, entre THOMAS MORRIS, sirviente de Prestwick Golf Club (y últimamente de St Andrews) y William Park, fabricante de bolas, de Musselburgh. Se jugó en St. Andrews, North Berwick y Musselburgh, tres rondas en cada campo. WILLIAM PARK acabó por delante de Morris por nueve hoyos al finalizar el partido.
WILLIAM PARK reta a Allan Robertson de St. Andrews o William Dunn, sirviente de Blackheath Golf Club, Londres, o Thomas Morris, por cincuenta libras en los mismos campos que antes.
El dinero está listo.
WILLIAM PARK, fabricante de bolas
Los enfrentamientos entre Willie Park y Tom Morris se sucedieron a lo largo de los años, con resultados más o menos parejos. Mientras los profesionales luchaban en innumerables retos, Allan Robertson se limitaba a observar el espectáculo desde su pedestal dejando contadas muestras de su calidad, como el día en que hizo 79 golpes en St. Andrews, la primera vez en la historia que se bajaba de 80 golpes. Allan Robertson parecía administrar estratégicamente sus apariciones para recordar al resto que él era el mejor jugador de Escocia. Lejos del ser ese un convencimiento espurio nacido de la soberbia, son muchos los historiadores pasados y presentes que consideran a Allan Robertson el mejor jugador de la primera mitad del siglo XIX.
El 1 de septiembre de 1859 moría Allan Robertson de ictericia a la edad de 44 años. Su muerte dejaba al incipiente mundo del golf sin su mejor jugador, The King of Clubs, un título que todos le otorgaban de forma tácita, por lo que se hacía necesario encontrar la forma de nombrar un nuevo rey. Sin embargo, en todos los años previos nadie había dado con una fórmula válida para designar al mejor jugador. La mayoría de clubes celebraban torneos semestrales, pero eran pruebas reservadas a los socios en los que los caddies, que era el grupo donde verdaderamente se encontraban los mejores jugadores, no podían participar más que como asistentes de los caballeros. Es cierto que los caddies celebraron múltiples duelos entre sí, pero era un sistema que no permitía elegir al mejor por dos motivos: Primero no había nadie que designara qué encuentro era que debía servir para tal motivo y segundo, el King of Clubs podría obstaculizar un supuesto ránking basado en enfrentamientos entre caddies al negarse a jugar contra un determinado jugador para no arriesgar su estatus, tal como hizo Allan Robertson.
La llegada de la nueva década y la muerte de Allan Robertson fueron vistas por los miembros de Prestwick como una oportunidad de situar su reciente club entre los grandes, convocando un torneo para elegir al sucesor de Allan Robertson. Para ello contaban con el concurso de Tom Morris, del campo de 12 hoyos que él mismo había diseñado en 1851 y el impulso de sir Archibald William Montgomerie, decimotercer conde de Eglinton y capitán del club de Prestwick y del coronel James Ogilvie Fairlie, socio de Prestwick y prominente miembro del Royal and Ancient. No era la primera vez que los miembros de Prestwick se embarcaban en un proyecto similar. En 1857 había celebrado un Gran Torneo Interclubes para amateurs cuyo trofeo había sido cedido por el conde.
Desde Prestwick se envió una carta anunciando el torneo a 11 de los 34 clubes existentes (entre ellos St. Andrews, Musselburgh, Perth, Aberdeen y Blackheath) e invitando a que cada club mandara a dos de sus mejores caddies. Tanto el coronel Fairlie como el conde de Eglinton sabían donde se metían y que era posible que tuvieran que lidiar con una caterva de insensatos, capaces de abochornar a cualquiera con sus maneras y su lenguaje y sin más horizonte vital que el golf en sí mismo y el whisky. Por ello pensaron que si eran los propios clubes los que seleccionaban y enviaban a sus representantes, su nombre y reputación quedaría comprometido de alguna manera, garantizando una competición mínimamente tranquila
El trofeo para el ganador sería un cinturón de tafilete rojo adornado con placas de plata con escenas de golf grabadas y el escudo de armas del burgo de Prestwick. Tenía además una amplia hebilla primorosamente grabada con un jugador golpeando desde el tee. Curiosamente el jugador está usando un palo cuya varilla no lleva ninguna cabeza. El conde de Eglinton encargó el cinturón a los orfebres James & Walter Marshall de Edimburgo. Tuvo un coste de 25 £ y se consideró el mejor trofeo por el que jamás se había competido.
De 22 potenciales jugadores fueron tan solo ocho los que finalmente disputaron el torneo: Robert Andrew, George Brown, Charles Hunter, Tom Morris, William Park, Alexander Smith, William Steele y Andrew Strath. Durante los días de práctica previos dieron sobradas muestras de que las precauciones de los organizadores no habían sido en balde, avergonzando a los asistentes con sus juergas nocturnas, sus malas formas, su raída vestimenta y sus continuos tacos. El coronel Fairlie pensó que si bien no podía reconducir su educación al menos sí podía mejorar su aspecto. Para ello tomó las chaquetas a cuadros verdes y negras de los leñadores al servicio del conde de Eglinton y las repartió entre los jugadores.
Con ese uniforme, la mañana de un ventoso miércoles 17 de octubre de 1860 se reunieron los ocho participantes con los organizadores en la Posada del León Rojo, el mismo sitio donde nueve años antes se había fundado el Club de Golf de Prestwick, y se les comunicó los detalles de la competición: saldrían por parejas a dar tres vueltas al campo de 12 hoyos acompañados por un miembro del club para evitar trampas. Aquel que hiciera menos golpes sería el ganador y tendría derecho a llevarse el cinturón durante un año. A continuación, todos firmaron un documento de aceptación.
A las once y media Tom Morris tuvo el honor, como profesional local, de dar el primer golpe de un Open Championship. Compartía partido con un jugador desgarbado y taciturno llamado Bob Andrew que era conocido como “el Grajo” por sus ojos pequeños y brillantes. Ambos eran los favoritos en las apuestas, aunque todo el mundo daba por sentado que el ganador sería Morris por su momento de juego y su conocimiento del campo. A pesar de todo el revuelo que había causado Willie Park en los años previos, no contaba en las apuestas porque su juego se había resentido bastante en los últimos meses. Sin embargo pronto quedó claro que la lucha sería entre Park y Morris. Willie Park hizo una espectacular primera vuelta de 55 golpes, con tres de ventaja sobre Tom Morris, al tiempo que Bob Andrew quedaba pronto descolgado. En la segunda vuelta ambos jugadores hicieron 59 golpes. Acabada la última ronda Morris había conseguido reducir un golpe mientras que la bola de Park reposaba en el último green separada del agujero por 9 largos metros llenos de irregularidades. A Willie Park le bastaba hacer dos putts para ser el vencedor, pero hacer tres desde donde se encontraba era muy posible. Willie Park golpeó la bola y la embocó de un golpe entre la algarabía de sus seguidores.
Inmediatamente después Willie Park recibía el cinturón de campeón de manos del conde de Eglinton y la felicitación de Tom Morris. El primer Open Championship de la historia se había disputado en poco más de cinco horas. Ese mismo otoño Willie Park se hizo retratar con el cinturón de campeón, un traje de pata de gallo y corbata de lazo de satén. Al pie del retrato figuraba una inscripción: Willie The Conqueror .
La rivalidad entre Tom Morris y Willie Park que había comenzado cinco años antes se transformó en rivalidad entre familias y colonizó el Open. En las quince primeras ediciones solo en dos ocasiones el ganador no perteneció a una de las dos familias y nunca faltó un Park o un Morris entre los tres primeros. Willie Park, Tom Morris y Tommy Morris ganaron 4 ediciones cada uno y Mungo Park, hermano de Willie, ganó la de 1874 celebrada en Musselburgh. La saga de los Park continuaría su racha victoriosa años después con las dos victorias de Willie Park Jr en 1887 y 1889, mientras que la de los Morris se acabaría con la muerte de Tommy Morris en 1875.
4 comentarios a “Prestwick 1860, el primer Open Championship”
Lo he leido tres veces y lo leeré otras tres. Fantástico. En la linea de los artículos de Jose Ramón. Una auténtica maravilla. Felicidades.
Gran artículo. Muchas gracias.
Grandisimo artículo
Simplemente genial,gracias por este articulo que todo amante de este deporte deberia leer y conocer,gracias de nuevo.
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