El deporte es una sucesión de cumbres infinita. Es competir, escalar una de ellas y, tras conquistarla, emprender la escalada de la siguiente. Siempre existe una más porque después del primer torneo llega el segundo, seguido de un major, el Grand Slam o los récords de jugadores pasados en épocas remotas. Una escalera perpetua a lo largo de toda una carrera llena de peligros: el elogio o la dormidera del campeón, la comodidad de la victoria, la vida que acompaña al éxito… Son multitud los grandes jugadores que se quedaron en el camino de explotar todo su potencial.
Por supuesto, no todos los deportistas aspiran a ganarlo todo. Se trata de una mera cuestión de talento. Para llegar al momento en el que se encuentra Rory McIlroy se dieron factores como un físico privilegiado, la paciencia, el dominio o la humildad; todos ellos imprescindibles para poder competir por un Masters, perderlo y ganar el U.S. Open unas semanas después. Antes se habían producido miles de repeticiones de su swing, desde que era niño, que hundieron su potente movimiento por debajo de su conciencia, en las regiones más profundas. El lenguaje de las máquinas. Después llegó la forja del carácter, las ansias por superarse y llegar al máximo de sus posibilidades, la concentración, el miedo o las dudas. El camino al número uno es largo y lleno de obstáculos pero por eso es tan cotizado y exclusivo. Los que llegaron allí llevaban preparándose toda su vida, aunque fuera de un modo inconsciente.
Esta teoría del deporte sirve para comprender, aunque sea de manera remota, la trayectoria competitiva que ha seguido Carlota Ciganda desde que comenzara a jugar al golf en Navarra. Hándicap cero con once años, ganadora de todas los torneos a los que puede aspirar un amateur habilidoso y la carga de las expectativas de aquellos que, comprensiblemente, pretendían encumbrarla antes de tiempo. Era muy joven y su mente estaba liberada de presiones, fluyendo sin razón de ser a través de sus kilométricos drives, birdie tras birdie y victoria tras victoria. Luego llego un periodo de transición en Estados Unidos y después, con tan solo 21 años, se enfrentó a su primera temporada en el Ladies European Tour. Se antojaban tiempos difíciles, de cambios y preguntas. Había que combatir la ansiedad por el triunfo con la paciencia de las hormigas, los continuos viajes con la estabilidad que proporciona lo conocido o la complacencia con las ganas por mejorar. Muchas jugadoras todavía luchan por superar muchas de estas fases, todos los días. ¿Qué ocurrió entonces? Dos victorias, nueve top 10 y solo un corte fallado.
Se podría decir que Carlota ha superado todos los impedimentos que se han puesto en su camino desde Australia (primer torneo de 2012) hasta Dubái (el último), pero sería quedarse corto en la apreciación. No solo ha sido la mejor del circuito, sino que lo ha hecho con tanta naturalidad que parecía tener menos trabas o dificultades que el resto, como si en una competición de salto de altura ella pudiera volar durante un segundo y dejara por debajo cualquier listón, cualquier cumbre. Esa clase de superpoder se denomina a menudo talento, y durante sus doce primeros meses en el circuito ha redactado un manifiesto sobre lo que significa tener una ventaja natural. Ni una nueva vida a través de aeropuertos, ni la competición agresiva y constante o el miedo que a veces provoca la victoria han podido frenarla en una progresión que no se repetía desde 1985, cuando una tal Laura Davies fue también la mejor en su primera temporada. ¿Y ahora qué viene? La siguiente cumbre, como siempre. Pero en el caso de Ciganda, sabemos que no es tan alta como le parece al resto.
Protagonistas del año: Bubba Watson
Protagonistas del año: Webb Simpson
Protagonistas del año: Ernie Els
Protagonistas del año: Ian Poulter
Protagonistas del año: Stacy Lewis
Protagonistas del año: Roger Chapman
Protagonistas del año: Na Yeon Choi
Protagonistas del año: Branden Grace
Protagonistas del año: Tiger Woods
Deja un comentario