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Zona Pro

Protagonistas del año: Luke Donald

Enrique Soto | 05 de enero de 2012

Las Fall Series del PGA Tour nacieron como una oportunidad para los jugadores que querían asegurar su tarjeta para el año siguiente. El panorama de los últimos torneos regulares del circuito no marca récords en los rankings de audiencias televisivas, ni despierta un interés especial entre el público. Son jugadores en una situación difícil, luchando por mantener el mínimo imprescindible de sus objetivos. Aquellos que no lo consiguen no suelen acaparar los focos.

Otros deciden acudir a estos torneos para cubrir el mínimo de participaciones que les exige el circuito (quince) o, de cara a la siguiente temporada, coger algo de ritmo competitivo después de una lesión. Juegan sin la presión de llegar a un resultado, sabiendo que la temporada se termina y el verdadero reto comenzará en unos meses. Existe otro caso todavía menos habitual, y este año tenía nombre y apellido: Luke Donald.

Número uno del mundo, ganador del Accenture Match Play, BMW PGA Championship y The Barclays Scottish Open en 2011. Corría el mes de octubre y Luke anunciaba su participación en el Children’s Miracle Network Hospitals Classic, último torneo de las Fall Series. El objetivo era un premio moldeado a las características de su juego: la lista de ganancias del PGA Tour, un reconocimiento al que más dólares había acumulado durante el año y para qué negarlo, al jugador más regular de la temporada.

Hasta entonces el rasgo más característico de su juego se estaba convirtiendo en su peor enemigo. Era el paradigma de la regularidad, capaz de repetir una y otra vez el mismo movimiento eficiente y embocar todos los putts en un radio de tres metros. Donald nos invitaba al mismo show cada semana y repetía los movimientos que le funcionaban. Sin embargo, parecía faltar algo. No se sentía un dominio abrumador y su caso tenía tintes de convertirse tan sólo en una buena racha de resultados. No parecía el rival a batir.

Entonces llegó a la última jornada del último torneo del año. No tenía ni siquiera por qué participar, pero eligió hacerlo con un objetivo claro: ganar. Cualquier otro resultado habría sido un fracaso. Aquella tarde Luke Donald pasó de ser un jugador que se encontraba en un momento dulce de su carrera a la referencia del golf actual. Encadenó seis birdies consecutivos en sus últimos dieciocho hoyos y no dio opciones a nadie. Ya no era la precisión de su swing la que le llevaba en volandas a un top 10, sino un jugador que emergía sobre el resto y cogía la corona que Tiger Woods había dejado vacante el año pasado. El golpe encima de la mesa, un jaque mate demoledor.

No había ganado un major, es cierto, pero se marcó un objetivo por el que muchos otros suspiran toda su carrera y lo había conseguido en el plazo de una semana. Vencer en el momento adecuado es una cualidad que inspira miedo en los rivales; todos los grandes de la historia lo consiguieron provocar. Donald, a través de aquella victoria, hacía que se contara con él para las grandes ocasiones. Ganador de ambas listas de ganancias, americana y europea, vencedor en cuatro torneos en 2011, menor promedio de golpes y putts por vuelta, mejor jugador del mundo. El año de Luke Donald.

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