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Zona Pro

Ramón Sota, de la verde Pedreña a la verde Augusta

María Acacia López Bachiller | 30 de agosto de 2012

Ramón Sota, Mª Acacia López Bachiller y Carlos García-Hirschfeld en el Banesto Tour de Pedreña 2009 (foto © Fernando Herranz)

María Acacia López Bachiller, referente en el periodismo de golf en España y jefa de prensa del European Tour en la próxima Ryder Cup, compartió hace algo más de 10 años una jornada inolvidable con el recientemente desaparecido Ramón Sota y ha tenido la gentileza de hacernos llegar la entrevista que le hizo aquel 10 de mayo de 2002 en Pedreña. Por su interés la reproducimos de manera íntegra, ya que transmite con toda fidelidad la personalidad y el carácter del genial pionero cántabro.

“Nací el 23 de abril de 1938 en Pedreña. Mi padre (abuelo de Seve Ballesteros) era labrador y mi madre era hija de un hombre que tenía muchas tierrucas, que era el bisabuelo de Seve. Aquí en el campo de golf fueron mis hermanos Alfonso (aunque yo nunca le vi hacer de caddie por ser mayor que yo) y Pedro los que empezaron a trabajar. Aquellos primeros años fueron malos, esto estaba recién hecho y casi no había trabajo, venía muy poca gente a jugar.

Yo empecé haciendo de caddie en el Real Golf de Pedreña cuando tenía nueve años (1947), entonces había hambre y recuerdo muchas calamidades. Nosotros veníamos a ver si ganábamos algo pero era difícil. Los pequeños como yo casi no podíamos tirar de la bolsa, a pesar de que eran más pequeñas y no tan pesadas como las de ahora, y más bien recogíamos las bolas. Al terminar teníamos que lijar la cabeza de los palos, que eran de madera, y eso no nos gustaba. Luego, había que dar un poco de aceite con la balleta.

Por 18 hoyos nos pagaban 5 pesetas, que daban para bastante. A mi madre le costaba 40 pesetas al mes la escuela donde yo iba, o sea que yo sabía que tenía que dar por lo menos ocho vueltas de 18 hoyos para poder pagarla.

Había tres categorías de caddies y yo fui aprendiendo y ascendiendo hasta la primera, que ya me daban 11 ó 12 pesetas, te hablo del año 50 más o menos. Jugábamos los campeonatos de caddies y no recuerdo si gané el primero, pero el segundo sí lo gané y a partir de ahí todos. Me gustaba mucho jugar, mucho.

Me hice caddie profesional a los 16 años y le llevaba la bolsa a un señor que me pagaba muy bien, 100 pesetas la vuelta, y además me dejaba jugar con él. Un día en el hoyo 13 de Pedreña él tenía punto y yo le tiré un segundo golpe fenomenal, la dejé dada y me dijo: “Ramonín, eres un perro, me has fastidiado, yo tenía punto y me has ganado. Eres un gran caddie pero demasiado buen jugador para mí”. Ese día perdí a un gran cliente.

Con 18 años me hice profesional y en 1956 gané mi primer Campeonato de España aquí en Pedreña. A los 19 tuve un año malo y decían que yo era un cuento y nunca iba a hacer nada, pero yo sabía que no era así, veía claro mi camino y me entraba por un oído y me salía por otro lo que dijeran.

El primer torneo que jugué en Europa fue el Spalding en Moor Park, en Inglaterra, y quedé décimo. Mi hermano Lin trabajaba con Antonio Lavín, que era diplomático en Londres, y me animó a jugar allí. La segunda buena actuación fue en 1961 en el Open Británico en St. Andrews, donde quedé undécimo. Jugando en Moor Park, Lin vio cómo un espectador, que debía ser inglés, pisó mi bola que estaba bien colocada, y cómo otro, a quien le pareció una injusticia, la sacó con la punta del paraguas; Lin lo vio todo. Una vez entrenando en el Open Británico un cuervo se llevó la bola pensando que era un huevo, ¡que les gustan mucho!

Aquellos torneos eran preciosos, no había nada de todo lo que hay ahora: coches de cortesía, carpas, pancartas, televisiones…, nada de nada. Por no haber, no había ni restaurantes y ahora hay uno en cada esquina; nosotros cenábamos en el hotel. Yo iba a jugar con Lin los torneos del sur de Francia: Biarritz, Chantaco, La Nivelle… Nos montábamos en la “vespa”, atábamos unos cuantos palos debajo del asiento de la moto y allá que nos íbamos; entonces no había otros medios y teníamos que ir haciendo paradas todo el tiempo. Un día que hubo una tormenta muy grande y llovía mucho pensé que la moto no podía pasar un gran charco con los dos encima, y vi un camión y me tiré, me agarré de la puerta y así pasé por el agua. Lin no pudo pasar y allí se quedó tirado con la “vespa”. ¡Menuda bronca me echó!

En el 63 gané el Open de España en El Prat, que entonces era el campo más difícil que conocíamos; las bolas se quedaban colgadas de los árboles pero yo gané holgadamente, fue la primera vez que cobré un cheque importante. En el 63 todavía no nos sobraba nada. Ese año quedamos segundos en la Copa del Mundo Sebastián Miguel y yo, nos ganaron Arnold Palmer y Jack Nicklaus.

La primera vez que monté en un avión fue ese mismo año, en el 63. Los hermanos Miguel y yo fuimos de Barcelona a Milán para jugar el Open de Italia, haciendo una parada en la Costa Azul. Yo iba muy elegante, llevaba un traje precioso de gabardina. Nunca antes había comido espaguetis y en lugar de darles la vuelta con la cuchara se me cayeron todos encima, los compañeros se reían de mí ¡y yo estropeé la chaqueta! Entonces yo no estaba curtido y me veía un poco perdido, tenía 19 años y no veía la forma de medirme con aquellos campeones. Ellos eran todos grandes jugadores y estaban muy hechos.

En el 64 jugué mi primer Masters de Augusta y en el 65 quedé sexto; lo ganó Nicklaus. Era la primera vez que veía un campo como yo me había imaginado que tenían que ser. Era duro y los greenes, endemoniados; eso nunca lo han cambiado en Augusta. Los golpes tenían que caer en el sitio justo donde se pudiera patear, me di cuenta de que era así en todos los hoyos y me impresionó, ¡por algo es el Masters! Es un campo precioso, el más bonito de todos y muy difícil, con los lagos, los pinos y el colorido de esa época del año. Aunque el más difícil que he visto es Pebble Beach, jugué allí un Pro-Am, ¡qué maravilla!

En España tenemos muy buenos campos, no he tenido la suerte de jugar Valderrama y de ese no puedo hablar, pero sí de Las Brisas, Sotogrande, Club de Campo, El Saler… aunque no lo hay tan bonito como Pedreña, no le encontré igual en todo el mundo, no hay otra finca como Pedreña. Sigue siendo muy bueno para aprender, aquí hay que jugar bien los 14 palos de la bolsa si quieres hacer resultado.

De los jugadores de mi época yo era muy amigo de Roberto de Vicenzo, era muy majo y me decía: “Sota, cuando Nicklaus juega normal, el resto jugamos para los segundos”. Me recuerda a lo que hace ahora ése (Tiger) Woods, ¡todo lo hace bien! Domina al resto con una facilidad que no le aguantan sus 16 ó 18 bajo par, ¡qué tío!

Recuerdo a Seve (Ballesteros) cuando era un niño, le hacía de caddie a un pediatra que también le dejaba jugar y de vez en cuando le daba entradas para ver el Racing; me decía: “Ramonín, éste chavalín, ya verás tú los dólares que va a ganar”. Jugaba bárbaro. Un día estaba Seve tirando bolas y me dijo: “mírame un poco”. Se concentraba y las tiraba muy rectas, y yo le dije: “te falta una cosa, que vayan más lejos”; me miró con esa mirada que sólo vi en él y me contestó: “ya irán, ya irán”. Alrededor del green era un malabarista, yo siempre pensé que iba a ser diferente a los demás pero… ¡quién iba a pensar que ganaría cinco Grandes, nadie podía calcular dónde llegó!”.

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