Jim Barnes nació un 8 de abril de 1887 en Lelant, en la región inglesa de Cornualles. Como tantos de su época, comenzó a trabajar como caddie y asistente de clubmaker con tan solo 15 años. En 1906 emigró a Estados Unidos, trabajando en San Francisco como greenkeeper, pero el Gran Terremoto de ese mismo año destruyó el club donde trabajaba y se vio obligado a emigrar al estado de Washington, primero a Spokane y después a Tacoma donde trabajó como profesional.
En aquellos días, los socios de los clubes animaban a sus profesionales a participar en los distintos torneos que se organizaban para que los clubes ganaran prestigio. En 1913 Jim Barnes ganó el Northwestern Open, un torneo menor, pero fue en el US Open de ese mismo año cuando empezó a dejar muestras de su potencial. En el US Open que cambió el golf americano, el que Francis Ouimet le ganó a la armada inglesa de Vardon y Ray, Barnes acabó cuarto empatado con Walter Hagen. Un año después, conseguía su primera gran victoria al ganar el Western Open disputado en Interlachen Country Club de Minneapolis.
Dos años después, 32 jugadores participaron en el primer PGA Championship disputado en 1916 en Siwanoy Country Club en Bronxville, New York. El torneo, que hasta 1958 se disputó en formato match-play, se creó por impulso del magnate y filántropo Rodman Wanamaker, con el decidido apoyo de Walter Hagen, a imagen y semejanza del PGA Championship de Gran Bretaña, que patrocinaba el tabloide News of the World.
Tom Kerrigan, el profesional de Siwanoy, tuvo el honor de dar el primer golpe de un campeonato de la PGA. Kerrigan era uno de los favoritos, junto a Hagen, Willie MacFarlane y Jock Hutchinson. Ganó los dos primeros partidos y perdió en cuartos contra el desconocido Jim Barnes 3&1.
De los cuatro semifinalistas, tres eran británicos. Barnes arrolló a Willie MacFarlane, futuro campeón del US Open en 1925, por 6&5, mientras que Jock Hutchinson ganaba a Walter Hagen 2 up. La final a 36 hoyos terminó los primeros 18 con Hutchinson uno arriba. En el descanso entre rondas, Barnes dejó una frase de leyenda: “Siempre lo hago mejor después de comer”. Barnes recuperó terreno y tomó ventaja por primera vez en el hoyo 25. A partir de ahí la contienda siguió igualada hasta llegar al hoyo 36, en el que ambos jugadores se enfrentaban a un putt de metro y medio para par. Hutchinson falló el suyo mientras que Barnes lo embocaba.
El campeonato de la PGA tuvo un comienzo abrupto a modo de coito interrumpido, porque después de la primera edición vino una pausa de dos años obligada por la Primera Guerra Mundial. En 1919 se disputó la segunda edición en el Engineers Country Club de Roslyn, New York. A la final llegaron Barnes y Fred McLeod, inglés y escocés, ganador del PGA y ganador del US Open de 1908 respectivamente; se enfrentaban el jugador más alto de los participantes, “Long Jim” Barnes de 1,90 m, contra el más bajo, con tan solo 1,62. McLeod tomó ventaja de un hoyo tras los primeros 9, pero la perdió en el 10 y un desafortunado approach en el 11 le hizo perder la concentración cediendo los siguientes seis hoyos. En el hoyo 31, Barnes embocaba un putt de 12 metros para llevarse el partido 6&5.
En 1921, el US Open se disputaba en Columbia Country Club, cuyo estado era calamitoso, especialmente sus greenes, después de sufrir una plaga y una intensa sequía. Meses antes, durante la estancia invernal de Jim Barnes en Florida, su amigo Fred McLeod le presentó a Warren Harding, presidente electo de los Estados Unidos que estaba de vacaciones en espera de tomar posesión del cargo. Jugaron un partido en el que Harding y Barnes hicieron de pareja contra McLeod y otro jugador. Al acabar el match, el presidente le prometió acudir al US Open.
Jim Barnes dominó el US Open de principio a fin, ganándolo por una diferencia de 9 golpes sobre Walter Hagen y McLeod que acabaron con +18. Chick Evans fue cuarto con +22 y Bobby Jones, quinto con +23. Esos nueve golpes permanecieron como récord de diferencia de un ganador del US Open hasta que Tiger destrozó Pebble Beach en 2000.
Como había prometido, el presidente Harding asistió a la última ronda. En el último hoyo, los cámaras y fotógrafos hicieron esperar el último putt de Barnes hasta que el presidente y su séquito estuviera convenientemente situado en el plano. Después, el propio presidente le hizo entrega del trofeo a Barnes diciéndole: “Felicidades, compañero”. Esa ha sido la única ocasión en que el presidente de los Estados Unidos ha hecho entrega del US Open.
Durante el torneo, Barnes se hizo acompañar de un caddie negro de 17 años a quien Barnes le dio 200 de los 500 $ del premio. Cuando llegó a su casa, su madre lo abroncó pensando que había robado el dinero, y Barnes tuvo que acudir para aclarar el malentendido. Ese caddie era Sam Lacy, futuro periodista pionero por su raza, activista contra la segregación racial y miembro del Salón de la Fama del Béisbol.
La última victoria de Jim Barnes en un Grande fue en el Open Championship de 1925, el último disputado en Prestwick, en el que remontó cinco golpes al líder Macdonald Smith. Esa fue la última victoria británica en el Open Championship durante diez años.
Su actividad como jugador de competición no le hizo abandonar su trabajo como profesional e instructor de golf. Sirvió de profesor al presidente Harding, a la megaestrella del béisbol Babe Ruth y a John D. Rockefeller. En 1919 publicó un libro de técnica llamado Picture Analisys of Golf Strokes que fue revolucionario porque por primera vez incluía fotos de los distintos golpes. Ese libro tuvo una influencia enorme y fue el más leído de su época.
Su figura alta y delgada le daba un aspecto desgarbado. Era un jugador de rostro serio y gesto adusto que solía jugar con un trébol entre los labios y usaba pantalón largo en lugar de los plus fours (bombachos) de moda. De su juego se dijo:
“En el chip a bandera justo desde fuera de green, probablemente el golpe más difícil de todos, Barnes es un artista. La dejará dada ocho de cada diez veces, mientras que otros se darían por contentos en conseguir un 50%. Tiene potencia, una inusual habilidad jugando los hierros y un gran toque con el putt. Otros pueden ser excelentes en ciertos aspectos, pero ninguno puede igualarle en el manejo global de la bola”.
Jim Barnes necesita ser reivindicado por méritos propios. Ganó cuatro grandes, todos los que existían cuando desarrolló su carrera como jugador de competición, hizo ocho top 10 en el Open Championship, cuatro top 10 en el US Open y quedó segundo en dos ocasiones en el PGA Championship, después de ser derrotado en la final por Walter Hagen las dos veces. Además, ganó tres veces el Western Open, considerado por muchos el cuatro grande antes del Masters, y consiguió un total de 21 victorias en el circuito, el vigésimo noveno jugador de la historia por número de victorias. Esos resultados son el reflejo de un jugador que dominó su tiempo. La PGA lo reconoció y le incluyó en el grupo de 12 primeros jugadores que inauguraron el PGA Hall of Fame en 1940.
Sin embargo, ni los desapasionados números, ni la distancia y la reflexión que proporciona el tiempo, han conseguido sacarlo del ostracismo. En el año 2000, la revista Golf Digest publicaba una lista de los mejores 50 jugadores de la historia. Jim Barnes ocupaba el puesto 39, por detrás de jugadores con menos títulos y menos méritos como Curtis Strange, Julius Boros, Greg Norman, Johnny Miller, Gene Littler o Roberto De Vicenzo.
El olvido de Jim Barnes tiene varias causas. Primero, fue un jugador de perfil bajo, poco dado al oropel. Tenía unas costumbres espartanas, seguía una dieta muy estricta, se acostaba pronto y madrugaba, no se permitía el más mínimo exceso y ni siquiera tomaba café. Nunca se vanaglorió de sus éxitos y jamás se quejó de no haber ganado más dinero con el golf. Y segundo, le tocó convivir con Walter Hagen, su opuesto en cuanto a costumbres y gusto por la notoriedad.
De su carácter reservado y conservador rinde buena cuenta una anécdota que contó Gene Sarazen años después de la muerte de Barnes. En 1929 Barnes estaba prácticamente retirado, mientras que Sarazen se encontraba en la cumbre de su carrera. Ambos vivían en la afueras de Nueva York y cierto día se encontraron compartiendo un tren de cercanías al centro. Sarazen repasaba su cartera de inversiones cuando Barnes le dijo secamente: “Véndelo todo. Acciones, obligaciones, todo”. Sarazen se quedó un poco perplejo. Nunca había tenido un trato cercano con Barnes porque lo consideraba demasiado frío y distante. Aun así le hizo caso. Dos semanas después se producía el Jueves Negro de Wall Street. Desde entonces, Sarazen se sintió muy unido a Barnes.
Resulta llamativo que el presidente Warren Harding, su notorio amigo, compañero de juego y alumno, un hombre que por su posición lo tenía todo, sea uno de los menos recordados y valorados de la historia americana.
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