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Zona Pro

Rory McIlroy, campeón del Cadillac Match Play

Óscar Díaz | 04 de mayo de 2015

Se desconoce si entre las tareas de J. P. Fitgerald, caddie de Rory McIlroy, está susurrarle al oído a su jefe de vez en cuando el célebre dicho romano «recuerda que eres mortal», pero no sería de extrañar dada la perfección que exhibe el norirlandés en sus mejores momentos. Tampoco es que McIlroy lo necesite, porque su innegable talento, por suerte, es inversamente proporcional a su soberbia. El número uno del mundo sabe que el golf es un deporte voluble y que todos sus practicantes son vulnerables, incluso él, aunque en lugar de gestos desaforados lo haga ver con una leve caída de hombros y un gesto a lo Calimero cuando las cosas no le van como quiere. Algo que no le suele suceder, por otro lado, y eso que el porcentaje de victorias de los mejores golfistas llevaría al frenopático a los habitantes de las élites de otras disciplinas.

Pero a su perfección tal vez le faltara algo de pasión, un sentimiento que el norirlandés encontró en la Ryder Cup, una competición cuya importancia se atrevió a cuestionar ingenuamente (y por lo que fue oportunamente reconvenido en su momento por algunos compañeros de equipo europeos) y que ahora valora. En repetidas ocasiones McIlroy ha hablado de lo mucho que había aprendido en su enfrentamiento contra Rickie Fowler en la pasada edición en Gleneagles, y este Cadillac Match Play, la primera oportunidad en que ha podido poner en práctica las lecciones de la Ryder Cup, la primera vez que jugaba en match-play desde octubre pasado, ha servido de espectacular refrendo.

Para hacerse con la victoria en Harding Park tuvo que superar a Gary Woodland, un gigante de gestos comedidos y físico imponente que combina, como el norirlandés (aunque no a su mismo nivel) potencia y tacto. Después de alternar más errores que aciertos en el primer tramo del partido, McIlroy pisaba el acelerador con tres birdies consecutivos a partir del hoyo 5 y adquiría una ventaja de cuatro hoyos que, a la postre, sería definitiva. No obstante, Woodland reaccionó cuando el torneo parecía decidido pero su intento de remontada quedó frustrado por un fallo corto del estadounidense en el hoyo 13. De colocarse a un hoyo pasaba, instantes después, a ponerse a tres una vez más, y el partido quedaba zanjado en el compromiso siguiente, el hoyo 16.

En el partido de consolación, Danny Willett se adjudicaba el tercer puesto ante Jim Furyk pese a sus molestias en la espalda. El inglés logró meter una marcha más al principio de la segunda mitad del recorrido y luego se vio beneficiado por una carambola inesperada, ya que la salida de Furyk en el hoyo 16 se quedó en un árbol y a Willett le bastó con colocar su segundo golpe en green para ganar el partido.

Volviendo con McIlroy, su décima victoria en el PGA Tour con solo 26 años (algo que solo han logrado Jack Nicklaus y Tiger Woods en la historia del circuito) y segundo título en un World Golf Championship llega, además, cuando la atención mediática estaba centrada en la atracción del momento, un Jordan Spieth que se impuso en el Masters haciendo gala de una combinación imbatible de talento y humildad, una posible némesis amable para muchos años. Pese a los vientos cambiantes, Rory ha vuelto a demostrar que no necesita reivindicaciones y que su juego habla por él. Quien quiera despojarle del título honorífico de mejor jugador del mundo, tendrá que hacerlo sobre los verdes tapices de los campos de golf.

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