La ley del Talión tiene su particular versión golfística: «Quien a drive mata, a drive muere». Es un aforismo funesto que suele aplicarse a aquellos jugadores que lo fían todo a su potencia desde el tee de salida y suelen caminar la fina línea entre el éxito y el desastre en cada golpe con el palo más voluminoso de la bolsa. Hay golfistas que siguen esta doctrina a rajatabla, la táctica del ataque desaforado, por pura falta de recursos; hay otros, unos pocos elegidos, que lo hacen por elección y capacidad. Como Rory McIlroy.
La insistencia de McIlroy a la hora de ceñirse a su plan de ataque le ha dado algún disgusto en el pasado, pero ahora mismo le está sirviendo para jugar otro campo cada vez que sale a disputar un torneo, a «mostrar matrícula», intimidar e incluso asombrar a sus compañeros de profesión. Y si no curioseen en las redes sociales para ver las reacciones que provocó su hoyo 16, uno de los monstruos del Valhalla Golf Club que despachó con un drive perfecto y un ¡hierro 9! a green.
La fidelidad a este concepto no es por empecinamiento ni soberbia; es por un swing que roza la perfección y que está apuntalado por una confianza a prueba de bombas. Lo decía Ted Scott, caddie de Bubba Watson, refiriéndose a Rory y comparándolo con el joven Tiger de sus mejores años: «Estuve de caddie en el último grupo del Canadian Open de 2000 en el que iba Tiger Woods. Jamás había visto a nadie con tanta confianza hasta esta semana».
Una vez superados algunos desajustes sufridos durante la temporada, esa confianza le lleva a dejar atrás los reveses y mirar al frente para rematar cuando los adversarios atisban alguna pequeña grieta en su juego. Como en la primera ronda, cuando respondió a un +3 en dos hoyos con cuatro birdies seguidos, o como ayer, que dio la réplica a la ofensiva de Bernd Wiesberger, el invitado sorpresa de este PGA Championship, y Rickie Fowler con tres birdies en los cuatro últimos hoyos para recuperar el liderato en solitario y volver a marcar distancias.
Así, Rory McIlroy lidera la clasificación con -13 y un golpe menos que Bernd Wiesberger, el austríaco que ya sabe lo que es ganar en el European Tour y se está presentando en sociedad en este PGA Championship, y tiene dos de ventaja sobre Rickie Fowler, a priori su rival más peligroso y tres con respecto a Phil Mickelson y Jason Day, que no consiguió mantener el ritmo de McIlroy en su enfrentamiento directo. Por detrás, y después de un magnífico esfuerzo, Sergio García ascendía hasta la vigésimo tercera plaza con la tercera mejor vuelta del día, pero necesitaría un cruce de cables generalizado en la zona alta (complicado, dada la benignidad del mojado Valhalla Golf Club) y una vuelta estratosférica para luchar por la victoria.
En cualquier caso, y salvo demarraje inicial de McIlroy, se plantea un final de torneo apasionante. La entidad de sus rivales y las escasas distancias harán que el norirlandés ande atento a lo que sucede, pero no se espera que cambie la hoja de ruta ni que sea infiel a un modo de entender el golf que le ha llevado a luchar por su tercera gran victoria consecutiva.
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