Lleva sucediendo los últimos cinco años. Tiger Woods sale de los grandes sin su victoria número quince y vuelve a uno de sus campos preferidos, ya sea Torrey Pines, Bay Hill, Doral o el Firestone Country Club. Durante su carrera han sido cotos de caza privados, prácticamente inaccesibles para el resto de contendientes, en los que el número uno se reencuentra con hoyos que sacan lo mejor de sí mismo. En este último recorrido, donde se disputa esta semana el Bridgestone Invitational –tercer World Golf Championship de la temporada– el Tigre ha pegado siete zarpazos.
Pero a pesar de sus cuatro triunfos este año, su buena actuación en varios de los grandes o su enorme despliegue en algunas áreas del juego, Woods no es el principal protagonista del que fuera su torneo. Es la dinámica que ha seguido el golf durante sus años de sequía: otros hombres se hacen más fuertes ante la ausencia de control. Phil Mickelson, reviviendo sus mejores años como profesional, parece ahora el hombre a batir en Firestone. Llega como ganador del Abierto de Escocia y del Open Championship en semanas consecutivas, se ha reconciliado con el instrumento que tantos problemas le ha creado en el pasado (su driver, o su “madera 3 con esteroides”) y su putter está al rojo vivo. No es de extrañar que haya declarado estar jugando el mejor golf de su carrera.
La gran duda que rodea sus opciones de victoria es si habrá sabido digerir tan rápidamente la Jarra de Clarete, y si tendrá el mismo hambre que muchos de los hombres que le acompañarán esta semana. “Cada uno de los últimos nueve días miro el trofeo para asegurarme de que no lo he soñado, que realmente gané y jugué aquella última vuelta”, declaró ayer, en los prolegómenos del torneo. “Hoy ha sido el primer día que he tenido la oportunidad de trabajar en mi juego y en mi toque, en crear golpes, y no estoy muy lejos. Pegué unos cuantos muy buenos. Estoy jugando muy bien”. Es esa inconsciencia y la falta de presión en este tramo de su carrera los que lo hacen un hombre muy peligroso para sus rivales.
Puede que la rivalidad entre el de nuevo número uno y número dos se avive como hace unos años, aunque en la actualidad no está tan claro quién es quién en el Ranking Mundial. Mickelson ha rejuvenecido quince años y acumula una enorme y útil experiencia; Woods parece más tocado mentalmente que nunca. En la sala de espera, buscando meterse en la lucha por ser considerado el mejor, se encuentra un Rory McIlroy irregular, quizá despistado por todos los cambios que se suceden a su alrededor; un Adam Scott que aumenta revoluciones dependiendo de la importancia del torneo que dispute o un Brandt Snedeker que comienza a jugar siempre al nivel que lo hizo en los últimos hoyos del Tour Championship: sólido y contundente en su juego largo y brillante en los greenes.
No son muchos los candidatos esta semana a la victoria, ya que el número de participantes no es muy alto comparado con otros torneos, pero aún así tres españoles plantearán su asalto en Firestone: Sergio García, Gonzalo Fernández-Castaño y Miguel Ángel Jiménez. Keegan Bradley defiende un título que servirá de antesala al PGA Championship y que dará una idea bastante clara de cómo afrontan los mejores del mundo el final de temporada.
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