Sergio García fue protagonista involuntario de la primera polémica del torneo, cuando después de la primera jornada le salió de dentro hablar del mal estado de los greens de Chambers Bay. Sus declaraciones estaban más que justificadas, pero su sentido de la oportunidad quedó en entredicho. Una vez más, los focos se centraban en el jugador de Borriol y llegaban las distracciones ajenas (pero anexas) al golf. Y eso en pleno major.
Como el jugador cuyas muecas da demasiadas pistas a su rival en match-play, Sergio García de nuevo quedaba expuesto y vulnerable y lo pagaba al día siguiente. Como profecía autocumplida, después de salir bien parado en la primera vuelta, García caía con un 75 que le llevaba al borde del corte. Aun así, el español conseguía reencaminar su juego y terminaba con 70 y 68 para remontar hasta la decimoctava plaza. Y un par de detalles le separaron de meterse en el top ten o incluso de luchar por la victoria, porque García bordó su juego en los últimos treinta y seis hoyos, pese a indicar que disputar el US Open en Chambers Bay era «como jugar la final de la NBA en una cancha con agujeros, pendientes y sin tableros», como declaró a Holly Sonders tras la tercera jornada.
Su decimoctava posición le sirve para firmar su octavo top 20 en dieciséis ediciones del US Open (en total, lleva 27 en 68 majors disputados). Las estadísticas son incontestables, aunque parezcan una justificación innecesaria para recordar al común de los mortales el talento de García.
El golfista de Castellón es como es, y a estas alturas de la película no es probable que cambie. Su espontaneidad a veces le costará golpes (o, al menos, disgustos), y en otras ocasiones le servirá para sobreponerse a las adversidades. Otros esperan al final del torneo, cuando la bola ya no rueda sobre los baches de los greens, para poner en solfa a la organización y no hay más que repasar las numerosas andanadas que encajó la USGA a lo largo de la última jornada. ¿Quién tiene más razón? Jordan Spieth tampoco tuvo empacho en criticar el criterio de la USGA y ha terminado ganando el torneo.
Aun así, sigue dando la impresión de que Sergio García llama a la tormenta con demasiada frecuencia, quizá como medida de protección, y que el ruido generado no suele beneficiar en nada a sus aspiraciones. Aun así, ese mismo carácter le ha servido a llegar hasta donde está. Su carácter será lastre o trampolín, pero le seguirá acompañando en las próximas grandes citas.
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