Soren Kjeldsen es como esos boxeadores de aspecto inofensivo y cuerpo recoleto que siempre dan guerra. Sus rivales pueden superarles en fortaleza o contundencia, pero estos fajadores son difíciles de tumbar. Encajan, sufren, aguantan y aguardan a que llegue su oportunidad, esa ocasión escasa, para encontrar un resquicio en la guardia y golpear el mentón del oponente. El adversario de Kjeldsen no era ninguno de sus compañeros del desempate, sino Royal County Down, sede del Irish Open, un monstruo que le había zarandeado y vapuleado durante todo el día, emborronando la tarjeta con los moratones de los bogeys y los dobles bogeys hasta hacerle acabar con un aparatoso 76 (+5) y abocarle a un playoff contra dos rivales, los únicos que terminaban por debajo del par en el torneo.
Pero Kjeldsen contuvo la sangría, logró sacar un par meritorio en el último hoyo y encontró ese hueco milagroso en la guardia del espectacular recorrido norirlandés. En el primer hoyo del desempate que le enfrentaba al austriaco Bernd Wiesberger y al inglés Eddie Pepperell, Kjeldsen coló una larga cambiada en la salida, seguida de un directo de derecha convertida en madera magistral que alcanzó el corazón de un green inaccesible para casi todos los golfistas en la jornada decisiva. Después, el danés certificaba el birdie con dos putts (el segundo con mucho misterio y corbata completa, un último estertor de un Royal County Down que se resistía a la cuenta de diez) y se hacía con su primer título desde hace casi seis años, cuando logró su ya penúltima victoria en el European Tour en el Open de Andalucia de 2009.
Sin capacidad de respuesta quedaron Pepperell, uno de los pocos que vencieron al campo norirlandés en la vuelta definitiva, y Wiesberger, que vuelve a quedarse a las puertas después de su tercer puesto en Catar y su segundo en Malasia.
Y justo por detrás de ellos finalizaba Rafa Cabrera-Bello, que aspiraba a todo y se quedó sin nada. El grancanario, que llegó a ocupar el liderato durante algunos instantes de la jornada final, tuvo un día complicado desde el tee de salida y no consiguió convertir ninguna de las opciones que se fue procurando en el tramo decisivo. El final fue un guiño cruel, la venganza de un campo que Cabrera-Bello se había atrevido a «mancillar» con su vuelta impecable del viernes. Desde mitad de la calle, con el grancanario empatado en cabeza, Cabrera-Bello pegaba un mal tercer golpe en el hoyo 18 y no lograba recuperar desde el rough de la derecha, circunstancia que le llevaba a sumar el cuarto bogey del día y a quedarse fuera del desempate. Para más inri, su compañero de partido, Tyrrell Hatton, sacaba un birdie de la nada y empataba con él en la cuarta plaza, arrebatándole el puesto en el Open Championship que, si no de bálsamo, si serviría de cierto consuelo para el español.
Miguel Ángel Jiménez, por su parte, también sufría en la jornada final y acababa cuadragésimo tercero con +10.
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