El estadounidense Steve Stricker se ha hecho con el título del Memorial Tournament, el décimo torneo de su carrera, tras imponerse por un golpe a sus compatriotas Matt Kuchar y Brandt Jobe en un final que parecía cómodo y acabó siendo agónico.
Stricker tuvo que superar la ofensiva de sus dos principales rivales (-7 en el día), su mal fario de los segundos nueve hoyos de Muirfield Village (+4 durante los cuatro días) y una inoportuna interrupción por tormenta de dos horas y media que añadió emoción e incertidumbre.
No es la primera vez que Stricker acaba “pidiendo la hora” en un torneo (recordamos sus apuros para hacerse con el Northern Trust Open de 2010 cuando salía con seis golpes de ventaja a los 18 últimos hoyos), aunque esta vez demostró sangre fría al embocar dos putts para par salvadores en los hoyos 16 y 17 tras visitar los búnkers de green y certificar el título en el torneo de Jack Nicklaus asegurando el bogey en el último hoyo.
Stricker ha basado su triunfo en la precisión exquisita que ha exhibido con los dos paos más importantes de la bolsa, el putt y con el drive, y consiguió mantener a raya a un Matt Kuchar muy sólido y cómodo en Muirfield (cuatro top ten en sus cuatro últimas visitas al torneo) y a un Brandt Jobe al que no se le notó el vértigo de situarse en las alturas (llevaba desde 2005 sin sumar un top 3).
Rory McIlroy, quinto, y Luke Donald, séptimo, han sido los mejores europeos en liza. El inglés prorroga su impresionante racha de top tens (lleva diez consecutivos, sumando torneos del PGA Tour y del European Tour) y suma el número 1 en la FedEx Cup a su número 1 del mundo (proeza que solo había logrado anteriormente Tiger Woods).
Dustin Johnson, cuarto, y Gary Woodland, sexto, sirvieron de contrapunto “juvenil” a la victoria del cuarenton Stricker y demostraron que hay relevo entre los estadounidenses, mientras que Rickie Fowler, otro “pipiolo”, protagonizó la estadística extraña de la semana al ser el que más birdies consiguió en Muirfield (26) pero acabar solo con -4 en el acumulado.
No faltaron las lágrimas, esta vez contenidas, de Stricker en la ceremonia de entrega de trofeos, aunque esta vez estaba reconfortado por la presencia y el apoyo del mejor jugador de la historia, Jack Nicklaus.
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