Es injusto recurrir a palabras tales como «anticlímax» o «victoria de trámite» para definir el octavo triunfo de Tiger Woods en un Bridgestone Invitational, aunque la jornada decisiva se convirtiera en un paseo militar para el californiano. Por detrás, un notable plantel de jugadores se esforzaba en poner algo de interés y luchar por ese segundo puesto análogo al del US Open de Pebble Beach en 2000, esa plaza reservada al «mejor de los mortales» que al final cayó en manos del campeón del año pasado, Keegan Bradley, y de un Henrik Stenson enchufadísimo en las últimas semanas.
Si faltó brillantez en esta última jornada es porque la hubo antes, especialmente en la mágica vuelta del viernes con aquel 61 estratosférico en un recorrido sur del Firestone Country Club que no ha dado demasiada tregua a los participantes en este World Golf Championship. Contextualicemos de nuevo la hazaña: Tiger hizo -9 solo en la segunda vuelta; Keegan Bradley, segundo clasificado, acababa el torneo con -8 después de cuatro días.
Tampoco se le podía exigir mucho más a un Tiger que seguramente estaba pensando más en su próximo reto, un PGA Championship en Oak Hill que podría servir para reanudar la carrera en busca del récord de majors de Jack Nicklaus. Su holgada ventaja y la falta de movimiento entre sus posibles rivales seguro que le permitió fantasear con lo que ocurrirá la semana que viene y plantearse la mejor estrategia para el cuarto grande del año, su única asignatura pendiente en una brillantísima temporada con cinco entorchados en su haber.
Sería reduccionista recurrir únicamente a las cifras para valorar la gesta del estadounidense, pero con Tiger no queda más remedio. Atención a la lista de logros: el estadounidense ya lleva 79 victorias en el PGA Tour, a tres del récord de Sam Snead; esta es su décima temporada con cinco o más triunfos, algo que nadie había conseguido hasta la fecha; ya atesora 18 victorias en los World Golf Championships; y es el primer jugador que gana dos torneos en ocho ocasiones (Bridgestone Invitational y Arnold Palmer Invitational).
Sin duda, todas las cifras anteriores las cambiaría de buen grado por su decimoquinto major. Si tiramos de archivo, Tiger ha conseguido la victoria en su último torneo antes de un grande en diecinueve ocasiones, y en cuatro de dichos majors también alzó el trofeo de ganador. La estadística no le favorece, pero Tiger llega a «la última oportunidad lograr la gloria» (apodo extraoficial del PGA Championship) como claro favorito después de la exhibición de esta semana.
Por detrás, hay que mencionar el esfuerzo del defensor del título, Keegan Bradley, que igualó al sueco Henrik Stenson en la segunda plaza, y el heterogéneo terceto que ocupó la cuarta plaza, compuesto por los estadounidenses Zach Johnson y Jason Dufner y el español Miguel Ángel Jiménez. En su tercera vuelta consecutiva bajo par, el de Churriana lo intentó todo y estuvo cerca de lograr una segunda plaza que le habría metido en el top 40 del mundo, pero al final tuvo que conformarse con la mencionada cuarta posición que le permite escalar hasta el quincuagésimo séptimo escalón del ranking mundial. Como en el caso de Tiger, a Jiménez poco le importan estas cábalas matemáticas y prefiere quedarse con lo esencial: con su regreso a la élite mundial después de su grave lesión. Lo demás es aderezo, una guarnición sabrosa que puede llevarle a jugar todos los majors si acaba dentro de los cincuenta mejores a final de temporada, pero que ahora mismo no deja de tener un valor muy relativo.
Con respecto a los otros dos españoles, Gonzalo Fernández-Castaño volvió a sufrir en otro día complicado y terminó con 72 en el día y +4 en el global en la trigésimo octava posición, mientras que Sergio García cerraba una vuelta notable y conseguía vencer al campo por primera vez durante el torneo, para marcharse de Akron con las mejores sensaciones posibles de cara al importante compromiso de la semana que viene.
Deja un comentario