La historia del golf está llena de grandes jugadores que consiguieron la gloria por su juego o por su contribución a la evolución de este deporte. Para los anales quedan grandes gestas, victorias heroicas, enfrentamientos épicos y récords por batir, pero la historia no se agota en la zona de esplendor. Hay un reverso tenebroso, menos conocido y apenas recordado, que lo componen todos aquellos que no persiguen en el golf más gloria que el dinero que puedan sacar de la forma que sea. Estos personajes no quedan en la memoria, aunque alguno lo mereciera por su genialidad. De entre todos ellos el mejor fue sin duda Alvin Thomas, más conocido como Titanic Thompson.
Alvin Clarence Thomas nació el 30 de noviembre de 1892 en una cabaña de madera de las Ozarks, Misuri, y se crió en Rogers, Arkansas. No recibió una educación formal; apenas sabía leer y escribir pero tenía una cabeza prodigiosa para los números y una intuición poco común para la probabilidad. Esas virtudes, junto con su enorme habilidad manual y capacidad atlética, marcaron su vida. Abandonó pronto su casa, en plena adolescencia, y se lanzó a la carretera como buscavidas.
El origen de su apodo es doble. Por un lado le puso Titanic el dueño de una sala de billares después de perder una apuesta de 200 $, dando a entender que era tan sólido e invencible como el famoso barco. Pasó un tiempo llamándose Titanic Thomas, hasta que una errata en un periódico de Nueva York confundió su apellido con Thompson. Puestos a romper con sus orígenes, y dado que no le agradaba su nombre, Alvin Thomas aceptó gustoso el error y a partir de entonces pasó a ser conocido como Titanic Thompson.
Era un hombre alto, bien parecido, delgado, con una cara inexpresiva y ojos apagados que parecían refulgir cuando le proponían una apuesta, y veía la ocasión de jugar con el azar o de desafiar a cualquiera con sus habilidades y picardía. Se casó cinco veces, todas con menores, mantuvo relaciones con Jean Harlow y Mirna Loy, dos de las actrices del momento, mató a cinco hombres sin ser condenado por ninguno y estuvo implicado en la muerte de Arnold Rothstein, conocido hampón neoyorquino que fue una de las figuras centrales del escándalo de los Black Sox en las Series Mundiales de béisbol de 1919 y que sirvió de inspiración al oscuro Meyer Wolfshein en la novela El gran Gatsby.
Titanic Thompson siempre viajaba con todos sus aperos en el maletero de su Piker-Arrow: una bola de bolos, un taco de billar, unas herraduras, dos juegos de palos de golf (de diestro y de zurdo), una maleta con dinero y una pistola.
Era buen jugador de dados, de cartas y de billar. Dicen que llegó a perder una apuesta de un millón de dólares al billar contra el Gordo de Minnesota (personaje inmortalizado en la película El buscavidas de Robert Rossen y preludio de la más conocida El color del dinero) con el que después formó pareja de juego. Les ganó apuestas, no siempre de forma recta, al propio Al Capone y a Harry Houdini, pero el Santo Grial de Thompson fue Howard Hughes. Trató incesantemente de llevarlo al campo de golf para apostar con él (y desplumarlo con toda seguridad), pero el excéntrico y desconfiado magnate nunca cedió. En cierto sentido, ese fue su único y gran fracaso.
Su desembarco en el golf fue tardío. La llegada y auge de Las Vegas como centro de juego y apuestas hizo perder mucho campo de acción a los buscavidas como Thompson, que tuvo que buscar nuevos ámbitos de negocio y los encontró en los acomodados miembros de los muchos clubes de golf privados americanos. Aprendió a jugar solo, tanto a diestras como a zurdas, llegando a tener un nivel excepcional, tanto o mejor que los jugadores del circuito profesional. Ben Hogan dijo de él que era imposible ganarle, ni a diestras ni a zurdas, y que nunca había visto a nadie controlar el vuelo de la bola como a Titanic Thompson. La relación de Hogan con Thompson fue estrecha desde su juventud, cuando Thompson le buscó un trabajo en una casa de juego ilegal próxima a Dallas.
Era un jugador de otra época, que aún llamaba a los palos con los nombres escoceses clásicos (mashie, spoon, cleek…) en lugar de usar el nuevo sistema basado en números, y que importaba términos del billar para denominar conceptos y situaciones propias del golf. Por ejemplo, al backspin lo llamaba “english”, como se denominaba al efecto de retroceso en el billar.
A pesar de su nivel, Thompson nunca tomó parte en el circuito profesional ni jugó ningún torneo. Byron Nelson, poco antes de su muerte, dijo de él que no tenía duda de que hubiera triunfado en el Circuito, pero que no lo necesitaba porque era un jugador de otro nivel. Thompson declaró que nunca jugó en el circuito profesional porque no podía permitirse pagar las inscripciones, pero la realidad es bien distinta. Un espíritu como el de Titanic Thompson se llevaba mal con la rigidez del calendario y los horarios fijos de los torneos profesionales, pero sobre todo las apuestas cruzadas en partidas privadas eran mucho más lucrativas que la vida de jugador profesional de golf. En la época de Sam Snead, Ben Hogan y Byron Nelson, antes de que los premios del circuito comenzaran a elevarse, un profesional podía rondar los 20.000$ al año en una buena temporada, mientras que Thompson arreglaba apuestas a partidas o incluso a hoyos individuales por cantidades mayores.
Thompson era un gran jugador de golf, de los mejores de su época, y llegó a medirse a jugadores emergentes y futuras figuras como Byron Nelson. En una ocasión intentó apostar con Nelson, pero este se negó y Thompson hizo la apuesta con los miembros de Ridgelea Golf Club, en Fort Worth, club al que pertenecía Nelson. En esa partida Nelson hizo 69 golpes, por 71 de Thompson. Nelson, que estaba al corriente de la apuesta aunque permaneció al margen, suspiró aliviado al ganar, pero se quedó de piedra al ver una media sonrisa dibujada en la cara de Thompson. Titanic había convencido a los miembros del club de que le dieran cierta ventaja (que no necesitaba por juego) y había acordado que no perdería por más de tres golpes. Esa derrota por dos golpes escondía una victoria y un buen montón de dinero para Thompson.
Siempre supo rodearse de buenos compañeros en cada una de sus empresas. Hizo pareja un tiempo con Herman Keyser, que ganaría después el Masters en 1946, al que presentaba como su caddie y trató de hacer lo mismo Lee Trevino sin conseguirlo
A pesar de la calidad de su juego, como buscavidas y apostador de casta sabía que había que limitar la acción del azar al mínimo y para ello empleó las más variadas triquiñuelas para ganar la mayor cantidad posible de dinero con el menor riesgo. En unos casos sus trucos eran simples y pueriles, como mantener un partido igualado pegando malos golpes y dando la apariencia de haberlo ganado de casualidad para que el otro se calentara y subiera la apuesta a un segundo partido, o darle una buena paliza a alguien jugando a diestras para después tentarle de nuevo jugando a zurdas.
En otros casos sus trapacerías eran ingeniosas y malévolas. En una ocasión enterró billetes de 10 $ en los bunkers de un hoyo para penalizar al otro jugador cuando instintivamente fuera a desenterrarlos. En otra imantó los forros metálicos de los últimos hoyos de un recorrido para que atrajeran a una nueva bola que se había lanzado al mercado, llamada First Flight, que tenía un núcleo de acero, perfectamente legal por otro lado. Dicen que Thompson no falló ni un putt en esos hoyos. Estando en Chicago, apostó a que sería capaz de dar un drive de más de 500 yardas. Cuando cubrieron la apuesta, Titanic esperó a que llegara el invierno, convocó a los jugadores en el helado lago Michigan donde, efectivamente, mandó la bola a más de las 500 yardas convenidas.
Thompson no era un santo, como tampoco lo eran los que le rodeaban; sabía perfectamente en qué ambiente se movía y con quién se la jugaba. Buena prueba de ello es la apuesta que cruzó con un gran jugador de póker de la época llamado Johnny Moss, quien aseguró que sería capaz de hacer menos de 45 golpes en 9 hoyos jugando solo con un hierro 4. Titanic Thompson se enteró del reto y apostó en su contra. En el primer hoyo la bola de Moss se desvió inexplicablemente de su trayectoria en los últimos centímetros antes del hoyo, situación que se repitió en los tres hoyos siguientes. Johnny Moss levantó la vista y dio con la mirada guasona de Thompson que seguía el partido entre el público. “¿Has sido tú, verdad?” preguntó, a lo que Thompson, pasando a la primera fila, respondió “Hagamos una cosa: tú llamas a tu hombre y yo llamo al mío”. Moss había sobornado al greenkeeper para que pusiera banderas fáciles ese día y además había mandado a un compinche por delante para que pisara alrededor del hoyo con la intención de crear una depresión que ayudara a las bolas, a lo que Thompson reaccionó mandando a otro para que revirtiera los cambios, levantando además el mismo borde del hoyo ligeramente por encima de la horizontal. Ya con todas las cosas en su sitio, Moss acabó la ronda con 41 golpes y se llevó los 3000 $ en juego.
Su última gran apuesta la hizo en el campo de Horizon Hills, en El Paso, Texas en 1965. En ese polvoriento ambiente, acordó un enfrentamiento entre dos prometedores jugadores, el local Lee Trevino y su patrocinado Ray Floyd. El encuentro estaba planeado a dos vueltas, que ganó Trevino con facilidad, haciendo que Thompson perdiera 18000 $. No estando acostumbrado a salir derrotado, Thompson convenció a los miembros del club para disputar una tercera ronda. Su intención era jugar por 50.000$ que finalmente quedaron en 20.000$. Fuera una u otra cantidad, esa tercera ronda era para Titanic Thompson un salto sin red porque no tenía dinero cubrir la apuesta.
Ese último enfrentamiento despertó un interés inusitado y convocó a espectadores del más variado pelaje: miembros y trabajadores del club, viandantes y curiosos de congregaron para ver el desenlace. Floyd empezó fuerte los primeros nueve hoyos, adquiriendo una ventaja que Trevino fue recortando en los segundos 9 hasta llegar empatados al tee del 18, un par 5 de 556 yardas. Ambos llegaron a green de dos. Floyd pateó primero desde unos siete metros consiguiendo el eagle. Trevino tenía un putt de no más de cinco metros. Su bola entró en el hoyo, dio una vuelta en el forro y salió para quedarse en reposo justo al borde. Ray Floyd dijo años después que todavía sueña con aquel putt. Los gritos y bocinazos que habían celebrado el magnífico segundo golpe de Trevino se volvieron palabras de consuelo. Trevino le dio la mano a Floyd que le dijo en el poco español que sabía “Adiós, amigo” y ya en inglés: “Puedo ganar dinero más fácilmente en el Circuito”.
Se calcula que Titanic Thompson ganó a lo largo de su vida más de 10 millones de dólares, pero acabó sus últimos días en un asilo de Dallas con una pensión que apenas superaba los 100 $ mensuales. Murió de un infarto el 19 de marzo de 1974 a los 81 años de edad y está enterrado en Colleyville, Texas.
La vida de Titanic Thompson nunca ha sido llevada al cine como tal, aunque su figura sirvió de inspiración para el personaje de Sky Masterson en el musical de Broadway, y posterior película, Ellos y ellas. Además, algunas de sus andazas y jugarretas en el mundo del golf, convenientemente disfrazadas y adaptadas para la ocasión, se incluyeron en la película Tin Cup de la mano de Gary McCord, uno de los grandes conocedores del personaje.
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