Se suele decir que no se puede correr más que el tiempo. Intentar adelantarse a él no suele conllevar buenas consecuencias y a menudo la precocidad deriva en años de maduración. Son los peligros de los llamados niños prodigio: talentos innatos que o moderan su velocidad natural de crecimiento o pueden terminar necesitando largos períodos de ajuste. Véase el caso de Lydia Ko, vencedora con catorce primaveras ante las mejores del mundo pero que, sin embargo, se toma con calma su entrada en la élite. No es fácil saber esperar, tener la suficiente paciencia como para contener el espíritu competitivo o las ganas de hacerse un hueco en la historia. Del mismo modo, no es sencillo saber el momento en el que retirarse; ser consciente de que ya no hay posibilidad de superación.
José María Olazábal se encuentra en este último punto de su carrera. Ha ganado dos Masters, capitaneado a un equipo europeo inquebrantable ante las adversidades y es el octavo jugador que más veces ha triunfado en el Circuito Europeo. A sus 47 años, se podría decir que “Ollie” ya tiene su lugar en el Olimpo del golf pero, por otra parte, sigue compitiendo. Hay algo dentro de él que le impide abandonar los largos viajes o querer medirse a chicos a los que dobla en edad, como Matteo Manassero. Esta temporada ha estado en Abu Dhabi, Sudáfrica, Marruecos, Augusta, Inglaterra… la lista es larga. Mientras otros deportistas llevan una o dos décadas alejados de la brecha, Olazábal sigue peleando a pesar de tener un historial médico casi tan extenso como su palmarés. Llevamos tanto tiempo viéndole pegar bolas que a veces olvidamos que el tiempo también ha pasado para él, y que podría dedicarse a otros asuntos.
Su última apuesta por sí mismo vino en forma de previa para el próximo U.S. Open, que se disputará en Merion del 13 al 16 de junio. Ha disputado diecisiete veces este torneo desde que se hiciera profesional y, si seguimos un razonamiento lógico, parece congruente pensar que no ganará esta edición. Es probable que también él lo crea así. Sin embargo, tras cuatro días de competición ante lo más granado del golf europeo en Wentworth, también ante muchos de los jugadores que estaban a sus órdenes en Medinah, José María intentó clasificarse para el segundo grande de la temporada. El plan no era precisamente cómodo: 36 hoyos en los dos campos que componen Walton Head después de haber jugado 72 con lluvia, viento y bajo la máxima tensión. Conviene recordarlo: era más sencillo haberse vuelto a casa.
Sin embargo, él decidió algo distinto. Firmó 68 impactos en su primera vuelta y 73 en la segunda, terminando en octava posición empatado con otros cinco jugadores (John Parry, David Howell, Estanislao Goya, Chris Doak y Rikard Karlberg). Había doce plazas en juego para Merion y tendría que afrontar un play off para ganarse un puesto en la élite. 47 años. Algo que ya había hecho en diecisiete ocasiones. Primer hoyo de desempate y hace birdie, consiguiendo un nuevo billete de ida para unas calles estrechas, un rough espeso y unos greenes como el cristal. Que venga un chico con ganas de ganar un grande y vea qué hace falta para conseguirlo.
Competir, más que nada, es negociar con el tiempo. Ganar o perder, pero volver a intentarlo de nuevo mañana. No se mide por rankings, puntos u órdenes de mérito, sino por pequeñas decisiones silenciosas como llegar pronto a la cancha de prácticas, visitar el gimnasio tras 18 hoyos o acudir a una previa de un torneo que se ha jugado veinte veces. El caso de Olazábal es el de un adolescente con canas, que guarda la ilusión de los primeros días pero que anda inmerso en el inevitable blues que sigue todo deportista de élite en su madurez. No se puede correr más que el tiempo, pero sí es posible plantarle cara y recordarle, ante todo, que el deporte es una lucha irracional contra las posibilidades.
Simon Khan, dolido por perder en el desempate ante Manassero en Wentworth, finalizó esta vez en primera posición. Jaco Van Zyl, Paul Casey, Morten Orum Madsen, Peter Hedblon, Eddie Pepperell, Marcus Fraser, John Parry, David Howell, Tano Goya y Chris Doak le acompañarán en una nueva batalla. La retirada está lejos. La pasión, y no los antecedentes, es el verdadero combustible de estos hombres.
2 comentarios a “Un adolescente con canas”
Muy buen artículo, grande Olazábal!
Hombre hay que relativizar un poco, si le gusta jugar al golf, qué va a hacer? tiene que jugar con los de su nivel (como nos gusta a todos) y no con los colegas de handicap…
Enhorabuena lo tiene supormericido por el trabajo y los valores que inculca. Yo le vi pegar una vez 14 cubos de bolas… tres horas sin parar y decía que solo así se llega. En fin que tiene «balata» en la sangre…
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