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Zona Pro

Un idilio, un hoyo y un mulligan

Juan José Nieto | 11 de mayo de 2014

Es una pena que el Masters no se juegue en el TPC de Sawgrass. O que el The Players no adquiera de una vez la condición de quinto grande. O que se la robe de una vez al insulso PGA si se prefiere mantener en cuatro el número de majors por aquello de no restarle su carácter elitista y diferenciador. Y es que en Sawgrass encuentra Sergio García incómodo acomodo. Incómodo por la propia exigencia de un campo que demanda precisión desde el tee y hierros muy afinados para alcanzar greenes en miniatura. Acomodo, porque pocos como él saben doblegar a la bestia y someterla a su talento natural para producir golpes con efecto y a diferentes alturas o recuperaciones que requieren tanto tacto como fantasía.

Otro domingo más, día de la madre en Estados Unidos por cierto, Sergio García afronta una última jornada del The Players con opciones de victoria. No será sencillo limar los tres golpes de ventaja que le llevan esos epítomes de la consistencia que son Martin Kaymer y Jordan Spieth. El alemán y el norteamericano, aún limpio de bogeys en el torneo, han jugado 54 hoyos de enorme mérito, pero en Sawgrass, más que en ningún otro lugar del mundo, se cumplen todas aquellas máximas que invitan a no lanzar campanas al vuelo, vender pisos sobre plano o invertir en preferentes.

La simple presencia en el horizonte mental de los jugadores del hoyo 17 se convierte en una llamada a la cautela. Su green en isla, porque el istmo que la une con el resto del campo es un leve pasillo casi impracticable, me provoca sentimientos enfrentados. Por un lado, desde mi condición de deportista, siento que es injusto que se ponga en juego el trabajo de toda una semana (de años, si se me apura, porque una victoria en el The Players justifica más de una carrera) en un tiro de todo o nada, de suspiro de alivio o de decepción. Por otro lado, desde mi condición de espectador, siento que pocas veces el golf me brinda situaciones tan épicas como las que nos suele regalar este hoyo, una escalada de emociones tal que justifica el amor por este deporte.

Y con todos estos ingredientes, más los recuerdos de años anteriores, me imagino a Sergio otra vez en el tee del 17 con opciones de victoria, luchando por un segundo título en el The Players tras haber consumido esa terrible travesía que lo separa del green del 16, plantado frente al cielo, el agua y una pequeña línea verde rodeada de maderos que actúan de empalizada para evitar desprendimientos de tierras. Sí, eso es el green, pero aún más pequeño se divisará el mástil de la bandera, el mismo al que apuntó el año pasado buscando vencer a Tiger. Quizá esté movido por el viento, un viento que amenaza con llevar cualquier bola demasiado osada a las profundidades del lago. ¿Qué hará entonces Sergio? ¿Volverá a dejarse llevar por esa inspiración inconsciente y a la vez genial que hace un año bautizaba como el gen zurdo? ¿O buscará el tiro más conservador que tan buenos resultados le dio en el playoff de 2008 dirigiendo sus miras al centro del green y jugando con el contorno?

Ojalá podamos comprobarlo en unas horas. Significará que nuevamente el castellonense se ha mezclado con los mejores del mundo para hacerse con el prestigioso título del The Players. Hagan sus apuestas.

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