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Zona Pro

Un juego de niños

Enrique Soto | 24 de enero de 2014

Le ha ocurrido a cientos de grandes promesas que se pasan al profesionalismo: la presión comienza a abotargar los músculos, los objetivos cambian drásticamente, dejan de disfrutar. Es un proceso tan común que lo dábamos por hecho cuando hablábamos de Lydia Ko, esa niña capaz de ganar a las mejores del mundo con catorce primaveras y que, a los dieciséis, no solo se pasó a profesional, sino que firmó un buen contrato con uno de los mayores fabricantes de la industria, otro con su agencia de representación y, por si fuera poco, cambió al entrenador que le había enseñado a coger el palo por otro nuevo, a quien había conocido hace unos meses. En su caso no solo se trataba de jugar ahora por dinero, sino que toda su vida se estaba sacudiendo hasta extremos incontrolables.

Quizá debíamos haber recordado que no se trata de una chica normal y que el mismo baremo que se aplica al resto podría no surgir efecto en su historia. Por esas victorias en el Abierto de Canadá, aquella otra en el de Nueva Zelanda, con todo su país pendiente, o por el simple hecho de que esta chica es la número cuatro del Rolex Ranking. Las respuestas a cómo reaccionaría ante todas estas novedades las teníamos enfrente, en su pasado, aunque daba miedo mirar. No queríamos ver a otro muñeco roto en las garras de los medios, la mediatización o el calor de los focos, sino cómo seguía batiendo récords como quien acudía al campo después de la escuela. Era un relato tan agradecido con los golfistas que no queríamos que terminara en una carrera mediocre.

Podría haber comenzado la temporada del LPGA Tour en Bahamas con una vuelta sobre par, comentar a los micrófonos que se estaba adaptando a su nueva vida, que todavía estaba en la edad para aprender, pero Lydia Ko no lo hizo, no lo hizo y no lo hizo. En lugar de todas estas cosas firmó seis birdies y un bogey a lo largo del Ocean Club Golf Course, alcanzó el liderato del torneo y se atrevió a decir: “Creo que jugué mucho mejor de lo que dice mi resultado. El menos tres estaba muy bien a mitad de mi vuelta, pero creo que se quedaba corto. Me di muchas oportunidades y tiré los putts en las líneas que pretendía, pero algunas veces se iban por la derecha o por la izquierda. Tuve un par que pasaron cerca, pero como digo, el pelo del green puede afectar claramente a la bola”.

Antes de esta mañana hubo otras memorables, pero la de su primera ronda en el LPGA Tour en 2014 sonó como un disparo en el silencio: bang, había aparecido un monstruo. Al menos así lo vio Stacy Lewis, número tres del mundo y compañera en su partido: “Creo que nuestro golf es muy similar, así como nuestra forma de jugar. Ambas la pegamos sólida y metemos putts. Ella lo hizo genial hoy en los greenes. Durante los primeros siete u ocho hoyos metió todas las que miraba. Es realmente buena. Cielos, cuando coja confianza y se de cuenta de ello tendremos que tener todas mucho cuidado. Es genial verla tan modesta, pero a la vez quieres que crea de verdad en ella misma y que sepa que es una de las mejores del mundo”.

Se dejó oportunidades en el camino, pero su nombre ya figura en lo más alto de la tabla junto al de Meena Lee. Un numeroso grupo las perseguirá mañana desde el menos cuatro, entre las que se encuentra la propia Lewis, así como Jessica Korda, Brittany Lang, Amelia Lewis o Hee Young Park. Azahara Muñoz fue la mejor entre las españolas, firmando una vuelta de menos tres. Belén Mozo se quedó al par, Beatriz Recari en el más cuatro y María Hernández en el más siete. En lo más alto, el golf parece un juego de niños.

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