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Un premio y tres vencedores

Juan José Nieto | 25 de octubre de 2013

Su Alteza Real el Príncipe de Asturias entrega la insignia a José María Olazábal, Premio Príncipe de Asturias de los Deportes 2013

Oviedo luce engalanada para su gran cita anual con los Premios Príncipe de Asturias. Numerosas personalidades de diferentes ámbitos de la vida social, cultural y científica se encontrarán en el Teatro Campoamor para recibir la condecoración o alabar a los premiados. José María Olazábal será una de ellos. El jugador de Hondarribia hereda, veinticuatro años después, el honor que entonces recibiera Severiano Ballesteros.

Lo hace en una época en la que el galardón, en la especialidad deportiva, parece instalado en una deriva nacionalista y efectista que contribuye a su descrédito. Numerosos deportistas españoles, incluido el propio Olazábal, son premiados por méritos no superiores a los que algunos de sus homólogos no nacionales han cosechado y es difícil saber si se reconocen trayectorias o se magnifican momentos puntuales, si el premio es consecuente u oportunista. Y es que el golfista de Hondarribia sucede a los futbolistas Xavi y Casillas que a su vez recibieron el entorchado de un Haile Gebrselassie que lo recogió, qué sorpresa, de la selección nacional de fútbol, una generación que bien podría ser considerada, con la perspectiva del paso del tiempo, como la mejor que hubo nunca, pero a la que el jurado quiso premiar mejor pronto que tarde y por duplicado. Y lo mismo se puede aplicar para el premio a la selección de baloncesto en 2006, un equipo del que todos nos sentimos orgullosos, pero a la que cualquier aficionado situaría muy lejos del Dream Team estadounidense que se presentó en Barcelona para universalizar el deporte de la canasta.

Quizá sea por esto que a Chema se le nota incómodo. En todas las entrevistas repite la sorpresa que le causó la llamada de Arancha Sánchez Vicario y apunta otros nombres que también podrían haber recibido el premio (especialmente el de Teresa Perales). En su caso, éste llega en el declive de su carrera, al amparo de un acontecimiento puntual (aunque inolvidable), la Ryder Cup 2012, en el que realizó un papel de guía o motivador, pero en el que no dio un solo golpe. Muchos jóvenes que hoy sintonicen las noticias serán incapaces de calcular el verdadero valor de sus logros en Augusta o en las múltiples Ryder en las que fue actor principal. Han pasado muchos años y ha tenido que reaparecer la figura inconfundible de Seve para que este reconocimiento se produjera. A uno, seguro que también a Olazábal, le da por pensar sobre la naturaleza redentora de un galardón que pretende liberar la apesadumbrada conciencia colectiva de un país que tuvo que esperar a la muerte del genio para reconocerle su verdadero impacto en la escala global. Por eso éste no deja de ser un premio doble. Lo recoge Chema, pero es como si se lo dieran también, nuevamente, a Seve.

Más allá de esta interpretación personal sobre las presuntas intenciones del jurado, el tercer ganador en este lluvioso día de octubre es el golf. Hoy, gracias a la repercusión mediática de estos premios, volverán a ponerse sobre el tablero los grandes temas que afectan a nuestro deporte. Quién mejor que Chema para reivindicar la universalidad de su lenguaje, los valores de honradez y lucha individual que lo definen y, por supuesto, quién mejor para hacer frente al conocimiento superficial y repleto de tópicos que lo salpican.

Un premio y tres vencedores en un día en el que, tarde o no, se hace justicia con el golf en nuestro país, un deporte de tradición ligera en España, pero jugado por hombres y mujeres de corazones muy densos. Como el de Chema.

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