La pasada semana Louis Oosthuizen falló un putt de unos dos metros para ganar el Barclays Singapore Open. Corría el segundo hoyo de playoff y el sudafricano había pegado un golpe majestuoso en el par 5 del hoyo 18, dejándose una oportunidad de derrotar a Matteo Manassero y lograr su tercer triunfo del año en el Circuito Europeo. Aquel putt no entró y el rostro de Louis evidenció la frustración y la rabia de quien sabe que ha perdonado la derrota a su adversario. No era la primera vez que lo hacía esta temporada.
Porque Oosthuizen, sin duda alguna, ha jugado el mejor golf de su carrera durante los últimos meses; mucho más consistente y ambicioso que cuando ganara el Open Championship. Comenzó en enero triunfante en el Africa Open, una de sus presas favoritas, y anunció la continuidad de su buen estado de forma al otro lado del océano terminando tercero, en el Shell Houston Open. Solo habían pasado tres meses del 2012 y se plantó en un playoff en el Masters por su segundo grande, el escenario perfecto para dejar su pequeña huella en la historia del golf. El único problema, aquella tarde en Augusta, fue que su rival hubiera vencido a cualquiera que se pusiera en su camino. Louis mantuvo una buena actitud mientras que Bubba Watson pegaba aquel gancho de 30 metros entre los árboles. No pudo ser.
Tan solo era una derrota pero dolió, al igual que la de Adam Scott en Royal Lytham o la de García en Carnoustie años atrás. Había que levantarse y seguir porque el deporte, sobre cualquier otra cosa, trata de competir. Escalar un peldaño, conquistarlo y emprender una nueva escalada. Pocos días después, en una recuperación meteórica, Oosthuizen ganaba en Malasia su segundo torneo del año y evidenciaba una mente privilegiada para un golfista, ese atleta que debe enfrentarse tan a menudo a la derrota. Pero desde entonces hasta ese putt que no entró en Singapur los resultados no le han acompañado, y digo solo resultados porque sus estadísticas son las siguientes: número uno en greenes en regulación y media de golpes en el Circuito Europeo, octavo en putts por green, cuarto en la Race to Dubai, séptimo en “total driving” en el PGA Tour, séptimo en la FedEx Cup… En definitiva, Oosthuizen ha bordado un golf al alcance de muy pocos jugadores. Ha finalizado dos veces cuarto, dos veces sexto y otras dos en segunda posición; la última contra Manassero.
Se suele decir que el principal enemigo del jugador vive en una habitación oscura llamada cerebro, en la que en ocasiones puede verse lo mejor y en otras lo peor de uno mismo. Ahora el sudafricano se enfrenta a un obstáculo posiblemente más duro que el de su derrota en Augusta porque tendrá que afrontar que, en su mejor temporada como profesional, no ha conseguido más éxitos que en otras. Los ganadores como él viven de las victorias y no recordará el 2012 precisamente por ninguna de ellas. Por superar, delante suya, queda una barrera intangible.
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