Un total de veintiocho países, representados cada uno por dos jugadores, medirán sus fuerzas en el recorrido Blackstone del complejo de Mission Hills, en una competición que después de cincuenta y cinco ediciones es capaz de convocar a grandes nombres de este deporte: la Copa del Mundo. La historia de este torneo se remonta a 1953 en Canadá, donde bajo el nombre de Canada Cup and International Golf Championship se intentó reunir a lo mejor de la época para que cara a cara, y con el nombre de sus países a la espalda, se dilucidara la ubicación del epicentro del golf mundial.
Roberto de Vicenzo y Antonio Cedra, Ben Hogan y Sam Snead, Jack Nicklaus y Arnold Palmer, Gary Player y Harold Henning, Severiano Ballesteros y Manuel Piñero, Fred Couples y Davis Love III, Tiger Woods y David Duval… Todos ellos consiguieron la victoria en una competición que ha ido de más a menos, a pesar de que el formato de juego promete espectáculo a raudales. El torneo pasó a llamarse Copa del Mundo en 1967 para que tres décadas más tarde, en el año 2000, comenzara a formar parte de los World Golf Championships (aunque a día de hoy ya no figure entre dichos torneos).
La Ryder Cup o la Presidents Cup han hecho que este torneo pierda fuerza como competición por equipos. Las fechas en que se celebra tampoco son las mejores, con la temporada regular prácticamente finalizada, e incluso los jugadores han pasado de pelear por representar a su país a hacerlo solo si su calendario no se desajusta en exceso. No son los mejores años de una Copa del Mundo que pasó de reunir a auténticas leyendas de este deporte a jugadores que, en ocasiones, no representan el mejor golf de sus respectivos países de procedencia. Aun así, la emoción que despierta la competencia internacional ha hecho que la expectación no decrezca en exceso, y no faltan los motivos. Rory McIlroy, Martin Kaymer, Graeme McDowell, Ian Poulter, los hermanos Molinari, Matt Kuchar, Charl Schwartzel y los españoles Miguel Ángel Jiménez y Álvaro Quirós son algunos de los nombres que jugarán de jueves a domingo, alternando partidos en fourballs y foursomes, y luchando por conseguir el mayor número de birdies posible.
No existe un torneo a lo largo del año con este formato de juego, que coloca a los jugadores en una posición de ataque constante. Solo vale arriesgar. No se trata de una competición match-play, pero el que se juegue por parejas le añade trascendencia a cada golpe y esa presión flota en el aire. Los mejores momentos de juego se transforman en bolas que entran desde fuera del green y putts kilométricos, mientras que los últimos hoyos pueden hacer que el más sencillo de los golpes se antoje una quimera.
Es el primer año que la competición pasa a ser bienal e Italia defenderá el título que consiguieron Francesco y Edoardo Molinari en 2009. Puede que este cambio en la periodicidad le de algo de trascendencia a una competición algo vacía, nostálgica de tiempos mejores, que necesita a los mejores del mundo en su cartel en plena temporada regular. La celebración de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro puede ser el punto de inflexión que necesite, consolidándose como el escenario perfecto para un ensayo general de la gran cita. Mientras tanto, el prestigio de su nombre, de sus pasados ganadores y de la historia de la Copa del Mundo buscan un nuevo ganador esta semana en China.
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