A falta de dieciocho hoyos del HSBC Women’s Champions, la pregunta que se cernía sobre la clasificación era si Karrie Webb y Angela Stanford serían capaces de distanciarse del resto de participantes. Ocupaban la primera y la segunda plaza, respectivamente, y solo Teresa Lu y Azahara Muñoz parecían tener una mínima opción de alcanzarlas, partiendo a tres impactos. Aún así, y viendo el ritmo de aciertos del torneo, se antojaba improbable. Eran dos veteranas en lo más alto y habían superado situaciones mucho más complejas que esta. Parecía imposible que ninguna rindiera a buen nivel en la última jornada en el Sentosa Golf Club.
Pero estamos a comienzos de temporada y muchas de estas jugadoras, sin importar su palmarés, se encuentran calentando motores para lo que serán las citas importantes; en otras palabras: están lejos de aunar toda la consistencia y confianza de las que son capaces en el mes de marzo. En el caso de dos veteranas como ellas puede que aún más, ya que habrán descansado en vacaciones, sabedoras de que pasarán el 2014 de país en país, entrenando y exponiéndose constantemente a la competición. Stanford había entregado tres tarjetas por debajo de los 70 golpes y, en sus seis primeros hoyos, firmo dos bogeys y un doble bogey. He ahí una víctima. Webb, algo más en forma tras su triunfo en Australia, aguantó hasta el hoyo 13; desde ahí erró en tres ocasiones para terminar con 74 impactos. La dinámica del campeonato había cambiado drásticamente. ¿La causa? El golf.
Así, un evento que se antojaba como un mano a mano entre las dos primeras clasificadas, pasó a ser una candidatura abierta a cualquiera que firmara una gran ronda. Azahara, unas horas antes, había declarado: “Creo que mi mayor virtud es la misma que cuando era amateur. No quiero decirlo, pero creo que la principal es que no me meto en demasiados problemas. Cojo muchas calles y muchos greenes”. Nadie la conoce mejor que ella misma y esas palabras pasaron a ser un prefacio de esta última jornada. La malagueña comenzó el día con dos bogeys en sus dos primeros hoyos, pero a partir de ese punto fue todo lo que pronunció el día anterior: calles, greenes y errores que no le complicaban demasiado en su camino hacia el par. Ante el descalabro de las veteranas, Muñoz llevó a cabo aquello que dijo Hogan en sus mejores días: “El que falle mejor va a ganar”. En sus dieciséis hoyos restantes consiguió cuatro birdies, entregando un resultado de 70 impactos. Estaba en primera posición.
Pero esa candidatura abierta no la nominó solo a ella, ya que una jugadora que llevaba sin ganar cuatro años había olido la sangre a distancia. Paula Creamer no ha levantado un trofeo desde aquel US Women’s Open del 2010, en el que contaba con tan solo veintitrés años y acaparaba portadas con la facilidad con la que sonríe. La Pantera Rosa había contado con grandes oportunidades, como cuando perdió en un playoff a nueve hoyos contra Jiyai Shin en el Kingsmill Championship, pero su putt se había acostumbrado a defraudarla. A veces no entraban los birdies, pero su principal problema era que ni siquiera por debajo de los dos metros se había mostrado segura. La joven que maravilló al mundo tenía el problema de muchas profesionales más experimentadas: había comenzado a dudar en el tramo más decisivo del golf.
Este año su historia parece haber cambiado. Creamer finalizó tercera en Bahamas y en el Abierto de Australia, en dos recorridos con tipos de hierba diferentes y en greenes que nada tenían que ver. A la consistencia que siempre ha demostrado había que sumarle también un nuevo arma: ya estaba pateando bien o, por lo menos, decentemente. Hoy firmó cuatro birdies y un solo bogey en su camino hacia un 69 que le hizo empatar con la española. Eran dos jugadoras que querían reencontrarse con el triunfo después de pasar por momentos difíciles.
Afrontando de nuevo el dieciocho, par 5, ambas firmaron el par. La tensión inicial del duelo les había impedido comenzar como posiblemente les gustaría, pero consiguieron salir vivas de aquello. De vuelta al mismo tee, dejaron los formalismos aparte. Las dos cogieron calle y adoptaron estrategias distintas: Paula cogió el green en dos impactos, Azahara lo hizo en tres y se dejó una oportunidad de birdie. Fue entonces cuando el golf volvió a demostrarnos que es totalmente imprevisible: el putt para eagle de Creamer, la misma jugadora que se pasó fallando los más cortos en 2013, rodó durante unos interminables segundos por todo el green hasta terminar entrando en el hoyo. La habíamos visto sonreír muchas veces, pero la de hoy tras aquel putt monstruoso fue posiblemente la más grande de su carrera.
Azahara, por su parte, estrechó su mano y se marchó segunda en un torneo que podría haber ganado perfectamente. Hay veces que es imposible, sin más. Su regreso hacia el triunfo se ha confirmado esta semana en Singapur y puede que llegue muy pronto, como les sucede a muchos que salen derrotados. Ya lo dijo una vez Carlos Checa: “Perder enseña mucho: lo primero que te enseña es que es mucho mejor ganar”. Todos lo odian, pero si al buen juego de esta semana se unen las ganas de redimirse, la derrota de hoy ante Creamer bien podría considerarse atractiva. Al menos lo fue para el espectáculo.
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