Durante todo el año hemos podido ver cómo la R&A y la USGA comenzaban a buscar una nueva normativa para prohibir el uso de los putters largos. Nunca antes se habían pronunciado sobre esta materia y parece que han esperado a que este tipo de palos fueran lo suficientemente populares entre los profesionales para hacerlo. Eso, en lo que al golf se refiere, tiene que ver con que varios de ellos hayan ganado majors y desde que Keegan Bradley, Webb Simpson y Ernie Els lo consiguieran en los dos últimos años la gran pregunta se ha plantado delante de ellos, como si no la esperaran. ¿Suponen de verdad una ayuda para rendir mejor en los greenes?
El plantear la cuestión una vez se hayan mostrado evidencias de su éxito en los circuitos profesionales, como ha sido el caso, cuenta con dos principales problemas. En primer lugar, si deciden prohibirlo, tendrán que explicar las razones a estos jugadores, que han entrenado y competido con ellos durante años sin saber que podían estar infringiendo un principio básico del golf. En segundo, estas victorias en majors han otorgado a los putters largos cierta popularidad entre los aficionados, que cada vez se muestran más abiertos a su uso y también se han podido acostumbrar a él. A medida que la prohibición se hace más evidente, surgen voces de protesta por la lentitud mostrada a la hora de tomar decisiones, así como de los argumentos esgrimidos para llevarla a cabo. Dicen que la mejor medicina es una buena prevención, y en este caso los organismos que rigen el golf se enfrentan a toda una plaga extendida a lo largo de las últimas décadas.
Uno de los primeros en alzar la voz ante la supuesta prohibición ha sido el primer ganador de un major con un belly putter. Keegan Bradley declaró hace unos días: «Voy a hacer todo lo que pueda para protegerme a mí mismo y al resto de jugadores del circuito. Lo veo como un todo, se trata de muchos jugadores, no tanto de mí mismo. Creo que para ellos, después de todo lo que hemos hecho, esta prohibición es incomprensible». Era la primera vez que una verdadera protesta, organizada y sostenible, se ponía en el camino de una norma desde que a Erik Compton no se le permitiera jugar un campeonato en buggy por problemas cardíacos. Aquellas palabras de Bradley se han extendido como la pólvora y han venido seguidas de otros usuarios del mismo tipo de palo. «No es tan fácil como anclarlo al cuerpo y empezar a meter putts», declaró Ernie Els, ganador del último Open Championship disputado. «Hay mucho trabajo detrás para perfeccionar el estilo. Todavía se sienten nervios y el fallo es posible», comentó esta semana durante la disputa del HSBC Champions.
Se trata de uno de los principales problemas a los que se enfrentan la USGA y la R&A. Cualquier persona que haya tratado con este tipo de palos sabe perfectamente que su uso no se adapta perfectamente a los sentidos, al menos durante el primer contacto. «Lo he probado solo una vez», dijo Tom Watson (uno de sus principales detractores) hace unos días. «Tiré tres putts desde unos 12 metros. En el primero me quedé 6 metros corto porque le pegué atrás. En el segundo mi bola finalizó a unos 5 metros y en el tercero llegué a acertar con la distancia». Sin embargo, a pesar de aceptar la evidente curva de aprendizaje, representó con su argumento en contra el principal miedo que pueden tener los organismos gobernantes de este deporte: «Nunca he sentido que un putt así fuera un golpe de golf. Definitivamente hay ciertas ventajas porque basta con moverlo hacia atrás para que se produzca el péndulo con el peso del putter a través del área de impacto». Y esa ventaja, evidentemente, podría llegarse a transmitirse a los jugadores más jóvenes, que comenzarían a usar este tipo de palos con una mayor frecuencia que los tradicionales.
Tianlang Guan es un jugador chino de 14 años que lidera el Asia-Pacific Amateur, un torneo que otorga al ganador una invitación al Masters de Augusta 2013. Guan tiene muchísimo potencial y, compitiendo con jugadores mayores que él, ha sido capaz de firmar vueltas de 66 y 68 golpes a pesar de promediar unos 230 metros desde el tee de salida. Él también usa un belly putter. Tanto la USGA como la R&A saben que sería injusto prohibir a esta joven promesa que utilice el que probablemente sea el palo más importante de su bolsa, pero también son conscientes de que supone uno de los casos de mayor peligro para sus intereses. El saber que dentro de una década la mayoría de jugadores podrían estar usándolos no es una imagen muy agradable para un deporte basado en las tradiciones y la fidelidad a su historia. Sin embargo, Adam Scott, que pasó por serios problemas en los greenes durante 2009 y 2010, hizo hincapié sobre uno de los mayores problemas que provocaría su prohibición. «Tienen que mirar más allá del golf profesional», comentó al respecto el australiano. «No solo rigen el circuito, sino todo el golf y algunos jugadores no pueden practicarlo sin un putter largo. Sería una pena que apartaran a gente de este deporte. Estoy seguro de que no es su intención, pero será interesante ver la decisión que toman». Scott se refería también a la ayuda que supone para la espalda de ciertos aficionados, que podrían pasar más tiempo en el putting green si se plantaran más erguidos frente a la bola. Pero también dejó una impresión que puede resultar positiva de cara al futuro de estos palos: «El putter largo me ha enseñado a puttear de nuevo». De entre todas las defensas posibles, esa última supone un arma de futuro incontestable.
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