Han sucedido treinta y seis hoyos del Cadillac Championship y el principal protagonista sigue siendo el campo. Donald Trump quería elevar la categoría de este torneo, añadiendo a la personalidad del Blue Monster las dificultades que Gil Hanse pudiera cruzarse por su cabeza. “Haz de esto algo memorable”, pareció decirle. Y el arquitecto, sabedor de que los recursos eran prácticamente infinitos, diseñó lo que vemos esta semana en Florida: más bunkers, greenes ondulados, posiciones de bandera al borde de lo que parecen precipicios y mucha, mucha agua. Hanse sacó al monstruo de la jaula y le dice a los jugadores: “Vamos, arriesgad, no tenéis nada que perder”. Alrededor de cada tiro existen penalizaciones ocultas.
Y a todo esto, como si hubiera decidido guardarse una última pincelada, sumó el viento. No uno cualquiera, sino una galera furiosa y desatada, de esas que en ocasiones se presentan en Escocia y le hacen echarse a uno las manos a la cabeza, imaginando cómo debería jugarse allí hace siglos con palos de madera y bolas fabricadas a mano. Corrían rachas de cincuenta kilómetros por hora en el segundo día de competición mientras los jugadores miraban a sus caddies pálidos, sabedores de que en muchos de sus golpes no tenían opción alguna, que ya estaban rendidos antes de seguir hacia delante. ¿Hasta qué punto? Bubba Watson jugó corto de green en un par 3.
Así, un campeonato que ya se había complicado sobremanera respecto a su última edición o con la tormenta que paralizó las rondas ayer por la tarde, comenzó a parecerse más al viejo y salvaje oeste. Una prueba por la supervivencia como las de antes, solo que envuelta por gradas y cámaras de televisión en el soleado Miami. Luke Donald entregó una vuelta de 70 impactos el jueves y se fue hasta los 82 el viernes, Dubuisson pasó de los 72 al 81, Spieth de los 73 a los 79… Hubo más hombres por encima del ocho sobre par que por debajo de mismo. Todos salieron extenuados, heridos, derrotados por el monstruo que Trump imaginó antes de llamar a Hanse.
“Creo que no he jugado en condiciones tan difíciles en Estados Unidos”, declaró Graeme McDowell, uno de los tres jugadores que bajaron del par. “Es un día de Open Championship. Es un viernes real en St. Andrews, en 2010, antes de que se suspendiera. Fue duro estar ahí fuera. Muy, muy duro”. Pero G-Mac es uno de los pistoleros más rápidos del circuito, y pareció responder a la crueldad del día ajustándose la gorra, apretándose un par de sorbos de whisky y haciendo lo que mejor sabe en el campo de golf: aguantar, mientras el resto terminan cayéndose. Su menos uno fue una catapulta en la clasificación, como de si de un 59 se tratara. Subió dieciocho puestos hasta el par del campo, que es la quinta posición, a uno de los líderes.
Patrick Reed, Matt Kuchar, Hunter Mahan y Dustin Johnson son los únicos hombres que todavía habitan bajo par. Pero no lo hicieron en el viejo y salvaje Doral, sino gracias a sus resultados de la jornada anterior. El primero entregó ayer un 75; los tres siguientes, un 74. “Ya de por sí es un campo de golf muy duro”, dijo Reed. “Casi sentíamos estar jugando uno de los grandes”. Son líderes porque supieron minimizar errores, siguiendo la pauta que un día pronunció Hogan (“el que falle mejor va a ganar”). Pero si el viento les dejaba ver la clasificación pudieron darse cuenta de que todo se estaba apretando.
En el viejo arte de ganar campeonatos, nadie sabe más que Tiger Woods; básicamente porque ninguno lo ha hecho en más ocasiones que él. El número uno no está en su mejor momento, como bien demostró ayer con un 76, pero respondió al reto de los elementos con la experiencia de toda una carrera en lo más alto, embocando un putt imposible y agarrándose a las pocas zonas seguras del recorrido con todas sus fuerzas. Su 73 del viernes no será su mejor ronda en este campo, pero le permitió escalar hasta la vigésimo quinta plaza, a seis de unos líderes que bien podrían ser como el viento, pasajeros.
Todos esperan compactos, agarrados unos a otros mientras miran al cielo esperando una tregua. Molinari, Donaldson y el inestable y brillante Rory esperan desde el par, mientras que Bubba Watson y Zach Johnson lo hacen desde el más uno. Pocas certezas, sin embargo, pueden esperar en este orden rabioso. Miguel Ángel Jiménez es el mejor español desde el más tres, seguido por Sergio García con más seis (con cuádruple bogey incluido en su primer hoyo del día), mientras que Gonzalo Fernández-Castaño marcha con más diez. El campo es nuevo, pero el escenario, como hace mucho, es viejo y salvaje como el más peligroso de todos.
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