En el año 2001 David Duval ganaba el Abierto Británico. El único jugador que había sido capaz de plantarle cara a Tiger Woods conseguía la victoria el que muchos consideran el mejor torneo que se puede ganar hoy día en el golf profesional. Su situación actual es muy distinta. El último torneo que jugó este año fue el McGladrey Classic y estaba fuera de los 150 primeros de la lista de ganancias. Habiendo usado ya sus dos exenciones para seguir en el circuito, solo le quedaba una opción: volver a la escuela. Algo que ya había hecho dos años antes.
Después de superar la segunda fase, hoy comienza a disputarse un puesto con otros 172 jugadores en la final. Duval es uno de esos jugadores que busca reencontrarse con su mejor juego y no es el único que esconde una gran historia en el complejo PGA West esta semana. En uno de sus campos, el PGA West’s Palmer Private course, ganó en 1999 el Bob Hope Classic con una última vuelta de 59 golpes. Son las dos caras de una moneda. No será el único ganador de un major que vuelve a las raíces del sistema, a la competición más salvaje.
Rich Beem ganó el PGA Championship contra todo pronóstico en 2002 y, en una trayectoria muy similar a la de Duval, no ha conseguido terminar entre los 100 primeros de la lista de ganancias desde entonces. Después de haber jugado este año gracias a una exención médica por problemas en su espalda, terminó muy lejos de mantener la tarjeta. No estamos ante la mejor versión de un jugador que sorprendió a todo el mundo hace unos años y sería toda una sorpresa ver que el domingo termina entre los veinticinco primeros. No solo tendrá que luchar contra jóvenes en un mejor estado de forma. Su principal problema, teniendo en cuenta sus últimas temporadas, se antoja más profundo: una lesión invisible, la confianza en sí mismo.
Lee Janzen ha ganado nada menos que dos U.S. Open y su lucha está más relacionada con el tiempo. Cerca de cumplir los cincuenta, intenta aplazar a toda costa su aparición en el Champions Tour. Representa a una generación de jugadores opuesta a los nuevos talentos. La velocidad de sus swings ya no es la misma, su trayectoria está llena de grandes éxitos y algunos fracasos, y en la mayoría de los casos, suelen poder mirar atrás con orgullo y disfrutar de todo lo que han conseguido. Dicen que los viejos rockeros nunca mueren, pero no sin dejar mucho esfuerzo en el camino. En su caso sí que no hay nada que perder, y esa puede resultar su mejor arma durante estos seis días.
Shaun Micheel se une a Rich Beem y David Duval en su lucha contra sí mismos. En sus mejores versiones, son capaces de ganar a los grandes en los mejores escenarios posibles. Prueba de ello es su victoria en el PGA Championship de 2003. Este año sólo ha conseguido pasar doce cortes en veintisiete apariciones, números bastante pobres si se echa la vista atrás. Su gran éxito ha sido también su principal dificultad, y es más que loable su intento de volver a los orígenes. Partir del punto cero para alcanzar otra vez una victoria.
Cuatro ganadores de majors y otros dos participantes en la Ryder Cup: Boo Weekley ganó la Ryder Cup de 2008 mientras que Jeff Maggert participó en nada menos que tres ocasiones. Son grandes jugadores intentando darse una última oportunidad de alcanzar otra victoria como profesionales. Por encima de todos ellos, está el jugador más veterano que participa en la final de Q-School, Tommy Armour III. Son ya cincuenta y dos años para un jugador incombustible, capaz de aguantar en la cancha de prácticas más tiempo que otros con treinta primaveras menos. La temporada pasada jugó veintitrés torneos en el Champions Tour con cuatro top 10, finalizando en el puesto 28 de la lista de ganancias.
El lado opuesto lo representan Brad Benjamin, que consiguió pasar el corte en el último U.S. Open; Jeff Corr, el jugador del año en el Hooters Tour; Adam Hadwin, que en solo cinco salidas en 2011 consiguió cerca del medio millón de dólares en ganancias o Sang-Moon Bae, que actualmente ocupa el número 26 del ránking mundial (con veinticinco años ha conseguido ganar tres veces en el Japan Golf Tour de 2011).
Profesionales que se niegan a abandonar sus oportunidades de seguir en la élite mientras los jóvenes talentos llaman a sus puertas. El contraste en la Q-School es palpable y deja muchas más historias en el camino que muchos otros torneos del PGA Tour. Lo nuevo contra lo pasado, las ganas contra la experiencia. El golf profesional en un todo o nada que marcará sus vidas durante todo el 2012.
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