Cuando Ramón Cabrera y Griñó compró ‘Wentworths’ en 1850 seguramente jamás pensó que lo que un día fue la casa de un general carlista en el exilio como él se convertiría en uno de los complejos golfísticos más impresionantes del mundo. Con tres campos de 18 hoyos y un executive course de nueve hoyos pares tres, el Wentworth Club se encuentra en una de las más exclusivas áreas residenciales de las cercanías de Londres con el añadido de que su West Course ha acogido la edición de 1953 de la Ryder Cup o ha visto cómo Severiano Ballesteros conquistaba sus cinco mundiales match play.
Las modificaciones que introdujo Ernie Els —primero en 2006 y, después, en una segunda reforma en 2009/2010— cambiaron significativamente el espíritu de un campo que, aun así, mantiene la esencia de un recorrido con la firma del mítico Harry Colt. Abierto al público en 1926, fue uno de los primeros campos del mundo con viviendas flanqueando sus calles, casas que, hoy por hoy, pertenecen en buen número a jugadores del European Tour. Por esto y por la celebración de la gala anual en la que se entregan premios a los mejores jugadores del circuito durante el BMW PGA Championship, estos golfistas sienten como suyo el recorrido. Todo ha contribuido para que Richard Caring, multimillonario de la moda propietario del campo, encajase con algo más que deportividad las críticas a las reformas de voces tan autorizadas como Paul Casey o Ian Poulter.
Un campo como Wentworth, cuartel secreto durante la Segunda Guerra Mundial cuando el ejército británico dejó crecer sus calles de forma salvaje para que los aviones alemanes no pudiesen aterrizar en sus calles, merece todos los respetos. Desde la impresionante arboleda de robles, abedules y pinos que enmarca todas y cada una de las calles hasta el criticado hoyo 18, Wentworth se ha adaptado a las exigencias del golf profesional de la actualidad, aunque quizás haya elevado en exceso el nivel de exigencia desde que Els añadiese casi 300 metros al recorrido, 30 búnkers extra y unas barras de salida aún más complejas.
Cuando Luke Donald y Lee Westwood protagonizaron el playoff de 2011 y ninguno de los dos atacó la bandera del 18 con el segundo golpe, quedó patente la dificultad de un campo en el que es aún más complicado elegir un hoyo estrella. Desde el idílico hoyo 2, un par tres de 140 metros rodeado de búnkers y rodeado de robles, al hoyo 13, un par cuatro cuesta arriba de 430 metros en el que el green se oculta del tee y donde un drive equivocado puede ser un terrible error, sin olvidar los dos hoyos finales, ambos par cinco, aunque el cañón de árboles que recibe a los jugadores en el tee 17 y el infierno de búnkers que espera al jugador más agresivo bien podrían convertirlo en el buque insignia de un campo mítico que también ofrece lujos de otro tipo como su balneario, diseñado por el prestigioso estudio de arquitectura Broadway Malyan en 1997.
Alfredo Calle, autor de este texto, lleva toda la vida vinculado al mundo del golf y en su faceta de emprendedor acaba de poner en marcha Golf Dest, un club de golf virtual donde encontraréis descripciones de campos, fotos espectaculares, noticias de destinos, ofertas, torneos, circuitos amateur… y todo ello con unos precios muy especiales para todos sus integrantes. Mientras ultiman su página web, podéis encontrarlos en Facebook y Twitter.
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