Una mañana apacible en el TPC de Boston terminó viéndose alterada por la presencia de inconstantes ráfagas de viento. Arrancó el segundo playoff de la FedEx Cup, el Deutsche Bank Championship, con los cien mejores del año en competición y un duelo ondeando en el ambiente: Tiger y McIlroy comienzan a verse las caras con cotidianidad. Pero no fue ninguno de ellos el gran protagonista de esta primera jornada, sino el surcoreano Seung-Yul Noh, que en su primera temporada en el PGA Tour ha conseguido pasar veintidós cortes, con once participaciones entre los veinticinco mejores y tres top10.
Más allá de su imponente vuelta de 62 golpes (nueve bajo par), Noh señaló el camino que deberá seguir cualquier aspirante a ganar este torneo, construyendo un liderato a partir de alcanzar dieciséis greenes en regulación y hacer solo veintiséis putts. De poco importa la calidad de los golpes con una contundencia tan devastadora. Su vuelta terminó por encontrar un equilibrio perfecto que no abandonó hasta el hoyo 18, donde nueve birdies, nueve pares y una trayectoria que recordar le dejan solo en la tabla con tres días más de golf en el horizonte.
Woods contra McIlroy. El campeón de campeones y la nueva fuerza dominante en una disciplina inabarcable. Tiger a solo dos impactos, Rory a tres, y la certeza de que en las las próximas jornadas ambos deberían volver a verse las caras. A medida que avanzan los Playoffs se va agotando el tiempo para que cualquiera de los dos apriete el gatillo ante la atenta mirada de su adversario, y la tensión se palpa en el ambiente. “Hoy jugué muy bien”, comentó Woods sobre su vuelta de 64 impactos. “Muy buenos golpes, pero además conseguí patear a un gran nivel, lo que suele ser una gran combinación. Fallé un par de putts cortos pero lo compensé con oportunidades de más de cinco metros. Era lo que necesitaba en varias de mis últimas vueltas, un par de putts que me pusieran en camino pero no sucedió… Hoy he jugado básicamente como todo el verano, salía y era bastante consistente”.
Puede que ahí se encuentre el punto en el que Woods es capaz de comandar grandes torneos durante dos días para pasar a ser solo un vulgar tripulante en sus finales. Le sucedió en el U.S. Open, dueño y señor del Olympic Club jueves y viernes, víctima del fatalismo sábado y domingo. El patrón volvió a repetirse en el PGA Championship mientras el joven e imprudente Rory destrozaba todos los moldes, registros y expectativas. Puede que siempre sea el putter, como argumentaba hoy Noh con su liderato, o puede que haya algo más que responda a los titubeos de un jugador al que nunca acompañaban las dudas a la hora de cerrar un torneo. Sí contamos con una certeza: cuando Woods rinde a un buen nivel en los greenes muy pocos jugadores son capaces de contrarrestar su renovada precisión desde el tee de salida. Muy pocos, o solo McIlroy.
Espoleado por la admiración que despierta en Tiger, solo existe un sendero para un jugador capaz de ganar dos majors en dos temporadas. En el momento en que ganó el PGA comenzó la carrera de Rory hacia el campo que le vio derrumbarse el pasado año. El primer paso hacia el Masters es el siguiente torneo, porque el competir se parece en muchos aspectos al instinto, en cuanto se abandona mínimamente se atrofia su fiabilidad. Lo dijo Webb Simpson al proclamarse ganador del U.S. Open: “Ahora voy a entrenar más duro que nunca”. El primer y único peldaño que existe para Rory es vencer en estos Playoffs, alborotar la despiadada confianza de Woods y alcanzar la última velocidad con la que solo en contadas ocasiones navegó este año.
Aunque ya lo sabemos, cuando las oportunidades de birdie se multiplican a lo largo del día son legión los candidatos a la victoria. Solo un golpe separa a Chris Kirk de la impecable tarjeta de Noh, y Jeff Overton y Ryan Moore igualaron a Woods en su ansiado retorno a las mieles del triunfo. Es un factor exasperante y también uno de los más valiosos que otorga el golf cada semana: el candidato oculto acostumbra a ser también el más peligroso.
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