Desde que Stacy Lewis consiguiera su tercera victoria del año en el Navistar LPGA Classic el paso mes de septiembre, su juego había despertado ciertas dudas. El «Asian Swing» no había servido para corroborar su condición de mejor jugadora de la temporada y, por su parte, Inbee Park coleccionaba top 10 con la facilidad de quien lucha cada semana por la victoria. Ganar la lista de ganancias se antojaba imposible por el medio millón de dólares que separaba a ambas y el «Rolex Player of the Year» corría peligro. A pesar de las tres victorias que Lewis había conseguido, Park se acercaba peligrosamente.
Algo cambió después de que Lewis jugara en Malasia y Corea del Sur. «Me puse mucha presión encima sabiendo por lo que estaba jugando», comentó antes de comenzar el Mizuno Classic. «De algún modo tuve que volver a casa mentalmente para ser consciente de que a comienzos de año estaba en el mismo punto en el que Inbee está ahora mismo. Me tuve que dar cuenta de que llevaba el liderato y era la persona a batir». Pronunciar estas palabras es sencillo pero llevarlas a cabo en competición, con un margen de error mínimo, está al alcance de muy pocas. Lewis tenía una opción de victoria ridícula al comenzar la última jornada en el Kintetsu Kashikojima Country Club porque no dependía solo de ella misma. Pero como dijo, «volviendo a casa» fue capaz de aislarse del entorno y hacer lo que mejor sabe: encadenar una avalancha de birdies que finalizó en una vuelta de ocho bajo par, 64 impactos. La mejor del torneo.
El panorama que tenía Bo-Mee Lee a mitad de vuelta ya no era el del liderato consistente del comienzo de la jornada, sino el de la jugadora encerrada y perseguida por el resto de rivales en los últimos hoyos de un torneo. Con su espectacular rendimiento, Lewis no solo había conseguido esa mínima opción de victoria sino también presionar a su rival hasta el punto de que fallara. Y falló. Porque pasamos de ver a una Lee desatada y sin fisuras a una jugadora con el síndrome de la gacela, agotada y crispada al sentir el aliento del león. La comparación de sus vueltas resume perfectamente el cambio de papeles que tuvo lugar durante la última jornada del Mizuno Classic: Lewis consiguió diez birdies y erró en dos ocasiones, mientras que Lee firmó tres birdies y tres bogeys.
La sensación que deja Stacy Lewis tras este último evento del «Asian Swing» va más allá de su genial estado de forma actual, sino que traspasa fronteras de ambición. En un circuito en el que ganar se está convirtiendo en toda una gesta, la estadounidense ya lo ha conseguido en cuatro ocasiones en distintos puntos del globo, camino del título de jugadora del año. Y en el LPGA Tour esa condecoración lleva, durante los últimos años, el sinónimo de dominio; basta echar un vistazo a las últimas ganadoras: Yani Tseng (dos años), Lorena Ochoa (cuatro años) y Annika Sorenstam (5 años). A falta solo de tres pruebas para el final de temporada Lewis ha grabado la mitad de su nombre en el trofeo, que presumiblemente será el quinto y definitivo de un año en el que se consagró como potencia mundial, amenazó el ostentoso liderato de Yani Tseng y, sobre todo, sumó quince top 10 a lo largo de muchos meses de competición. No valen lo mismo que las victorias pero indican la frecuencia que se lucha por los triunfos.
Ayako Uehara finalizó en tercera posición del Mizuno Classic mientras que Yani Tseng, como saliendo de la sala de urgencias de un hospital, finalizó cuarta. Es su tercer top 5 en tres semanas y da la sensación de que, poco a poco, la bestia puede volver a imponer el terror en sus rivales. A seis golpes del triunfo finalizó Beatriz Recari, que hasta que firmó un doble bogey en el hoyo 9 llevaba un registro de birdies demoledor: seis en siete hoyos. Terminó en novena posición y consigue su quinto top 10 del año, el décimo de su carrera en Estados Unidos. Un resultado al que parece estar acostumbrándose.
Deja un comentario