Cuando uno se pone a pensar en los jugadores más regulares de los últimos años es inevitable acordarse de Dustin Johnson, Steve Stricker, Matt Kuchar, Phil Mickelson, Tiger Woods… Todos ellos han ganado en múltiples ocasiones a lo largo de la última década, que al fin y al cabo es el baremo indiscutible para medir la continuidad, las ganas por seguir en la élite a lo largo del tiempo. En este grupo de competidores innatos no podría faltar Zach Johnson, ganador del Masters en el año 2007, vencedor en otras ocho ocasiones en el PGA Tour desde entonces.
Puede que no haya colmado todas las expectativas puestas en él desde su victoria en Augusta, al menos en los grandes, donde solo ha conseguido otros cinco top 10. Sin embargo, las temporadas son largas y llenas de altibajos, inevitables si tenemos en cuenta que los mejores del mundo compiten prácticamente durante diez meses seguidos. Zach, como todos, se ha movido a la perfección durante estas pequeñas rachas, meses en los que encadenaba buenas actuaciones con otros en los que luchaba por mantenerse a flote. Su 2013 ha sido así, irregular al comienzo, contundente en su último tramo. Basta con echar un vistazo a su trayectoria desde el John Deere Classic, su particular terreno de caza durante sus últimas ediciones: segundo, sexto, cuarto, octavo, quinto… Johnson acumulaba buenos resultados como quien acude al trabajo por las mañanas.
Lo habíamos visto con anterioridad y ha vuelto a suceder esta semana en el BMW Championship, que se disputaba en un campo que nunca había acogido un torneo a este nivel, el Conway Farms Golf Club. Era importante coger calles y todavía más conseguir dejar la bola en el green en los impactos estipulados, alejarse de las recuperaciones forzosas y otorgarse siempre, aunque fuera lejana, una oportunidad de birdie. No resultaba extraño ver a Jim Furyk firmando 59 golpes el sábado o junto a él, en lo alto de la tabla, a hombres como Luke Donald, Hunter Mahan, Charl Schwartzel, Brandt Snededer… Cuando su juego largo está a buen nivel, ellos fallan muy poco. Zach, como en los últimos dos meses, tampoco faltaba a la cita. Salía a tres impactos de los líderes con la intención de realizar una gran vuelta y esperar que ellos no tuvieran el día.
Fue entonces cuando comenzó a demostrar por qué a lo largo del tiempo es un seguro de vida: si uno apostara todos los años a que Johnson ganaría por lo menos una vez por temporada, fallaría muy poco. No le fue necesario hacer de grandes alardes de imaginación, creatividad o putts imposibles; simplemente, Zach fue desnudando al recorrido poco a poco, como una fina lluvia. Tres birdies por los nueve primeros y otros tres por los segundos evidenciaron su tremenda consistencia con 65 impactos (menos seis). No cometió un solo bogey. Furyk volvía a caer en una última jornada, Stricker y Snedeker jugaban sobre par… Él conseguía su décima victoria en el circuito americano en su décima temporada.
“Es extremadamente difícil”, comentó sobre la posibilidad de ganar a este nivel. “No estoy seguro de ser consciente de lo que he hecho. La igualdad es enorme. Solo estoy agradecido de que han sido diez años, y espero que muchos más”. Ahora, tras el complejo proceso que reparte puntos en la FedEx Cup, es cuarto, por detrás de Adam Scott, Henrik Stenson y Tiger Woods. Ochenta por ciento de calles, más del setenta en greenes en regulación y una cifra muy reveladora de su éxito y regularidad: más de dos golpes ganados pateando a lo largo del torneo; Zach, en esta faceta, es implacable.
La última cita de la temporada en el PGA Tour, el Tour Championship, contará con treinta nombres en Atlanta. Todos pueden ganar la FedEx Cup, aunque muchos necesitan de un gran baile de posiciones y resultados, como Sergio García, que terminó decimoctavo y es vigésimo quinto en la general. El seguro de vida Johnson dependerá de sí mismo.
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